LA OBSCENA MIRADA

En la tiniebla,
aquel deseo veía las luces
de los cuerpos retozando.
Masticaba los besos
rodeado de lujuria jadeante
de frases sueltas,
exclamaciones sin sentido
y un olor a placer
tan dulce como la hierba recién cortada.
En la tiniebla
forzando la mirada
bebía en las fuentes del placer ajeno
aquel pobre huérfano de amor
que ni el suyo tenía.

mabel escribano
d.r.
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