Entre el amanecer y el anochecer

Debido a que tus manos me prodigan caricias.
La compasiva noche me abriga ante los lamentos por mi piel ya extinta.

Su oscuridad atrae a mis recuerdos que impregna con sumo placer sobre tus labios gruesos. Ello provoca que de tu boca surjan palabras dulces y arrebatadas que me erotizan hasta el alma.

No permites que mi mente sea poseída por la locura al recordar tu dolor por mi partida.

Mil suspiros azuzan al silencio que apenado huye llevándose tan lejos sus gemidos de placer. Esos que libera al presenciar nuestra anormal entrega. ¡Esa que acaba cuando el mañana despierta!

Pese a que te camuflajeas de mil formas.
¡Mis cuencas perciben con claridad tu verdadero rostro!

Eres ese ser, esa presencia que a muchos aterroriza y a otros tantos tranquiliza.

¡Al acallar su último suspiro.
Te presentan como sus mayores temores te observan.

Sean humanos, sea cualquier criatura terrenal nunca discriminas.
Por igual te llevas a sanos o enfermos sin reparar en cuestionamientos.

Te describes apática, fría pero me has demostrado con hechos que eres tan diferente.

Te desvives por mantenerme sobre tu pecho mientras degusto de la serenata que cada noche me regalan los tétricos graznidos de tus cuervos. ¡Que para mí son dulce melodía mientras no devoren a mis restos, no devoren al motivo de tu vida!

Te presentas dentro de la oscuridad, ya que temes que tú apoteótica presencia pueda causar estragos no deseados en mi cordura. Que inestable ya divaga por estar entre dos realidades. Ambas me restriegan lo frágil que es mi alma sin el caparazón de piel y huesos, de pensamientos y sentimientos. ¡Esos que amaste cuando te descubrieron!

Cada madrugada me abrazas y me dices que en estos momentos me amas más que al ayer, más que los momentos venideros que se suscitan entre tus caricias y mis besos.

Es tanto tu amor que no permites que en cada despertar me deprima al constatar que mi alma solo te es prestada y en las madrugadas te es reclamada por su absoluto dueño.

Me susurras que aun siendo un ser eterno sin un definido sexo, no te preocupaba el llegar a amar a un mortal que sin querer tú andrógino corazón eligió sin ninguna objeción.

Y desde aquel momento me custodian tus cancerberos.
Celosos alejan a todo ser espectral o mortal de esos restos que aún no calculan el tiempo que reposan sobre este sendero.

Ahora compruebas que cuando se ama la soledad por momentos es mala. Pero nunca te he reprochado el haber llegado después de que muchos lobos degustaron de mi carné. Rasgaron con enfado aquellas pasadas caricias que me prodigaron amores falsos. Sus fauces no lograron llegar a mi corazón ya que en esos momentos tus manos me lo arrancaron y ahora el luce sobre tu cuello, sobre tu pecho como tú más valioso amuleto.

Te molestaba la idea de ser tuyo aun con pasadas historias sobre mi piel.

Como es la primera vez que amas no deseas que nada interfiera ante las muestras de tu amor.
Ese es el motivo por el cual con recelo optaste porque a ese cuerpo que hoy acaricias fuese tan solo de alma y hueso.

Mi olfato te percibe a lo lejos.
¡Ese olor a viejo con toques dulzones es inconfundible!

Protegido me encuentro en la inmensidad de tu mirada.
¡Dentro de ella mil lunas e infinidad de galaxias son testigos de nuestra entrega!

Malhumorada guardas silencio.
Con enfado compruebas que tan extenso es el bostezo de tu hermano el tiempo y comprendes que entre el amanecer y el anochecer existe una gran distancia que por momentos nos separa.

Por primera vez observas hacia los cielos y suspirando te preguntas...
¿Qué tan contradictorio es que la muerte ame a un mortal del cual se enamoró cuando ella lo observo y él tan solo le sonrió?

Autor: Mario Cesar Palma G.
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