Su cabello ha cautivado hasta el sol
y trascurriendo en ondas adormecidas
evoca a un sueño sin final,
en la frialdad de la lejanía
todo confluye en pos de su felicidad,
en un rampante arraigo
que nos hace parte del todo.
Descalsos en su afinidad,
recorren el camino juntos,
en la ineludible condena,
remojan sus sentidos
en bálsamos de victoria
y se suscriben al misterio
en empatías perdurables.
Allí, en el remanso de su abnegación,
habitan cautos en pleitesías,
para con aquel ser en el que
convergen todas las horas,
yacen allí absortos
en el epíteto eufemístico
del sol mismo.
Ya abandonados de su voluntad
se rematan cautivados
en los albores de la contemplación áurea,
en un nirvana inédito.