RETRATO DE MI MADRE

Fuera muy fácil escribir un poema a la mujer que me dio la vida,
porque ame, amo y amaré por siempre su recuerdo.
Prefiero hacer un retrato hablado , que será muy claro.
Era de estatura pequeña, pero de frágil no tenía nada,
tenía ojos grandes, negros y expresivos; con una elegancia innata,
Con un carácter férreo que a veces intimidaba.
Algunas veces me pregunté ¿Como puede caber tanta firmeza
en una diminuta dama?
Con los años comprendí que gracias a eso, a sus hijos nos forjó con valores
y nos llevó por el bien.
Con el pasar de los años fue tornándose más suave su carácter, pero
no así su temperamento .
Ya lejos de su patria, en tierras canadienses, su vida cambió,
se dedicó a viajar, a vivir plenamente, como debe ser.
Somos tres hermanos, pero mi hermano menor se convirtió en su pilar,
era su adoración y no había esfuerzos que no hiciera por ella.
Tuvimos tiempo de actualizar nuestra historia familiar
y conocer detalles que ella recordaba siempre.
Conversábamos por horas viendo fotos y recuerdos,
nos reíamos de situaciones y anécdotas ya viejas.
Tenía 96 años cuando nos dejó, lúcida hasta el final y tranquila.
Ahora, la extraño, me hacen falta sus brazos,
esa grata complicidad de nuestros últimos años.
¡Descanse en paz, querida madre!

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