Zarpazos

Cuando se cree como aliado al viento
Baja de él la muerte misma
Incluso la brisa siente ganas de esconderse
Se nubla el sol. Se estremecen los suspiros
Pues llegan por todos lados
Esas rapiñas, fielmente designadas
Pues es momento de las visitas
Llegan con inalterable alevosía.
Felicitar lo que está hecho
Ayudar las alteraciones previas
Reprochar lo que falta y corregir
¡Tan solo eso buscaba el felino del aire
Que acechó a las presas desde nubes
Pasando desiertos de luces forjadas
Olfateando valles de avinagrado rencor
Rastreando mares de injusta alteración!
Solo buscaba corregir lo que no hicieron
Solo buscaba cazar y llenar de sangre
Sus fauces uniformadas de disciplina
Llenar sus garras y colmillos de hierro
Con el agridulce olor a pólvora engendrada
En los vacíos de las esperanzas
Y en las voces apagadas del gentío.

El olor de las últimas horas de luz
Se amontonan como pasos secos.
Había orden dentro del silencio de Cauquenes
No había por qué pisar firme la tierra
Al igual que en la Ciudad Histórica y en el Piduco
Donde se hacen las tortas y la calma de Linares
Existía un clima algo más tranquilo, no había nada
Pero las lluvias se hacían más espesas
Y las ráfagas heladas nublaban las sonrisas
En la Ciudad de la Frontera se oyeron gritos
Y la Perla del Bío-Bío se tiñó de rojas pólvoras.
Y allá lejos, Donde la Lluvia se Hace Canción
Solo se miraba tristeza y disparada confusión
Si, confusión que remeció aún más la tierra
Un terremoto de descargas en la Ciudad de los Ríos
Llenó la niebla de miradas apagadas y calladas
Sin poder mirar la esperanza ni menos la justicia
Que anhelaba la libertad del cálido frío verde.

Fueron callados esos falsos prisioneros
Solo por elegir otro lado, otro color en el poder
No hubo delito alguno, pero fueron fusilados
Todo vino desde el general, o de su delegado.

La tierra se viste de respiraciones aceleradas
Compras anuladas de gargantas cerradas.
Oh Ciudad de los Campanarios, a ti llegó la hora
De suspirar por los que no verán más la luz
Donde el Desierto Florece se crea resignación
Sin juicios, sin justicia ni menos murmuros
Se oyen los ecos por el litoral teñido en gritos
La Perla del Norte cuelga en nudos su portada
Pues el miedo carcome hasta la erosión misma
Sin aviso, la neblina se alumbra por el fuego
Es tal el polvo del desconcierto y la crueldad
Que el mismo desierto se cobija en la locura
La Tierra de Sol y Cobre de a poco, cierra sus ojos
No quiere llenar el sol de clara sangre inocente.
Comitiva de pólvora cruel e irrespetuosa
¡Que zarpazos dio con sus garras el puma
En la lejanía de la seca y perdida Pisagua!
Que en la Tierra de Campeones, nadie vio nada
Nadie quedó mirando la lluvia de balas
En los desiertos secos de esperanza y fuerza
Ni desde el Morro se pudo ver la ráfaga
La Ciudad de la Eterna Primavera se oscureció
En un frío de invernante y flagelante dolor
¡Miseria y tristeza! ¡La crueldad parece tener nombre!
Los llantos y ruegos no se hicieron esperar
¿Dónde están? ¿Dónde está tu presa, maldito felino?

Al final todo quedo enterrado bajo el caminar
Solo se puede sentir el olor al sudor de la muerte
Impregnado en los dominios de los muertos
Una mezcla de duda, rebeldía y de dolor
No hubo ni abrazo ni tampoco un beso
Ni siquiera se oyó un hasta siempre
El susurro de los fusiles hizo su despedida
Los gritos fueron su único y olvidado réquiem
Los ojos se encerraron en un mar de lágrimas
La sangre escribió su nombre en el viento.

Triste, pero es la verdad que dicta el ayer
Que aún tiembla de candente preocupación
Ya que el Puma y sus garras pueden volver
Y la noche caerá sobre los nuevos olvidados.-