AMIGO

Amigo, ayer me enseñaste el valor de la vida,
Cuando lanzaste tus idilios a la aurora,
Ofreciste tu belleza al rito de los dioses,
Diste tu sangre aquella necia soñadora.

Cargaste esa cruz de plomo tras tu espalda,
El sudor en tu frente resbalando en tus ojos agrietados,
El vulgar acento de los que avistaban tu pena,
Y la fauna de silencio de los clementes agotados.

El camino hacia la muerte te aguardaba,
Rindiendo homenaje al inframundo,
Tus muslos desgarrados en incuria de un látigo
Y tú con la aureola de un ángel te llamaban vagabundo.

Una oración en tus labios descarnados,
El desdén de las calles empedradas lacerando tus talones
Tu verdugo enmascarado sonriente y desgraciado,
Y el cielo humillado por mil razones.

Los clavos oxidados penetrando tus manos,
Tu aun murmurando plegarias mitigadas
Te adueñaste de todo lo inhumano y
De las torturas jamás apreciadas.
Amigo, déjame cantarte, déjame escribirte, déjame plasmarte
Que la lira rose el viento de los mares,
Que las guitaras afinen sus mejores trastes,
Y que mi alma en un solo latido pueda guardarte.

Amigo, comprendo los sinsabores de tu padre,
La angustia, el denuesto y tus pesares,
Tu espíritu es mi fe desde aquel día,
En el que diste tu vida por mí antes
De que yo germinara en el vientre de mi madre.

“Gracias amigo Jesucristo, tu sacrificio es el mayor ejemplo de amor”