Horus.

I
Tu mirada, tiene del cielo, estrellas trepidando blancura y lozanía,
tu boca, tiene de la rosa, la transida suavidad que evoca el calor de la lejanía,
tu sonrisa, tiene de la noche, la luna acodada en sus velos que en tu piel tirita,
tu cuerpo, tiene del poema, letras hendidas y aciagas, cuando toda tu eres poesía.
II
Fuiste como los vientos arcanos y gélidos,
en tu cabello se deslizaban hojas de ensueño y otoño,
cuantas veces atisbando el arco de la media luna,
noté que te fundías en ella, mientras sus suaves vapores languidecían,
me gusta tu cuerpo acariciante que es como un oleaje sin rumbo,
cada caricia moría en tu espalda y en tu pecho, como un sueño perdido y turbio,
cada ósculo bogando en las mareas de tu piel, para hundirse en tu boca en cada amanecer.
III
Ya no tendré la luz de la luna para acariciarte,
ya no tendré la lluvia posando en tu cuerpo para besarte,
ya no podré pasear mis labios en tu piel, ni esbozar una flor ante tus ojos igual que ayer,
ya no tendrás el cielo para que te abrace, ni los mantos pluviosos del mar que te mecen.
IV
Te vi en los mantos del mar, cuando fluía el rumor del mar,
cuando se derramaba la luna en el cielo,
a veces en las letras de un poeta perdido en tu piel y en tu boca,
nácar y rubí descendiendo en tu pelo,
como cascadas de invierno que tu espalda cobriza toca,
aun sin la luz de la luna tengo la oscuridad para tocarte,
aun sin la lluvia reposando en tu cuello podré mirarte,
entre el alba y las hojas de loto que se deshojan al evocarte.
V
Cada noche de la luna arrancas uno de sus pétalos mudados,
como las viejas hojas de un mamotreto asido por la blancura lunar
sus brazos se entrelazaban a la gris natura y a la hojarasca nocturna,
te veía brasear en el abrego sicomoro, y tus pechos adosados,
como dos oteros en mi pecho desenlazándose de mis manos,
te entregabas a los cendales de la noche y al inerme hiel,
cuando desgranaba el olor apacible que nacía de tu piel,
hallé en tu pupila estaciones tamizadas y beldades opalinas.