DIVAGACIÓN

Yo erraba por la silente, frondosa alameda
cuando aquel improviso que respondí con creces
sobrevino: vi a la cándida y radiante Leda
junto a un albo Cisne de ademanes corteses.

Tal sucedido lo he de recordar mientras pueda.
Díjome aquella: "Veo, joven, que desvaneces.
La ausencia de la rosa y la heráldica moneda
te hacen ver el mundo con barnices ciertas veces.

"Pero ve hacia aquél viejo que enrolla el pergamino;
él alienta bajeles con su soplo divino
y noveles corona con su fresco laurel."

Y se fue como el humo con el Cisne altanero.
Yo le dije a aquél viejo -resultó ser Homero-:
"¡Le confío yo el remo de mi frágil bajel!"

D. R.