La eternidad de una Carta

Recuerdo los tiempos de las cartas, aquellas que se perfumaban, que llevaban el puño y letra, las que plasmaban el sentimiento desde lo más profundo del corazón, bombeando la sangre hasta la mano que la escribiera. Todavía creo en las cartas, todavía creo en una nota que lleve la ortografía y las más decoradas palabras. Creo en esa tinta que podía tornarse grafiti con una sola lágrima que cayera en ella.
Creo en la esencia de aquel papel sacado del bolsillo, el arrugado o el demasiado liso, en el que se podía besar mil veces, oler y dormir debajo de la almohada, el que podía incluso adornar una gaveta, una coqueta o una mesa de noche, ese que podías contemplar con el enchulé, que quizás podía haber llegado a tu pupitre de la escuela o a tu puerta, ya fuera con un peluche, con una rosa, con una fotografía o simplemente con cualquier detalle adorable.
La carta, aquella que arropa los recuerdos con el aroma de la nostalgia, las miles de palabras que depositan emociones, las frases o extractos de un verso, y algunas en las que solo el carmín de unos labios firmaba al esbozo un profundo y plasmado sentimiento.
Esos besos que no se sienten físicamente pero imaginariamente erizaban la piel. Y era maravilloso tener muchas de esas cartas guardadas en una caja, cofre o diario, algunas escondidas como ese tesoro más sagrado, algunas enviadas otras sin atreverse a salir al universo. Leerlas más de una vez con profundo placer, deleitarnos acompañados del aroma de un café, o del buqué de un vino.
Hoy quedan cartas, y queda la efervescencia de la sublime caricia en ese papel quebradizo, en esas letras que van cobrando vida o mueren con el tiempo dormido. Menos mal que al escribirlas, como aun hago yo, nos liberan la presión del pecho y regalan paz al sueño, esperanzas al amor perdido. Aunque queden en nada, aunque se conviertan en abono, cenizas o las polillas las disipen, no hay manera de recobrarlas a menos que de verdad las atesore quien las reciba en el honor u orgullo de enaltecer su codicia con lo más que le hace falta y a otros le sobran, las cartas que llenan a las cartas vacías.
Porque aún escribo cartas, aun creo en el enamoramiento a la antigua, aunque no logre cambiar nada el sentimiento de a quien le escriba, pero de algo si me sirve, liberar el alma mía.

Comentarios & Opiniones

Artífice de Sueños MARS rh

¡Vale, poético ser sobre todo! Eso que sale con profunda verdad emociona y mueve a escribir. Saludos y a un abrazo desde Perú.
Hasta nueva obra.

Critica: 
cielo azul

Yo también creo en las cartas, pero ya no se escriben, ya se acabó el romanticismo escrito en papel, ahora es electrónico,
Un saludo María.

Critica: