El ciego

poema de Laya

A veces lo miraban raro al cruzar la calle.
Los niños lo señalaban con la punta del dedo mientras jalaban los vestidos de sus madres para conseguir que lo vieran al igual que ellos.

Algunos le tenían miedo, y se alejaban.
Huían de sus ojos grises sin color, que a veces parecían ser más hermosos y coloridos que el arco iris.

Ya anciano era, sus manos temblaban y su piel estaba arrugada.
Sus cabellos desteñidos estaban, y su bastón estaba desgastado por el tiempo.

Yo solía visitarlo en las mañanas de primavera,
cuando las aves cantaban y las flores obsequiaban sus perfumes que recorrían largos viajes por los vientos.
Yo lo admiraba.
Muy pocas veces había tenido el gusto de conocer a alguien tan auténtico y tan único como aquel señor.
Él era un artista, un verdadero artista.
Practicaba y dominaba el arte de saber vivir, y sobre todo el arte de saber amar.
No era ciego en lo absoluto, su corazón lo decía todo, y con la ausencia de poder ver con los ojos, miraba con el alma.

Recuerdo bien que yo le escribía cartas y se las leía en nuestros encuentros, y que al oír sus letras el sonreía y reía con una risa sincera y real.
Él solía decirme que todo era un juego, y nosotros los peones.
Solía decirme que no existían los sentidos, que la vista era algo superficial,
que de observar realmente, se encargaba el corazón.
Yo solía pensar que él era un mago, porque parecía verlo todo hasta más claro que cualquier otra persona, y solía pensar que era un ángel.

Nunca olvidaré a aquel ciego, ni a sus últimas palabras.
Siempre recordaré que al irse al otro mundo, recostado en su cama, logró pronunciar algunas palabras con su voz temblorosa e insegura.
Recuerdo que al finalizar su vida logró describir el rostro de su madre como si en algún momento hubiese logrado recuperar la vista.
Cuando sus días se acabaron, él le susurró al mundo que sin importar ni lo que la gente diga, ni lo que la gente piense,
siempre estaría orgulloso de ser quien era, de no poder
ver con los ojos al mundo y de no poder aferrarse completamente
al cuerpo y la materia.
Siempre estaría orgulloso de él, pues era una de las muy pocas personas,
que en verdad logran amar por lo intangible y no por la imagen.
Era uno de los pocos que en realidad logran amar completamente,
sin razones más que el propio deseo de sentir amor.
No podía leer libros, pero podía leer corazones.

Era un artista del mundo.

Comentarios & Opiniones

JOSE FLANDEZ

Bellísimo poema con encantadoras imágenes en una historia interesante y muy bien lograda... realmente me encantó. Un fraternal saludo y todas las estrellas para tu inspiración.

Critica: 
María del Rocío

Excelente relato, que historia tan hermosa Laya, como. Tu sensibilidad es preciosa. Una abrazo muñeca.

Critica: 
Laya

Gracias JOSE, un gusto como siempre recibir tus opiniones.
Gracias por tu tiempo de lectura.
Saludos.

Critica: 
Laya

Marìa, un gran placer que te haya gustado.
Me alegra mucho, gracias por pasarte como siempre.
Un abrazo.

Critica: 
Saes

Que hermoso relato,te engancha de inicio a fin.Laya me gusta tus creaciones literarias,te lo vuelvo a decir:no dejes de escribir.Saludos.

Critica: 
Laya

Gracias por tu valioso aporte a mis letras Saes, y por la lectura constante.
Un gusto recibir tu presencia.
Saludos.

Critica: 
El poeta de la palabra

palabras muy hermosas llenas de emocion...salen de lo mas profundo del alma... me gusto leerte...todas las estrellas poetiza...te invito a pasar por mi muro...un abrazo fraternal

Critica: 
Laya

Muchas gracias por tu valiosa presencia en mi escrito Poeta de la palabra, me llena de alegría que te haya gustado. Fue lo que me salió del corazón.
Con mucho gusto me pasaré por tu espacio y te leeré.
Un abrazo.

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