RECOLECTOR DE ALMAS

Recolector de almas

Me encuentro en mi lecho retando aun al señor del Sueño.
Son tantos los lamentos que escucho.
¡Unos calmados y otros tantos muy alterados!

Sentado en mi reino, desconozco que es el sentirse cansado.

Poseo una lista infinita, donde se registran las almas sesgadas.
De cada una de ellas conozco su historia.
Si fueron felices o simplemente murieron tristes.
¡Eso ya no importa!

En todo el universo me conocen con diferentes nombres.
Pero todos coinciden en llamarme el recolector del último suspiro.
El carcelero de almas. El solitario del inframundo, ¡que no se detiene a observar quien le acompaña!

¡No me preocupa en pensar si me consideran compasivo.

Me presento en solitario y marcho acompañado.
Llego y rápidamente me voy sin entablar charla con los difuntos y menos me detengo a saludar a mis hermanos los eternos.

Apático me dirijo al inframundo.
Sin percatarme como mis fieles Cancerberos hacen fiesta al ser acariciados, por las largas manos de mi hermano el Destino.

Nunca sentí ese algo por parte de quien me llevo.
La mayoría se opone al acompañarme. Pero mi embrujo los hace seguirme, sin que se pregunten a donde llegarán.

Fue aquella noche donde acudí al llamado de otras tantas almas.
Como siempre, salí a cosechar y de repente...¡te vi!
Te vi suspirar, mientras algunas lágrimas enrojecían tu mirada ámbar.

El Viento peinaba tus mechones plateados. Mientras mi abusivo hermano el Tiempo, capturaba tu rostro apiñonado.

Jamás había percibido sentimiento tal.
Jamás sentí ese algo, que hizo que se renacieran mis frías facciones.
Que gesticulando engendraron en mis labios la primera sonrisa desterrada por mi y por mi primo el Olvido.

¡Después de milenios, de principios y finales recuerdo a ese viejo sentimiento!

Quise tomarte entre mis brazos, pero te veías tan afligida, que no quise obtener tu rechazo.

Algo sucedió en aquella noche.
Ese algo me recordó lo que siglos atrás el olvido quiso borrar.

Desde entonces no repare en observarte, en espiarte, en no sentirme ya cómodo por cosechar extensiones de tu vida.

Mientras tu dolor desnudaba tu cuerpo, con la finalidad de mostrarme tus desnudos sentimientos, ¡que fieles resguardan tus hermosas almas!

Soy uno de los eternos, ¡yo lo sé!
También sé, que tú sabes que y quien soy yo.
Soy ese ser que se lleva sin pensar y ahora sin querer parte de tu ser.

¡Sé!, que te hago daño cada vez que observas a esas almas formadas en una larga fila. ¡En donde cabizbajos me acompañan!

Tu sollozar me hace daño, ya que no pretendo que sigas llorando.

Te llaman Vida.
Tu nombre significa siclos, significa momentos, significa fin e infinidad de comienzos.

Dentro de tu tiempo, yo deseo ser tu amor.
Ser ese todo que nunca te haga más daño.
Ser quien no te haga más llorar.

Pero yo...yo sin querer te alejo de lo que más quieres, de lo que te hace sentir orgullo y otras tantas veces pena.

Mi hermano el Destino es impredecible y en aquel dos de noviembre nuestras miradas entrelazo.

Me sonreíste aun con lágrimas en tus mejillas. Con ternura tomaste mis frías manos. Mientras me asegurabas, ¡que comprendías mi trabajo!

El calor de esas manos lo atesore como lo mejor que me ha pasado.
Desde entonces era algo incongruente que la vida y la muerte se encontraran y se amaran incondicionalmente cada dos de noviembre.

No sé si estaba ya escrito, pero le agradezco a mi hermano Destino.

Cada fecha de fieles difuntos festejamos nuestro aniversario.
A petición tuya permití que todas esas almas cruzaran mi portal, para visitar a sus seres vivos.

Tomándome de las manos observabas aquel gigante rebaño.
Mientras los humanos ofrendaban diversidad de flores a esas almas.

Tumbados en esa alfombra creada con todas esas flores de terciopelo. Degustabas el aroma de la corona de cempasúchil hecha cuidadosamente por mis manos. Ellas custodiarían tus mechones plateados en las largas ausencias de mis fríos brazos.

Con las flores de nubes formamos una gruesa cadena que entrelazo ambas espaldas.

Nuestros sentimientos se comprometieron a mantenernos unidos pese a los futuros reproches que ocasione mi hermana Discordia. En aquellos momentos en que mi dolor y tu llanto fueran invocados por mi arduo trabajo.

El escaso olor a ocote quemado nos regresa a la realidad de este presente. Ambos sabemos que por el momento debemos de despedirnos. Pero...nunca nadie nos separara. Siempre estaremos unidos por el lazo de mi hermano el Destino y aunque se piense que este sentimiento es dañino. Seguiré siendo el recolector que se lleva sin querer pedazos de tu piel. Seguiré siendo quien se lleve a esas almas que engendra tu vientre y que minuto a minuto pasan por mis manos sin poder acariciarles, ni poder disfrutar de las palabras de esos fallecidos sentimientos. Sentimientos que son extensiones cortas de mi eterno amor llamado Vida. Una Vida que me ha confirmado que pese a ser un eterno aun tengo sentimientos.

Autor. Mario César Palma G.
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