Las manos del Mundo

poema de Julie

Oh Mundo, imagínate que yo;
que respiro,
canto y bailo frente al espejo al salir de la ducha,
me emborracho con dos licores,
y a veces con cuatro,
que recuerdo,
perdono lo imperdonable
-y de vez en cuando, también escribo unos versos-.
Imagínate que yo
pudiera hurgar en tu ombligo
y hallarme entre restos de órganos rancios
cuando irisas tus manos grandes y flotantes sobre la muchedumbre.
Ser más que alguien. Que nadie.
Tener dentro un pájaro que me ayude a conciliar el sueño. Que acaricies con tus manos
grandes y flotantes.

¡Ay, si vivir fuera sólo una ironía!
Si sostener este cuerpo sobre el asfalto
no fuera el precio del sufrir de unos cuantos

¡Dejaría pues, acariciarme por tus manos!

¡Ay, si vivir fuera sólo algo exacto!
Si sostener mi cuerpo sobre estos zapatos
(y estar. Y partir. Aquí. Allí.
Y no allá)
no fuera el precio de una conciencia que palpita,

¡Dejaría entonces, acariciarme por tus manos!

Pero hay algo que quema dentro. Y no nos deja ver.
Sólo a veces nombrar.
Y todos saben qué pasa con el corazón de los ojos que no ven.
Y no querría pensar
-si es que pienso-
que esas manos grandes y flotantes
son o fueron alimento del fuego de las almas ciegas de vida muerta.

Y yo te lo digo:
a veces me siento enamorada,
y entiendo a los poetas que cantan alegrías
y me chispean en la parte trasera del cuello.
Incluso a veces,
que me siento yo
-que me siento enamorada-
Quizás de nadie, pero me siento enamorada;
y nombro,
y veo,
y entonces mi corazón también siente.
También me encuentro con un terrible destello en tu ombligo,
que ilumina los restos de órganos rancios
entre pétalos que huelen a pétalos rosas.
También en mi pecho galopan los caballos,
el tiempo,
mi niñez,
los árboles repletos de larvas abandonadas
¡Y tengo el pecho tan lleno!
¡Y de mí brotan unas manos grandes y flotantes!
¡Y Mundo, te escucho hablarme!

Y Mundo, con estas manos grandes y flotantes,
¡Ya no quiero ser alguien!