LA CIUDAD DE DIOS

poema de MIGUELIN

Comencé a caminar incesante por una larga travesía del destino que me era desconocida, en mi demabular cotidiano buscaba alivio a mi dolor, a mi obsesión y a mi pobreza, muchas veces terminé rendido y con la cara al cielo y arrojado sobre una verde planicie que me cobijaba el alma herida y el estómago hambriento así como mi espíritu ausente.

No sé cuánto tiempo ni qué distancia caminé, pasé por muchos lugares lindos y otros hinóspitos, otros concurridos y muchos desérticos; en los primeros sólo hallé maldad, avaricia y venganza; en los segundos, contemplé el recuerdo triste de noches de gloria y de infierno sin tregua; palpé también el sello de llantos de niños y ancianos; parecía mirarlos, pero yo no estaba allí.

Pero no me detuve a pesar de mi hambre y tristeza, agotado y caído y ya casi al amanecer llegué a una linda ciudad donde todo era calma, armonía y concordia: me brindaban sonrisas y saciaban mi hambre. No podía creerlo; creí estar muerto, regresé a la entrada por una gran avenida, muy repleta de flores, casi todas muy bellas. Fijé mi mirada sobre un gran letrero que brillante decía "Esta es la ciudad de Dios".

No sé si estaba muerto o todavía con vida; me conduje a otro lado y allí vi a tantos hombres, mujeres y niños que en pequeñas cajitas brillantes regalaban conciencia, amistad y tolerancia; casi frente a esa gente habían jóvenes y niños que dentro de recipientes de barro, poseían mucho amor, felicidad y ternura que intercambiaban por paciencia, perseverancia y felicidad. No se veía ningún carro, pues la gente podía transportarse de un lugar a otro con sólo pensarlo.

Nadie hablaba de dinero, ni de bienes, ni de títulos, linajes o jerarquías; pues, para qué servían esas vanidades materiales y egoístas si estabamos en la casa de Dios; en esa ciudad nadie hablaba de dolor, de tristeza, todo era felicidad; allí la lujuria y la usura descanzaban en un gran mar del olvido; en el cosmos de esa gran ciudad yacía la paz más sublime de los hombres libres de la maldad social.

Contemplé entonces qe había llegado al ocaso de mi tormentosa travesía, donde no había que caminar tan lejos, donde no hay cabida para el dolor ni la injuria, donde culminó mi llanto que se transformó en sonrisa, aquella que se conformó en línea sutilmente delgada como la que hay entre la vida y la muerte.

Comentarios & Opiniones

Beto Aveiga

Interesante escrito Miguelín. Dime una cosa tú que conoces más de literatura, lo que escribes qué genero es? Poesía, prosa poética, relato?

MIGUELIN

Es poesía mi hermano, aunque en realidad, sus elementos no están dentro de la metáfora como debiera.
Saludos cordiales.

Beto Aveiga

Ok! Es que no soy muy conocedor en ese aspecto, y quería saber si había algo que ignoraba. Gracias por tu respuesta!

MIGUELIN

Gracias amigos por leerme y sobre todo por hacer sus comentarios; son válidos, pues como periodista que también soy, estoy acostumbrado a todo, hasta que me digan que lo que escribí no sirve.
SALUDOS CORDIALES DESDE MI PATRIA: MÉXICO.