Ya No Me Dan Miedo Las Cosas Invisibles

poema de Marla Mendiga

Sucedió: finalmente el poema se suicidó.

Quise escribirte mil cartas
pero no me dejaste,
no dejaste que te alcance,
ni que toque el techo de tu alma
con mis pequeñas y tristes palabras.

Fingí estar en lo correcto por tanto tiempo,
me metí en una cajita hecha de cristal,
todo para dejarte contento y esquivar
las balas que venían desde tu oficina vacía.

Saber que habías perdido la batalla
y que no tuviste el valor para contarme
fue más que un ataque personal,
eso fue un atentado contra mi espíritu.
De ese tipo de cosas es difícil recuperarse,
no es suficiente con pedir perdón
o amagar esconder la mirada bajo un poemario.
Me lastimaste tanto que mi piel
está más cerca del infierno que de la libertad.

Todos van metidos en una camisa de fuerza.
Somos esclavos, si no pensamos como ellos
todo lo que podemos esperar es "mano dura",
la peor de las torturas.

Es una incongruencia, sí.

Hoy vengo a instaurar bajo el fino manto de la soledad
el monopolio de toda sensibilidad y fuerza de amar,
vengo a darle nombre a lo inefable y a reventar
todas las cabezas que osen hablar.
Porque hoy yo soy la madre y soy el día,
soy la puta y soy mendiga.

Me remito a los antiguos Ariteps para cantar esta canción,
una de amor, celos y escaleras llenas de perros.
La rabia inunda mi texto, me distrae del propósito,
me desvía del destino que es existir
sin ánimos de coquetear con el suicidio.

No les diferencio, a la muerte y a tus besos,
solo en ellos puedo encontrar solución,
una suerte de plato andino y pasión.

No son las palabras Ricardo, es el acto.
El acto de caminar, de alabar al Dios
de todas las cosas que nunca pasaron,
de burlarse del Demiurgo y crear
nuevos mundos.

Esta habitación huele a encierro, a desesperación,
y mi reflejo en la ventan es lo único cierto,
y lo único que no puedo escribir.