dos cuchilleros

poema de luis maria

Un gato azul
se escabulle en la negrura
y como respetando al silencio
cae muda y distraída la garúa
en la noche indiferente.

Los gorriones emigran con su canto
hasta que vuelva el dia.
De los pliegues de las sombras
brota una indecisa
frontera de ladridos
y se oye en la noche lúgubre
la tristeza ansiosa
del que se va silbando solo.

Desde alguna esquina
perdida en las calles
se escucha la ronda distante
del pito de algún vigilante.

Camina el compadre
por el piso de agua y barro
en la oscuridad
y si no falla el narrador
es una noche del cuarenta
en el viejo San Telmo.

Su perfil agreste presagia sangre
y ante la pelea inminente
su mirada tan fría
parece casi indiferente.

Calza boina colorada
y lo moja en su piel
la garúa helada.
Va con la mano
rozando el crucero de la daga
como previniendo una emboscada.

El saco es negro
con vivos blancos
lleva faja negra
y bombachas batarazas
pañuelo de seda al cuello
y los ojos de gato en celo.

Cuando la luz del refucilo
ilumina por un instante
voltea la cabeza
de lado a lado
girando el cogote como búho
para espiar al sujeto restante.

Se oye el choque del acero
y bailan los peleadores
en la humedad del suelo.
Como para quitarle chance
al perdón y al arrepentimiento
suena en las sombras
un grito postrero
y entrega la noche otro muerto
a la cultura del duelo.

En la negrura de la calle
que hace temblar al coraje
estalla la tempestad
como un presagio maldito.

Los que esperan
se habrán olvidado
antes que cante el gallo
del que ha matado
y del que está
en la calle tirado.

Se derrama el aguacero
arrastrando sangre
y se alejan
los perros vagabundos
y los gatos callejeros.
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