Canto otoñal

“En el cielo nace el sol llorona,
Y en el mar nace la luna”

Y es que es claro,
Cada letra sigue siendo ajena,
Son arrancadas del Pasado y
Filtradas por esta lengua
Que es más de ellos que mía.
Es una pena ser el cementerio
De ideas pasadas, soy el hombre lejano.
Sus huesos anidan en este pasaje
Y brotan en forma de flores.

Las muertes se vienen pa´ cá
Y juegan a vivir detrás
De nuestros ojos,
Montando campamentos
En nuestros tímpanos,
Y bailes sobre mi frente,
Pues qué otra cosa les queda…

Pero cuando jugaban a morir
Los huesudos se sentaban en
Sus chirimoyas soplándoles las
Orejas asomándose por sus ojeras,
Y así a su vez con pasadas “leyendas”
¡Todos somos tan Platón
Como José Alfredo!
Y saquen las conclusiones que quieran,
Esto no lo digo yo,
Lo dice el tatara (Por diez a la 23)
De Sócrates cruza de Parra,
Aquí está la fórmula para tener razón.

Nunca he sentido salir sin pellejo,
Eso mío que si tuviera esencia
Dejaría de ser mío,
Por eso soy el enterrador,
Celoso de sus muertos,
Celoso de sí.
En este umbral de muerte
Y en esta día que´sque
se le atribuye magia;
La dulce guitarra que no deja de sonar
Parece ser la única sombra de virtud,
Ella sabiamente esgrime las palabras.
Por eso soy el enterrador, me enseñaron el vacío,
Lo vi y él comenzó a verme,
Con una sonrisa florida
Molió mis huesos,
Nunca me sentí más
Vivo que cuando empecé a morir,
La sangre dejó de responderme
Mientras la llorona me arrullaba,
Calma hijo de las flores,
Me decía en el ocaso de mi respiración.
Anda hermosa llorona,
Muéstrame que soy sueño
Si es que en esta pila funeraria sigo siendo,
No vaya ser que antes de terminar de
Escribir no pueda decir lo que quiero decir,
La boca se me seca y las manos se me cansan,
Mis ojos se aguitan y mi cara se desparrama,
Anda llorona de hermosos pasos,
Anda, tus manos saben a esa felicidad
Teñida y engarzada de locura,
¡dime!
Antes que la veladora se apague,
Aún siento su calor pintando de naranja
Esta noche que inicia donde acaba,
Recuerda que detrás de cada
Nota escupida de la tierra
Lo muerte se asoma con sutileza,
Asume el inicio de los atardeceres,
Se recuesta debajo de la luna
En el inicio de las palabras.

Por eso soy el enterrador, me enseñaron el vacío,
Lo vi y él comenzó a verme,
Con una sonrisa florida
Molió mis huesos,
Nunca me sentí más
Vivo que cuando empecé a morir,
Punto a punto me clavé en su mirada
De otoño, en su mirada de vida,
En su mirada de guitarras roncas,
En su risa entorpecida de otros,
Su extrañeza se me hacía ajena.
En el límite de nuestras visiones.
Justo ahí en donde nuestras manos se tocan,
El frío y el calor,
Me estaba chupando la visión,
No era la visión, me convertí en
El vacío que mira al hombre,
Y con eso en el vacío que se mira a sí mismo.

Comentarios & Opiniones

Fer el Kantiano

¡Muchas gracias!

Critica: