Te acorralaré hasta matarte

Tenemos que aspirar a vivir en estado poético y evitar que la prosa sumerja para siempre nuestras vidas.

CARLOS NORONHA

CACHO UNO

Viaje al fondo del mar

¿CUÁNTO FALTABA?

Entonces me preguntó que cuánto faltaba y yo le dije que dos años y me dijo que bueno, que gracias porque era feo quedarse con esa ansiedad indefinida de no saber cuándo. Entonces no volvimos a hablar, y yo no vine a escribir esto para verlo después.
Hoy es después y atravesé un largo olvido y ahora estoy ante mi precaución de hace... ¿cuánto tiempo hace? ¿Cuánto faltaba? ¿Para esto? ¿Para esto faltaba?
¿Cuánto faltaba para qué?

EL MEJOR VERSO DEL MUNDO

Libro: "Cuentos absurdos o de por qué todos ustedes son idiotas".

Cuento del mejor verso del mundo o de por qué la felicidad es estar convencido de uno mismo y no tener la más mínima idea.

Yo no tenía la menor sospecha que me habría de enterar después, al desatarse la lluvia, que había estado nublado. Que había estado todo el día por llover. Como que me enterara de que podría haberme muerto, por ejemplo, porque un hecho de mi costumbre ya no contase con las mismas circunstancias, y al llegar yo la casualidad lo volviera a las características que eran mi normalidad. Supongamos una canilla de agua que tiene electricidad por un cable de la azotea roto en una tormenta producida después que yo me fui y que al llegar yo a lavarme, para sorpresa de los que podrían estar viendo esta película, no me electrocuto por un fortuito corte de luz.

Enterarme de eso sería medir la ineficacia de la vida, como, y al fin y al cabo esto es lo que importa, enterarme con la lluvia que estuvo nublado el cielo.
Es decir, y me asalta la duda de siempre y esa insaciable condición de preguntar cosas y la maniática irrespondibilidad que les obliga el tiempo. La única certeza de las cosas es que han sido.

Enterarme de que no me he muerto no tiene sentido. Es lógico que no me haya muerto.
Pero esto es trágico, y no por lo de la muerte, sino porque tal vez nadie sabe que se ha muerto y, peor aún, la duda de eso que tengo ahora deberá esperar hasta morirme, y si no sé que he muerto, menos sabré que no resolví mi duda. Y qué atroz morirse con la duda. ¡Pero qué duda si no estoy enterrado! El embrollo de siempre. Meterme en un pasillo redondo, que vuelve sobre sí mismo, y de repente perder de vista la puerta. Tengo la manía de empezar a escribir cosas que no sé hacia dónde van.
Es como ponerme un par de skis. Siempre, cada vez, por primera vez. Y echarme pendiente abajo.

Lo catastrófico es que, por lo menos en el caso de los skiadores neófitos, la solución está en un árbol al que, a pesar de los huesos rotos, se le puede agradecer en nombre del "si no, no sé qué hubiera pasado".

Pero ponerme una lapicera y un escribir, y una nieve que no sé con qué nombrar, es otra cosa.

No sé... la locura no nos avisa ni tiende la mano con árboles.
Es decir, el que va al sicoanalista tres veces por semana, es seguro que no está loco.
El caso es que, en este mismo momento, skiando pendiente abajo de la tinta y la vigilia, hablo de skiar.

Es como me pasó una vez, pero exactamente lo contrario, que escribí entre paréntesis que lo escrito entre paréntesis no tenía sentido. Lamentablemente yo lo había puesto para indicar que no había agravio en cierta anterior frase puesta entre paréntesis.
No perdí un amigo. No había entendido mi sutileza.

Aquí digo es decir, como la gente que se siente inteligente. (Es decir como yo.) Es decir, era como el niño al que obligan a pedir disculpas y que en cuanto lo sueltan se retracta y reitera el insulto: "¡No te pido perdón una mierda, gordo chancho!" O cualquier ejemplo de su infancia, señor, vamos, no se haga el bueno, y menos el maduro. Que no hay snobismo más barato que aparentar ser no-snob.

Bueno, el asunto, para que se entienda (brutos de mierda, ya llevo una página explicándoles), es que yo decía: "(Lo que está entre paréntesis no es cierto.)" Por lo tanto, y no me vengan con que se habían dado cuenta de la jugada, les dije en las narices "Brutos de mierda". Bueno, así le hice a mi amigo.
Jódanse por comprar este libro.

¿Quién les mandó creer al camelero del Jaron cuando les decía que era "Buenísimo!"?
Qué gracioso. El Jaron lo decía porque yo, que no lo había previsto (otra vez el túnel circular), lo nombraba antes de que él hiciera el comentario.
Jaron... sos un boludo por no existir.

Mejor les explico esto otro, B. de M., que es más fácil: dije "jódanse por comprar el libro". Pero lo escribí. (Antes de que fuera un libro.) Como si yo esperara que ustedes fueran tan pelotudos por comprar un libro en el que les decía, aún antes de que el libro existiera, que eran unos pelotudos por comprarlo.

Yo los preví. Ustedes a mí no. Porque eso es lo que hago: cagarme de risa de ustedes.

Ah!,
¡el verso!... El mejor del mundo... Era...

La lluvia tirita sobre el techo su
cabellera de cristal.

Me di cuenta cuando empezó a llover.
Ya nadie podía convencerme
de que llover no fuera eso: tirita sobre el techo su cabellera de cristal. Como el tri-tri de Lugones. Los que no sepan qué es el tri-tri de Lugones, no habrán tenido el tupé de ofenderse por lo de brutos de mierda, ¿no?
Ah!: Lo de que la felicidad es estar conforme con uno mismo pero no tener la más mínima idea. Es una linda frase. Cómoda para ustedes que no la entienden pero que se ponen siempre palabras en la boca que les quedan como un clavel en el ojo del culo.
¿Qué? ¿No entienden mi conformidad? Después de haberlos cagado, la única conformidad posible es la mía.
Ahora, díganme, ¿quién carajo me puede cagar de ustedes?

CÉSAR BRUTO

(En el medio de la firma y el final, un dibujito tipo Mafalda skiando con soltura.)

Otras veces puede pasar que en la primera prueba nos enteremos de que éramos grandes skiadores.

Contratapa del cuento:
(Dibujito de un skiador que se cagó de un porrazo.)

Fin del libro:
Éste es un libro de cuentos que se traman cuentos y se subtitulan cuentos y cuentan cuentitos donde se cuentan cuentitos... Etc.
=
(Igual:) = 100 dividido 3 = 33,333333... etc.

Es como ir al cine donde dan una película en que se va al cine y dan una película en que se va al cine (acá la tinta va empalideciendo gradualmente).

Ah! O si no, como eso del tarrito de Royal (*), en que hay una vieja con una escoba y un gato. La vieja y la escoba me importan tres carajos, pero la vieja tiene un tarrititito de Royal donde habrá otra vieja que seguirá sin importarme tres carajos, y así hasta que el boludo que pinta los tarritos de Royal se dé cuenta de que en su puta vida va a terminar de pintar uno, porque pintar uno adentro del otro es como avanzar siempre la mitad, y es no llegar nunca. (La proporción entre un tarro y el pintado dentro, tal vez no es de 1 a ½.)

—Dibujito:
Un tipo grita los tengo, tengo todos los tarritititititititi...: (aquí la letra va achicándose gradualmente).

[Esto es un dibujito de un tarrito de Royal que tiene un dibujito de un tarrito con tarrititito con 100 dividido 3 = ..., etc. Va justo aquí.]—

(*) Esto es para vos Graciela, Chela, Gache, Chelita, que te ponés claveles en el culo y te quedan como el ojete, y yo ya no me los pongo ni siquiera hombres (no me decoro las palabras con nada, ¡O SEA!), como ese amigo tuyo tan puto.
Además que ahora soy famoso.
Por lo menos te rompí las pelotas hasta el final del libro y ahora estoy en tu biblioteca.

(Dibujo de un tacho de basura. Va justo aquí): ¡Boluda! ¡Tirándome a la basura!
No podés evitarlo.

_____________________
Ahora que me conocen:
¡Compren mi libro de versos cuando aparezca!
Los desafío a que me entiendan.
No importa,
la posteridad me dará la razón.

De más está decir que no hago la salvedad de que los nombres, sitios y hechos que aquí aparecen no tienen que ver con la realidad y que cualquier semejanza es pura casualidad, porque sé que no me van a creer.

EL MEJOR CUENTO

Había escrito mi mejor
|
cuento
|
en el cuento una situación similar
aviso, sugerencia intuitiva
|
terminé de leer y al rato me di
cuenta de que el propio cuento podría
pasarme
etc.

Estuve grabando todo el tiempo, recité
y cuando terminé, estaba desenchufado.

EL RELOJ

Estoy delante de este cuento que todavía es duda. Silvia también está tratando de escribir. Debajo del afán de descubrir la posibilidad de un nombre, un hombre, un lugar y un hecho, nos azuza un afán de encontrar primero que el otro de los dos, el cuento que buscamos. Yo no tengo idea de cómo será o es. Por eso tengo miedo de pasar de largo, sin reconocerlo, cuando lo tenga ante los ojos. Silvia ha tachado algo. Mis hermanas se cagan de risa de no sé qué cosa y yo no encuentro el hilo de no sé qué cuestión. ¡Carajo! Voy a sacar la leche del fuego para tomar el remedio. Estoy ronco; claro, en la caligrafía no se nota.
El reloj late con la parsimonia de los | tacho | no sé con la parsimonia de los qué, tacho parsimonia | El reloj late con la | no sé con la qué late ese reloj de mierda | Con la qué de los no sé qué.
Esto no sirve como cuento. El reloj no late un carajo. Son las 8 y 10 y hace 10 que estoy con ese reloj de las 8 y 10.
Silvia ya lleva media página. Tomo el remedio. La mierda, la leche estaba muy caliente y dije mierda. Además, la pastilla es tan amarga.
Estaba predestinado mi fracaso como cuentista. Aunque, pensándolo bien, mi personaje tal vez está llamando desde la nada para ser, y yo bruto que no sé escribirlo.
¿Quién será?
Éste es un cuento sobre un cuento que no es. Por eso éste es un cuento que no es. Y no les cuento nada. ¡Qué carajo!

DE LA BALA DE MI FUSILAMIENTO

Mi silencio hace un ruido infernal.
Sobre todo cuando intento abrirme para descubrir ese incierto grito que tal vez me falta un testigo para existir.
Entonces lo vislumbro entre el muraje portentoso de mis huesos desperezando los goznes de su obesa flotación. Como el vacío. Es el silencio mismo. Vibrando como la nada tiene un verbo distinto de existir. Y no la numeral intransigencia del concepto. Viene de huecos remotos que hago en la carne del silencio primero. Es decir.
Es como estar en sombras completamente (nadie se salva del terror que infunde la idea de no abrirse nunca más, descubrir que era la primera imbatible imagen inimaginable, de estar ciego).
Entonces como en latidos, como grillos sin cambiar de color, o de incolor, es decir sin número, pero vivo, vibran como luciérnagas. Desaparecen. Lucharé todo el intiempo, hasta que retengo una, es decir me detengo. Me acorto hasta la inexistencia del instante y la luz fugaz tiene un tiempo infinito. Es como un hueco en el silencio primero. Allí me instalo. Es el silencio segundo. Como el número 2 (cualquier número del infinito). Es un lugar en un pasillo donde moverme no tiene realidad de cambio. Es decir, es un túnel en el instante. La eternidad.
Es decir, allí puedo decir aquí. Pero si me traslado más allá sigue siendo aquí, es decir allí y no he cambiado de lugar y sí. Es decir, ya rompí mi primera sujeción, el tiempo.
De la bala de mi fusilamiento. Tal vez en esta eternidad que se parece a tantas seguía escuchando el ruido que aún no había cambiado de instante.
Tanta es la urgencia o la obediencia de entenderlo todo que la humanidad, mi rígido montón de cosas que soy hombre comprende. En ese silencio inconmensurable que puedo abrir entre cualquiera de dos sitios del ruido de la explosión de los fusiles, tal vez eso es el alma, encuentro el insignificado absoluto, tal vez la nada y huyo a un verbo distinto por una puerta que me parece reconocer.

SOMOS LOS AMIGOS

Yo no los había visto nunca, se me acercaron afables, ahora comprendo y digo afables, con un gesto que significaba eso, luego supe que era un gesto. (Ahora ya hace tiempo que he aprendido a saber qué significan.) Nunca me pregunté mi propio significado.
Entonces me tocaron, se atarearon con sus manos sobre mi piel repitiendo mecánicamente gestos iguales. Yo no sabía sentir, pero después del primero empecé a reconocer que había sido el primero y me hice amigo de los signos; fue mi primera idea del orden y supe que cuando las cosas son empiezan por ser primeras.
Y estuvimos siglos asumiéndonos empujados por tanta soledad. Entonces solíamos durante larguísimos inviernos dedicarnos a ser con la manera de uno solo de tantos gestos que después aprendimos o inventamos. Generalmente coincidíamos en la sensación interna y hacíamos muecas parecidas para remedar alguna cosa. Entonces ya fue la memoria y mecánicamente anudamos un signo a otro y nos empezamos a volver torpes y a esconder entre dos algún signo que no queríamos dejar ver. Ahora lo comprendo: ellos habrían dicho somos los amigos. Y también aprendieron el tiempo porque yo o cualquier cosa les pusimos antes el antes y después el después, y aprendimos cuándo.
Aunque yo digo un siglo de espera y en verdad dejé pasar creo muchos años o muchos días en que no sabía pensar después y no sabía contar. Entonces ya teníamos un signo cada uno como identificados, asimilados a nuestro propio significado.
Ahora comprendo, por eso dije eso de las cosas, y pienso que es necesario lo primero de algo opuesto para saber que algo termina y a veces como las otras veces (las que siguen) dan idea de la primera es menester que algo deje de ser o pasar para que uno sepa que pasaba. (Entonces todavía pensaba que ser era pasar, aunque no sabía que lo que era podría llegar a pasar.)
Comprendí que tantas aprensiones habían sido el temor de lo otro y cuando aprendí a durar y contar, aunque un siglo podía ser más o menos que un día, empecé a tener el miedo de cuanto temía todavía y la ansiedad de cuanto faltaba.
Ahora comprendo, ellos habían dicho somos los amigos, y antes de ellos yo no sabía que yo solo, y ahora después de ellos ya sabía que yo solo, por eso de las veces de las cosas, y ahora sí me sentía solo, y no le puse signo a eso porque no tenía a quién hacerle la mueca.

Si ellos miraban desde afuera, tal vez yo no sabría nunca cuándo porque cada vez que quería sorprenderlos tal vez se escondían. Porque a lo mejor ellos no son ni visibles ni audibles y son otras cosas, y tal vez me están induciendo sus lenguajes en sentidos que ellos ignoran que yo no tengo, porque creen que simplemente no les entiendo.

Entonces me di cuenta que había sido antes y después de la segunda tuve la idea del primero, alguien que sabía afuera mío me estaba tocando, enseñándome la piel que había sido mi duda, ese temor de tantas cosas, como un lejano, remoto pero inicial hábito de que yo me acomodara de alguna manera a cada toque distinto. Ahora pienso y tengo miedo de que no hubiera sido así, como si pudiera estar equivocado o debiera empezar de nuevo y ya no fuera tanta la suerte de reconocer una cosa en la otra. Porque en verdad yo no tenía más que los signos que me hacía en la piel (ahora sé y digo la piel), pero no sabía a qué se parecía, no sabía (ahora sé qué es eso de comparar) con qué debía compararlo, porque soy... y todavía no lo entiendo del todo a eso de que soy ciego. Siempre les pregunto cómo son ellos que no son ciegos, pero no entiendo lo que me dicen porque me vuelve a faltar el punto de comparación. En realidad no sé si alguna vez podré entender eso de que soy ciego.

LAS HABITACIONES DEL INSOMNIO

Por fin sonó el teléfono. Un escalofrío me llenó de arena. Cuánto puede asombrarme lo que termina con una espera.
Qué ajena sentí la inquietud o no del que llamaba.
¿Qué era el otro lado de un teléfono?
Y tres veces la chicharra. Un ritmo interior separó mucho la cuarta. Sentí la eternidad, la última campanada. Y ya no sonó la chicharra. ¿Era ésa la consigna que estaba esperando? ¿Uno que se dio cuenta que equivocó el número al tercer timbrazo, o Graciela que se volvía al rincón de su café para ordenar el mientras de mi colectivo? Pensé en que dudaría ella también de haberse equivocado. Hay timbres parecidos. ¿Y si no había sido mi número, y yo aquí, otra vez con el corazón estirado equivocando rumbos en qué sé yo qué venas, con el saco en la mano como un idiota?
Había sido ella. ¿Quién si no a esa hora, y por qué equivocarse justo con mi casa y por qué tres timbrazos? Salí, con el saco en la mano todavía.
Tuve miedo de contar más ritmos en el ascensor, como si se me pasara el momento de evitar el infinito en un cuadrado tan verde con una fecha rayada a moneda y un lugar sin espejo, que necesité en ese momento. Siete pisos. Fácilmente un segundo pudo ser más largo que un día. Tantos segundos en ese día corto que también pudieron ser más largos que un día.
¿Y si Graciela estaba llamando, sin saber de poder ser dudada con un equivocado a las 12 y tres timbres iguales?
Creo que los locos empiezan perdiendo el ritmo. Las habitaciones del insomnio tienen paredes móviles que están acercándose constantemente y nunca llegan.
La calle se me aplastó contra la piel distraída. Me recortó los contornos con esa exactitud con que el frío limita los miembros que pudieron parecer infinitos.
La noche caminaba a mi costado. Ahora el ritmo era mío. Aunque había otros. Aunque hubiera otros.
Estaba parada afuera soportando el edificio que se le apoyaba en la espalda. La quería con esa sensación a gusto rojo y salada.
Adentro de la confitería, qué me importaban las gentes que no existían, no esperaban teléfonos ni la querían con sensaciones ni la veían soportando edificios.

Yo no manejaba las luces de las ventanas prendidas. Las recogía así, mías en un primer u octavo piso, la noche era así, y ninguna tuvo las luces en el mismo orden, o yo no lo vi.
Graciela compartía la noche a mi costado. Era dulce verla sufrir. Sí, sufría. Pobrecita, me comía su imagen como acurrucando un cachorro con frío.
Era múltiple, tenía raíces clavadas por adentro, y no entendía nunca que me gustaba besarla entre las piernas o chuparle los pies o morderle el pelo.

El saloncito era cuadrado, color crema, con guardas, cuadros, sillones, revistas y una mesa debajo de las revistas. La imagen era más Graciela. Yo miré cosa por cosa y la imagen siguió siendo más Graciela. Luego desaparecieron las guardas, las revistas, el color crema, la llave de la luz o el lugar del enchufe. Nunca me voy a acordar, era un lugar, una sala de espera, amontonadas un montón de cosas para ser sala de espera. La imagen era Graciela. Espera. Graciela. Me miré los zapatos. Todavía a veces me miro los zapatos, sin buscar nada.
No conté cuántas baldosas miraba ni miré el dibujo. Ya no llevé la cuenta de ritmos. Todo era un mazacote espeso de cuadros y enchufes y silencio entre Graciela y Graciela.
Otra vez el doctor. Corregí la primera imagen. Era más pelado que cuando entré y otras cosas más. Era ése y mi imagen que pierde facciones en seguida era igual pero toda distinta.
Salimos en el ascensor viejo, repetía por dentro tres días el antibiótico, no se esfuerce y ya sabe...
Otra vez los sótanos y las cosas.
Eso debería ser el mundo interior, digo yo.
No había pensado que ya no me preocupaba de los tres timbrazos del teléfono.
El tapado de ella era rojo, siempre me sorprendían las cosas, eran un poquito diferente a lo que yo las había aprendido. Esos botones también y siempre me doy cuenta.
Ahí terminaba el papel, no me disgustó del todo.

EL ESCUDO

Y le puse los anteojos (pensé que una sola de mis cosas puede ser más yo que cualquiera que no se me parezca en nada). Tenían un poco de esa esperada sorpresa de las cosas que son por primera vez. Ya al ratito, cuando tuve tiempo para hacer la imagen y poder recordarlo o retenerlo a ojos cerrados, sentí la costumbre de verlo con mis anteojos.
Entonces le di mi camisa (ellos me habían visto de lejos) y mi corbata, no iban a sospechar, después de todo de cerca y más claramente, era igual la misma que ellos no habrían detallado desde lejos. Y después el saco y se peinó como yo (se despeinó con cierto orden similar al de mi desorden).
Y marchó con su pantalón parecido que al fin de cuenta qué más daba.
Cuando no se está seguro de nada una sola cosa diferente comparte el anonimato de la lejanía; eran colores casi parecidos.
Otra vez pensé: "Una similitud total pero al fin diferente es más equívoca que un evidente cambio donde algo se conserva".
Y allí iba y ellos podían dudar que él era yo porque aunque no me conocían podían pensar que esa ropa era simplemente parecida a la del "tipo".
Pero es que era la misma, pero ellos delante de sus propias narices podían dudarlo porque nunca tuvieron la certeza, no tenían punto de vista de comparación.
Entonces pensé que si él se daba cuenta llegaría a tener miedo porque él no era yo pero nadie sabía que yo era y quién podía sospechar que alguien no es alguien si no sabe quién es ninguno de los dos.
Pero igual, él podía tener miedo, porque en verdad no era yo, y si tenía miedo iba a fallar, todo se iba a ir a la mierda. Y era la primera vez que íbamos a fracasar.
Después de todo, no había razón para que fuera él yo en vez de ser yo mismo yo, entonces corrí, y lo alcancé a tiempo y se quedó mirándome cómo yo era él como yo era yo, con mis anteojos y mi pelo que siempre había sido mío y mi saco y mi corbata, y ellos me vieron llegar y me miraron con los ojos que ponen los que uno no sabe qué están pensando, y sentí que comparaban con sus imágenes y que ponían a prueba mi saco y mi pelo y que acercaban al muchacho de ayer, de la escena que habían recordado, y le miraban los botones y los pelos de la barba y la trama del género, pero había un solo elemento y ellos lo sabían, porque en realidad lo único cierto era mi presencia con todos sus comos a la vista, pero la imagen de sus memorias no tenía certeza y yo lo sabía y uno me miraba y me creí descubierto, y recordé que de lejos, cuando yo había sido otro, no había tenido tanto miedo, y pensé que la segunda vez ya era necesario parecerme a mí y no al que debí parecerme la primera vez, entonces me di cuenta que tenía la mano derecha atareada con el botón de abajo del saco, y que me atoraba para pensar, y pensé que si me mataban yo nunca podría solucionar mi descuido, y que estaba a la deriva de cualquier cosa que yo no contase, entonces corrí, giré y corrí y me subí al auto y no me importó la cara de él, que no entendía, y abrí la guantera y saqué el 32 y tiré cinco veces y entonces los vi, sobre la otra esquina, cuatro o cinco, porque los montones nunca tienen número, y comprendí que cuatro o cinco camisas y cuatro o cinco pantalones pueden ser azules o no ser y ser, porque yo no los analizo, pero que el escudo de la chomba sí es en cualquier parte ese mismo escudo, y vi que se reían, sentí que me había confundido, como tuve miedo que ellos se hubieran confundido, ellos que no habían sido ellos, que todavía estaban quietos, demorados sobre la sorpresa de ser una tarde cualquiera un poco de su asesinato, y entonces vi que eran cuatro porque había uno al medio que era distinto y ellos se reían y me lo mostraban, y yo me sentí él, sentí que nos parecíamos más que nunca, como un espejo al revés, porque estaban muertos ellos, pero también él, ya, se estaba cayendo con el tiro en la espalda, y me quedé solo, el auto tenía todavía la radio prendida y la puerta que aquel cagón había dejado abierta y yo corrí durante un largo cansancio y cuando llegué a casa me miré en un espejo, me toqué la cara, los anteojos, el pelo que era siempre distinto y siempre igual, como el mar, como esas cosas que uno no tiene la certeza fija de cómo han sido, porque siempre es un difuso más o menos, y cuando uno las ve se conforma con pensar: como siempre, igual que como ellos podían confundirme, igual que como ellos no me habían visto bien y después me veían bien y no sabían hacia antes si era o no era así, igual como yo no los había visto bien y no había sabido que también ellos podían no ser ellos, y no sabía cómo habían sido y pensé que como eran, y por eso estaban tirados allí, con su para siempre todavía con su sorpresa infinita, ellos que al fin de cuentas no habían sabido nada. Entonces sentí que se amontonaban, que mil caras podían no importar, porque todas a la vez, y que alguien gritaba es éste y vi al del escudo que sabía calcular mejor el miedo que yo o que no pensaba que alguien podía darse cuenta que era él, que él era él, y lo vi al cagón que sí tenía miedo, que todavía tenía el miedo de haber sido, y se amontonaron y quedaron atrás del rastro que dejaba la sirena como habían quedado ellos fijos, quedados, atrás.

_____________________
Nos cambiamos la ropa y él sería yo, pero igual tuvo la vergüenza de tener que ser yo y avergonzarse porque la gente no pregunta el nombre aunque sean ridículos.

Ella, la gente, cuando se llama con un pronombre asume la importancia épica de los que han muerto o de los que no están cuando se los espera.

MUERTO PARA SIEMPRE

La luna nos seguía como un barrilete y a veces
entre las hojas se volvía de diario.

El día que murió el abuelo.

La luna me seguía como un perro redondo.

Si esto fuera una novela, supongo, no pasaría nada especial. Pero yo no soy una novela, y eso de pasar por cosas simples me vuelve maduro, me duele y me vuelve trascendente para mi rectilíneo argumento.
Tener y ya no, dos maneras distintas de una misma cosa, y eso es tal vez mi importancia, estar y no, o mejor dicho haber empezado la tristeza, inaugurar ritos lúgubres y extraños sabores.
El día que murió el abuelo muchas cosas no se movieron más. Era el primer día de un siempre que nadie advirtió ni quiso romper ni nada.
Nadie lograba penetrar la infinitud del nunca más allá de los augurios. Algo ya estaba decidido.
Es cierto que si lo que desaparece no hubo asumido el absoluto sentido del todo en sus días (como pasa con todo), no resulta tan extraño que la gente se acomode en las nuevas costumbres, que vaya aboliendo tristezas, lacrando círculos de historia resuelta y recogida ya y que después de delimitar la extensión final de las vidas de los muertos no perduren adoptando una actitud de nunca que ya no nombra nada.
El día que se murió el abuelo terminaron cosas, siguieron cosas y empezaron cosas. Pero el abuelo se había muerto para siempre, un día solo siempre, prolongado o arrastrado.
Solía presentarse cierto sabor de presagio, desafiando la lógica. A veces podía.

ALGÚN IDIOTA COMO YO

Me miraba a mí mismo como comprobando esa coraza de hombría que me había crecido, tal vez encallecida la mirada y el falso andar indiferente.
Gesticulaba sabiendo que yo estaba fuera mirándome, y buscaba el gesto de la rotunda espontaneidad que tiene la personalidad del héroe que me hace pensar cualquier novela.
(Siempre he pensado que las novelas no son ni malas ni buenas, sino en tanto descubran un afán de ser que la auténtica personalidad nuestra no logra.
¿Quién no se entusiasma con un Corín, o con una de Pistoleros o Guerra o una de A. Christie?
Todos se identifican con un módulo de exagerado virtuosismo que el autor, como un primer lector, como uno de nosotros mismos, piensa en voz alta; luego, los que no tienen suficiente imaginación como para soñar sin barandas, apoyan su inseguridad o su ceguera en una novela que les ayuda a crearse en el ideal. Los que no tienen imaginación, ésos ni siquiera ven normales a los héroes y no leen, y dicen que son imposibles y se ríen. ¿Acaso los grandes no lo son por hacer cosas grandes, y los protagonistas de historias no son grandes, y nuestros muñecos de sueño no son héroes?)
Yo seguía tratando de verme héroe, grande, fuerte, hombre.
Tal vez para perder el miedo y sentirme seguro.
No, nadie me persigue ni me puede encontrar; tal vez pudiera sentirme tranquilo en caso de saber que nunca hasta el último día hallaría un agresor, pero ¿y la seguridad?, ¿y esta cara de estúpido, que a lo mejor es hermosa, pero yo me la siento de imbécil y creo que los justos y hombres que me miran se van a reír primero y a enojar después?
¿Acaso yo no soy un hombre para algún idiota que sea como yo? Si dos ladrones llegan con aire de dueños a robar un coche, ¿no es cierto que uno, por una fracción de tiempo, se verá desarmado sin saber al otro un ladrón y huirá creyéndolo el dueño; o tal vez huyen los dos?
Por más cara de fuerte que ponga, me sé un alfeñique y eso basta para ser vulnerable.
Acaso es lógico pensar que el posible billete falsificado que ronda las cajas es el que me dieron de vuelto, y es razonable por eso no ir a comer por miedo de que sea cierto; y si lo pienso así, ¿por qué no protesto o reviso el vuelto cuando me lo dan?
Si he de pensar ridiculeces y casualidades, ¿por qué no me sale un sueño de lotería o de Raquel Welch a los 20 o de presidencia de la Nación?

Los ojos son imparciales, el cerebro es imparcial. Tengo un físico privilegiado pero me da miedo la pileta y el juicio de los que me miran. Empezando, ¿alguien me mira; si me miran, alguien de los que me miran me juzga?
Tal vez no sea miedo, pero es ese equivocado afán de suficiencia que no es más que un complejo de inferioridad.
Hay gordos que lo más panchos (tal vez sea una ficticia tranquilidad) se sientan sin evitar los rollos, no se ocupan de atragantar los músculos con mis poses ridículas que ya por habituales me parecen normales.

LA PASIÓN DE LA CALLE GÜEMES

Creo que tenía razón.
Perdóneme.
Ya no la molesto más.
Me voy...
¿Sabe qué voy a hacer al entrar en la pieza?
Voy a inaugurar otra soledad.
Porque ahora voy a empezar a estar solo de nuevo.
Aunque lo estuve siempre, porque iba a seguirlo estando a pesar de todo...
"¿Por qué te quedás callada?" (Marcos.)
¿Por qué lloras?
Todo el mundo sufre.
Fijate...
Mi mujer va a tener otro chico.
¿Y la guita?
Yo me pelo el lomo.
"Sí, claro... todo el mundo sufre. Pero a mí..." (Marcela.)
Me clavaron una mentira.
Y yo ayudé... pero a nadie... claro.
Y ahora...
¿Quién le lleva el apunte a mi soledad de verdad?
Ese hijo de puta tenía razón.
Cuando uno está un poco menos solo se siente más desamparado.
Y un chico de un año. Vos no sabés qué sola te pone cuando podés helarte en mil piezas.
Recorriendo horas viejas. Que no le vas a encontrar un padre y no le vas a adivinar el verdadero.
Después de todo, es cierto.
Dudar entre dos es lo mismo que no saber nada.

¿Ya estás?
Sí... Bueno...
¿Ya te vas?
Y... sí, ¿sabés? La casa, los chicos...
Tomá.
No. Dejá, dejá.
Después de todo, no soy de piedra y me entretuviste un rato el silencio.

Tomá.
No...
Bueno, está bien... Gracias.

Esperá. Decime.
¿Es linda tu mujer?
¿Podría haber sido como yo?...

Escuchá, Ernesto.
"Marcela Ramos, cohabitante de una exigua pieza de la pensión 'Güemes', de la calle homónima 748, se arrojó a la calle desde un sexto piso, en la mañana de hoy. Su muerte fue instantánea.
"La Sociedad Maternal de Huérfanos Murguía tramita encargarse de su hijo de un año, que no tiene otro familiar conocido. [...] ...era... es... ma..."

¿Ves? Estas putas...
Son todas lo mismo.
Empiezan con el noviecito...

Esperá...
Voy a atender.
¿Quién es?

¿Quién era?
Otra vez esos pedigüeños.
Menos mal que una tiene carácter, que si no...

ALGO SOBRE DERRUMBES

No estoy desilusionado. Ya lo estuve.
Además ilusión es una palabra muy inocente como para ser mezclada con esto.
Aquí el material humano es muy bueno, como en cualquier lugar donde hay gente.
Esto siempre pasa con la gente.

Por la mañana el portero con tono preocupado consulta a la administración del edificio sobre la importancia de una rajadura leve en una de las columnas que tienen un tramo visible en el sótano. "Poca cosa." "Cuestión de la humedad."
La Nación o La Prensa o el Clarín. Día, hoy (cualquiera). "Imprevisto y fatal derrumbe de la finca..."
Hombre prevenido vale por dos.
Pero también se derrumban las naciones. Y cuando una columna se raja, descompensa el sistema y se rompe la quietud del equilibrio. Se agregan otras columnas a la crisis.
El arte es una columna en el edificio nacional, que como cualquiera de alguna de las otras, regula la altura de las demás.
Los ladrillos de las fases del arte son complicados sistemas de columnas que sustentan un edificio que es una columna de otro. Y así infinitamente.
Ocurre que al sacar una lata de la pila de esas de duraznos al natural o tomates, el niño no pensó o no alcanza y tomó la de en medio.
Luego ayudaron a juntar algunos dientes. Un ladrillo o una lata.
La columna del arte se desmorona y con ella se resienten las otras: sociedad, economía, política, cultura.
Estamos acostumbrados al silencio (el niño sigue temiendo salir cuando el perro ya hace mucho que se fue). Digámoslo entonces. Un ladrillo llamado Literatura.
Toda protesta es al fin en nombre de sufrimientos personales.
Los productos no publicitados no existen. Me ocurrió en la seccional 34 de la comisaría de la policía de Mendoza, que por falta de documentos fui declarado irreal.
Usted no existe. Me resigné a ser mi propia ilusión, espejismo de mí mismo, aunque no pude explicarme la realidad de los otros, imaginarme desde la nada y serme, lo creí (soy religioso), pero contradecir la realidad no pude.
Existimos en la medida de los intercambios. La representatividad de nuestro arte en el campo de la literatura, goza del anonimato obligado a que nos sentencian las autoridades de la Secretaría de Cultura (S. C.) ¿No tiene nada que ver con una sociedad colectiva?
¿Dónde compra el ladrón los guantes blancos?
Aunque por lo de colectiva se ajusta a la Secretaría de Cultura. Dada la cantidad de escritores-siempre los mismos... (¿?)
¿La gente no va a la Secretaría de Cultura? Menos razón para dilapidar incalculables y oscurísimos presupuestos.
En la Argentina también hay hambre. ¿Pero no es cierto que los escritores no publican, y si publican, en la medida en que lo hacen (como suicidas), sucede porque no tienen ninguna alternativa? No hay hincha de Boca que vaya a ver un partido entre Chacarita y Vélez, teniendo posibilidades de asistir a su club.
Borges ya está muerto... ¿Y ahora qué?
Hollmann no es Borges. Pero somos argentinos, ¿no? Y también tenemos bandera en el campo de la literatura internacional.
Me pregunto: ¿no será que los secretarios sacaron número bajo en el llamado a conscripción y no juraron la bandera?
No es fácil convencernos de que somos después de tanto dudarnos o tener la certeza de que no.
...Y cuánto se asombraban los aborígenes ante los espejos de los españoles. Descubrirnos, RECONOCERNOS. En ese entonces era fácil, en cuestión de percepción, inteligencia, sujeto-objeto-sujeto. Pero no había niebla, dólares, miopía —comodísima— de los que NO NOS VALEN. Pero valemos, ¿qué culpa tenemos si los testigos y jueces son interesados?
Maradona y Milstein son pruebas de que el clima y las manzanas argentinas son capaces como los de cualquier país. ¿Qué hace falta para ser un buen escritor?
Pregúntenselo a Hollmann. (!)
¿Y para ser un buen secretario de la S. C.?
(Sigue no teniendo que ver con "trenzas".) Como sobre gustos: de literatura no hay nada escrito.
Pero sigamos con lo de Borges. Necesitamos ídolos. Somos súbditos. Porque decir somos es decir la mayoría, y a falta de líderes nos desorientamos o nos afiliamos a los vecinos, si no tenemos la desgracia de volvernos filósofos.
La literatura es una familia, y como en toda familia las caras son siempre las mismas.
¿Que la gente no lee, que no compra libros? ¡Y claro!: los libros son caros, las editoriales no publican a desconocidos... Lógico... Pero que el presupuesto de la entidad... Sí, pero si te cambian, como decir agua va, una edición millonaria por otra cuando el arte no es la ocasión sino todas las ocasiones, porque, che, yo no voy a ver el lujo de una tapa sino a leer a Henry Miller y a Huxley y Cela y a Mongo.
Sí, está bien, pero los escritores que traen son caros, ¿cómo querés que los paguen? Cuestan diez mil dólares algunos.
¿Diez mil? Si a mí me dijeron que en Europa cobran tres...
(10 - 3 = 7)...
Sí, pero hay algunos que dan lástima. Además que me pregunto: ¿los escritores que traen acá, también son extranjeros en su país? Porque si no no me explico que allá sean tan sonsos.
El sonso sos vos, porque si pensás que los nuestros podrían tener carácter de extranjeros en el exterior, te equivocás. ¿Y sabés por qué? Porque los que ya son, se vienen a descansar aquí,...
(¿Qué tal Ernesto?) [¡Como Sábato!]
...y acá les dicen algo así como que el documento Nacional de identidad no escribe, o qué sé yo.
¿Y los otros?
¿Qué otros? ¿No ves, tarado, que no hay otros, porque los otros no tienen oportunidades de empezar?
¿Cómo que no?
Bueno, sí, pero cuando empiezan a levantar los sobornan con premios y sobres, reconocimiento, becas, los engrupen con becas para despejar el panorama.
¿Becas?
Sí, primero prueban con modelos importados para salvar irremediables calamidades.
¡Eso tiene mucho de filantropía!
¡No, bestia! ¿No ves que se trata de preferencias personales, o sos ciego? ¿Acaso a tu novia no le harías el favor de pagarle un profesor que dicen que es bueno...? Si la plata que gasto no es mi sí.
¿Vas entendiendo? Pero si me sale mal y en vez de venir a dar las clases, el profesor me sigue cobrando y se me hace el enfermo... Entonces vienen las becas, ¿entendés?, y así el año que viene todos tienen vela en este entierro.
¡Exagerado!
Vamos, ¿no sabés que a veces son dos a falta de uno?... ¿Eh?
Hacé memoria. Vino Rushdie y le dolió el hígado. Llamaron a otro que se llamaba... ¿Cómo se llamaba? Algo así como la doncella, la Galana... Más o menos. Pero era un nombre puro, religioso. De niña... Ah, ya sé, ¡virgen! No sé, me parece. ¿Y?... ¡Les pagaron a los dos!
¿Y por qué no lo llamaron a Ernesto?
¡Estúpido! ¡Las cédulas no escriben!
Pero, y a todo esto, ¿vos creés que lo que decís lo leería alguien, si fuera un panfleto o algo así?
No sé, pero si alguien lo hubiera leído hasta aquí, ya me daría por satisfecho.

Hablando de derrumbes se me cayó la casa encima.

No entiendo.
Me van a llevar preso.
Como a los héroes.
¡No! Como a los secretarios.
¿Cuáles?
...No sé... No se me ocurre ninguno.

¿Reconocernos? Pero si ni tenemos acceso al salón de espejos.
Como en todo ruido, se vislumbran rumores. Por allí se dice que de en queso en queso, Quesada.
Hablando de otra cosa...
¿Es cierto que hacen un congreso argentino en homenaje a Lorca? Porque si conmemoran una época, ¿cómo no un escritor, máxime si es argentino y si...? ¿Máxime? Mínime.

ALPEDISMO

De repente me caigo a mí, a un pozo de mi tamaño y mi forma, a un silencio como mis gritos, mis palabras y mi silencio.
Estoy bloqueado. Está bien. (Esto va para el sico.)
Pero metete tus términos en el culo, que bloqueado me siento las ganas de gritar; de una mano sofocada en el candado de un guante absurdo. Eso: enguantado. Envainado en mí. Como la tierra que se sienta ciega en un hormiguero.
Una realidad tan infinita que no alcancen los sentidos: qué ceguera de testimonialidad.
Todo debe ser finito. Numerable.
DEFINIBLE.
Yo nunca "hoy cobré". No laburo. Vivo del Viejo. Y no me jode.
Guardate los consejos en el bolsillo, y también el consultorio.
Bolsillo. Qué claustrofobia la moneda que queda en el pantalón de un muerto que nadie va a revisar (el mar clavado en un caracol), sonando. Pero el testigo sólo silencio hasta saber que el silencio no existe, que siempre hay algo que suena, donde sea, y que falta el testimonio, o la razón de alucinar y el espejismo. En fin, todo es respuesta, hasta esto, tal vez porque me siento contenido.
Un cuchillo que se seca como una raíz en la tierra envenenada del pecho de un muerto. ¿Cómo el asesino no va a tener reuma a los cuarenta? Si es que lo mató joven.

Peiname las manos con tu pelo.
Gracias buena. El arroyo y el musgo. Pensá.
Todo pasa. Nada es infinitamente quieto como la eternidad.

IPAL

Un puto no tiene otra salida que fanatizarse con su desviación hasta el suicidio, o el suicidio mismo.
A todos los de Ipal les pasa lo mismo. María se les ha subido a la cabeza.
(Ipal es María, por eso es un camelo.)
Como a los putos obviando,
que a bastantes ya les pasó
lo de putos porque lo son.

SALAME YOGUI

Recuerdo que oí decir una vez sobre el primo de un vecino muy amigo que nunca supe después quién era de todos esos que habían ido al cumpleaños aquel día que me gané en la rifa el juego de Ludo por el que me peleé con mi hermano, que lo habían llevado preso porque andaba en una banda de robacoches, y que no había vuelta que darle con ese chico, que iba por mal camino y que siempre había sido así.
Oí decir de él, pero a nadie se le ocurrió decir, por supuesto, que en su primera riña en el colegio le dejó...

De mí se podría decir cualquier cosa. Alguien agregaría que siempre fui así. Ya se veía que iba a ser gordito. Desde chico era peleador como él solo.
No me extraña nada. Era tan callado. Claro que meterse de cura...
¡Pero qué tanto! Dos o tres semanas antes de aquella noche de mi éxodo molecular, de mi atómico destierro del nadie, de la sombra, de la carrera por la vida como la legendaria carrera de las carretas y los jinetes en busca de su parcela, yo no era nada, ni en los indescifrables laberintos de la innumerable química orgánica.
Aunque en realidad sí, estaría en los fideos de algún almuerzo, un poco en todos los almuerzos y por qué no también en el almuerzo de Pericles y hasta en el de Adán y en las ladillas del Todopoderoso que ya un poquito me contagió el barro original. Claro, por eso de que todo se transforma y nada se pierde. Por lo tanto nada se agrega. Porque si no estaríamos sacando cosas de la nada.
Bueno, el asunto es que se diría de mí que siempre he sido así, y si yo fuese presidente o cantor de tangos o monaguillo o colchonerorreydebastoscaradura o polizón pon pon, alguien, seguro esa tía opaca y embolantemente bigotuda que siempre creía verme un poco más genio (tía boluda, me echó la mala leche y me vine loco), habría encontrado una razón para serme explicable y entonces yo no tendría más remedio que acceder al rumor de haber sido así, porque además ¿qué puedo ser yo si los demás dicen que soy otra cosa? Filtrándome la certeza de los otros, la mía no hace pie, porque díganme, a ver, si yo solo digo y creo una cosa y no habiendo otros con quienes puestos de acuerdo en los símbolos pueda entender que piensan lo mismo... ¡La pucha!, empiezo a pensar que todo es relativo y me siento más solo porque pese a que la naturaleza se tuvo que buscar las cosas más fáciles posibles, podría ser que hubiésemos puesto de acuerdo nuestros símbolos e imágenes de tal forma que ninguno piense lo mismo y que igual los engranajes del idioma funcionen. Aunque sería un sistema infinito donde siempre aparecería un elemento nuevo, porque si no el último en relación con el primero traería relaciones que desmentirían las anteriores. (La culpa la tienen los principios lógicos.)
Bueno, el asunto es que yo no siempre fui lo mismo, no señor, porque en mi álbum de fotos vi a los viejos cuando estaban de novios y parecía mentira que no seamos nada y yo un día no existía o estaba en el cielo cogiendo con María Antonieta.
(Supongo que mi pija espiritual habrá sido menos abúlica que este salame yogui que no sale de la nirvanesca relajación.)

TE ACORRALARÉ HASTA MATARTE

Te acorralaré hasta matarte había dicho y yo había corrido y ahora estaba echado en un hoyo después de que hubiera errado varias balas. Cuando recién me había echado hizo un silencio de minutos que él tampoco resistió y luego gritó que me mataría cuando me viera asomar. Entonces pensé que el infinito estaba en mis manos.
Así pasé muchos años, me acostumbré (al principio se me laceraban los dedos) a cavar la tierra con las manos. El hoyo era pequeño y de sólo mi propia altura de profundidad.
No tenía certezas por después y aprendí que sólo cuando las cosas ocurren, se sabe si serán o no.
Pensé que había sido un sueño.
Tan real que no podía ahora en la vigilia delimitar la realidad de la fantasía.
Pensé que en el mismo sueño habría soñado que luego me quedaba dormido.
Ahora no sabía si había despertado del sueño del sueño y me faltaba despertar otra vez.
Si había soñado, todas las imágenes habían sido tal cual la realidad. No tenían ni siquiera un cuadro diferente (esas cosas que en los sitios de los sueños uno nunca observa).
Yo lo habría escuchado gritar que allí se quedaría esperando hasta que yo saliera, para matarme.
Era la misma voz de él.
El sueño tal vez habría sido demasiado perfecto.
Ahora yo tenía tantas dudas para siempre, porque hasta que no me despertara por segunda vez, si estaba soñando un sueño todavía, no comprobaría si habría o no de despertarme de algo. Claro está, a lo mejor me restregaba algo y en algún lenguaje extraño comentaba que había soñado que existí en forma de una cosa que vivía en un lugar como éste y que había soñado con una duda desesperante. Pero no tenía ninguna certeza.
Y no sabía si él estaba en realidad afuera o si acababa de estrenar el delirio que nunca pudieron explicar los locos.

UN PAISAJE INFINITO

Lo que me asombraba de la casualidad era que fuesen las que eran y no otras. Tal vez eso era la casualidad.
Es decir, es difícil saber cuándo las cosas que nos pasan por el lado son el fin o algo de una historia que empezó antes en alguna parte y un día sin nosotros. También es difícil saber cuándo alguno de esos hechos son el principio de una historia que empieza con nosotros o con alguien allí donde estamos.
Uno nunca pregunta o piensa en cómo son en realidad las cosas que nos parecen, porque nos basta el nosotros que tienen esas cosas.
Absurdamente complejo como un círculo. Un paisaje infinito como enfrentar dos espejos.

QUISIERA MANDARTE TODO Y MANDÁRTEME POR CARTA

Un fotógrafo me pegó en un ojo. Me retumba de maripositas el flashazo que me clavó. ¿Quién carajo me saca del cerebro esta lámpara ahora?
Popi se casó. (Popi, un amigo; Popa, mi novia). Yo me equivoqué de iglesia. Canté. Qué lindo sentir que se da algo.
Yo tenía lo mejor y tengo cosas buenas como para tener mejores.
Yo tenía lo mejor y lo volqué sobre desconocidos los mil desde el alma con canto-canto áspero como las manos roncas de la arena como mis manos que me tengo las manos roncas de doblar alambres y los vomité de alma y ellos habrán dicho ¿quién cantó? y ¡qué mierda si yo no canté, si yo te rezaba, te buscaba y no me funcionaba un grabador de mandarte un disquito y qué suerte porque canté como el culo!
Oigo una mujer con voz abeja, voz dorada y puntuda y raspar yilet sobre un vidrio y Yesterday.
Y yo quisiera mandarte todo Buenos Aires y mandárteme por carta y Marilói en la posdata para que tengas vergüenza de que te encuentre con Juan José.

PÁJARO DE SAVIA DESARTERIADO

Es como un canto de lejos
Como un sabor que sirena desde tu alma

MÚSICA INSÓNICA

Las campanas latidas como palomas huecas o corazones de vidrio y sol; el corazón de barro se me derritió laxamente, con el ín-timo sonido de un sabor a miedo o vergüenza.
La noche se abrió, la luna bostezaba, y se desperezaron los muebles de la sala —un estático cansancio se amontona—; cabeceó de nuevo la campana. Pasó el tiempo, hasta el último latido, y supe que había sido el último.

Quedó un hueco himno sonoro que se diluyó como un pájaro diezmado.

PARVAS, PÁRPADOS, LABIOS, ALAS

¿La vieja era concubina?
Así dicen.
¿Estás seguro?
¿Y qué? Después de todo, casada o soltera, polvos son polvos.
Sí, pero unos encarrilados dentro de lo lícito, y los demás son pecado sólo.
Ahora decime, ¿no puede algún casado hacer mayor el ajugero que el soltero?
Qué sé yo.

CONDICIÓN DE LAS COSAS

Recuerdo mis caprichosas reticencias para con la sopa de la infancia. Lo que lamento es no haber tenido en la época de los berretines algún directorio, para hacer las mil y una. (También pienso en las noches.)

PEPE EN ÁSGARD

Un salón clásico de principios de siglo 18 con una fogata en el centro y un caballo atado a la estatua del presidente XI3= de la República AMöLI + raíz cuadrada de I en el año de infinito menos (raíz cuadrada de infinito) al cuadrado del intiempo.
Por una puerta lateral entra Pepe.
Se come la vela que alumbra la foto del papa Bonaparte y una flor de las que están en un jarrón de época.
Un gorila muy flaco cruza el ambiente leyendo una biblia.
El aparato de sonidos hará simbólicamente un sonido de campo que significará un silencio magno.
Pepe se arrodilla y reza en voz alta.
Luego vomitará sobre el fuego que se volverá una fuente de agua.
La luz de la escena desaparecerá.
Y se ambientará mientras Pepe monologa un paisaje silvestre.

DEMASIADO MUERTO

La siesta latía en un viejo reloj despertador. Era la hora densa y opaca de la tarde amarilla y caliente. Un calor opaco y fétido se espesaba sobre el campo.
El aire estaba desmayado, inerte como un mar impalpable, que se hubiera depositado sin poder olear.
Apenas había unos flecos de viento que arrastraban unos harapos calientes.
Imperceptiblemente pestañeaban las hojas del paraíso, y un aleteo más hirviente aplaudía en la cima de los plátanos.
La efervescencia del mosquerío se freía sobre las bostas y los huesos frescos del asado.
Una mariposa desteñida parpadeaba epiléptica sobre el pasto.
Alguna que otra abeja hacía su misa sobre el alfiletero de un cardo y otras siseaban la efe de su vuelo afelpudado y monótono.
(Un grito se me agarrotó en la garganta.)
El reloj se quedó dormido en las tres y veinte.
Serían ya las siete.
La tarde retumbaba de un ocaso turbio que se diluía como los pergaminos.
Las nubes, alargadas, eran humos de despedidas que empezaban soledades; perecían amortajadas sobre estelas que las dejaban atrás.
Los árboles mutilados parecían acalambrados en gestos epilépticos.
Había un pavor tácito en la hora.
El viento se enhebraba en los campanarios de la iglesia, y empujaba los molinos del oleaje de los árboles.

Ese día, pensé, podría empezar una novela. (No supe contestarme cómo terminaría.)
Las novelas siempre empiezan con cosas importantes.

Un grito endurecido y agrio rajó la quietud. Pensé en un relámpago. Luego de un instante el grito había sido de mi madre.
El espanto de la tarde se ahuecó en mi estómago y una lluvia me gateó por la columna vertebral.
Nunca me gustó el esqueleto de los árboles retorcidos como las manos de un muerto.
Eran candelabros del horror.
El grito de mi madre me había dado la espalda y dejó suspendido el silencio más intenso y cóncavo que antes, como la vigilia de los que presienten su propio asesinato un instante antes de morir.
Las imágenes y las preguntas se adelantaron al segundo. Esperé otro grito, deletreé la arenilla de mi escalofrío que me dejaba un rastro. Ni me había movido y otro grito más desteñido y roto como una sábana rasgada o un hachazo. Y tuve la noción del segundo y luego cuando lo estábamos velando me pareció como haberlo presentido en ese momento, y el miedo o el deseo de no querer saberlo para retrasar una certeza.
Sí, creo que lo había visto como una piedad y rezo tardío que quise adelantar al momento.
Papá estaba allí inmenso y de madera con la transparencia de los bordes en las velas, que le volvían mármol los dedos.
Los ojos cicatrizados como la boca.
Estaba muy muerto. Demasiado muerto.
Era la primera vez que se moría papá. Y yo ya estaba acostumbrado a verlo como a esos árboles que no me han gustado nunca, así, parado en el último instante como el reloj a las tres y veinte, acalambrado todo y frío como los vidrios de la ventana en el invierno.
Mamá había llorado mucho desde ese grito por la tarde.
Todos habíamos llorado, menos papá.
Pensé que siempre que alguien se moría los demás se quedan con ese vacío que es más que todo recuerdo como única manera de presencia.
Pensé que siempre los muertos que acaban de nacer a la muerte dejan esa duda de mañana en los que quieren suponer el futuro, y sólo logran llorar como a carcajadas.
Es muy lógico que papá no vaya a estar más con nosotros. ¡Si está muerto! Y es lógico que se muriera. ¿Por qué ahora? Porque siempre sería ¿por qué ahora?, en cualquier momento.
La noche tiritaba de grillos y descascaraba el chisporroteo de las ranas. La luna era un túnel de sombras blancas y las estrellas pestañeaban con pulso de reloj.
Había grillos en todas partes. El cielo mismo estaba lleno de grillos, mi espalda como el camino de mi escalofrío, que era un puñado de grillos, que era la lluvia de las noches desveladas en las chapas del techo, que era el chorro de arena de los relojes antiguos.
Mamá tenía grillos en los ojos. Y las velas que le sacaban la lengua a las sombras que arredraban.
Papá no tenía grillos. Estaba clausurado y más papá que nunca.
Yo me comía las uñas, y veía tiritar la sombra del cajón sobre el suelo que emitía la llama temblona de las velas.
Un día ya no sabré que hoy miré las velas, no sabré estas velas y supondré algunas, y habré olvidado el gusto acartonado y trapiento de la boca seca, y sólo recordaré que papá murió un día.
Y sabré que olvidé mucho.

QUERIDO HERMANO YO

Ahora querría saber el argumento del Padre Strindberg, de Vallejo el Mestizo, la concubina de Irala atávica de Victoria Ocampo, el argumento del Lohengrin.
Rolfi agua, es difícil acceder a la admiración hacia los otros cuando se tiene un ego demasiado imperioso.
Creo en vos. Hay pocos locos, hay pocos nobles, como un ciego es cabalmente sombras.
tu ceguera de roña rolfi tu locura, inhumana locura de inmune tu inhumana persistencia de bueno.
Ahora sé qué es tu lejanía, una campana que emana silencio, música transparente paz, renglones de sonido vacíos, para llenarlos con la propia alucinación.

CARTA A MÍ

En las estériles calles del hombre
donde raspa un viento de sangres sin nombre.

TUMBAS EN MARCHA

Voy tildándome la historia con rostros
como un camino donde clavo cruces
pero qué lado del espejo soy verdad
qué historia he muerto o vivo en los dos
infinitos que separa una tumba.
¿de qué lado del tiempo soy verdad?
Y tu olor en francés, y tus telas francesas
y tu mentira en francés, y tu pobreza sin patria.
En un púlpito de tu sangre me existe un espejo vacío
¿qué palabras vive un silencio como una sombra que no se ha cerrado nunca? Allí respira mi fuego gato derretido de agua roja. buscándote la veta en el cerrojo savial que te vive. Todas las cosas son clausura de un nunca que se cierra la primera vez. De tu garganta me asume la eternidad de un caracol. Sonar en tus catacumbas como la última palabra hace la sombra eterna del silencio. Hasta que te hinches como un templo de oro en canto con mi grito de sol.
Voy viviéndote el pie, pájaro de pan y caña
como la hiedra en la raíz hasta el hornero.

DESMANTELARÉ EL SILENCIO

Y qué decir, cómo emprender este primer silencio que desmantelaré, que colonizaré, que invadiré y poblaré poco a poco como algún día tu sangre, una larga ciudad, sonando al doble rostro de nosotros.
Entonces ya me lavo todas las sombras arrojo el inútil peso de lo adjetivo para clavarte el embrión savial, la verdad sin actitud, sin manera sin vez y sin historia.
Esta verdad que no cambia, este inmutable absoluto en el intiempo de lo eterno. este infinito. Por eso echo al agua la sobrecarga de todos mis símbolos, mis fetiches mis dogmas mis ramas sin después mis rumbos oblicuos mi número lateral mi costado numeral, mi orden mi todo y este que, este lo esta única realidad incomparable sobrelleva mi costumbre de haberme inventado ciego.

TANTOS REZOS COMO ÉSTE Y TANTOS SOLOS

caigo las palabras como barcos
con los fetiches de mis templos que viajo
pero el punto de partida no nos da
y yo apenas sé que nos
como presintiendo qué decir y digo
sólo es alguien en alguna parte.
pero tal vez. todo tal vez
barcos transparentes a mis manos
y tantos rezos como éste y tantos solos
y en ese caso sólo el mar
que no podernos testigos
porque cada uno sólo nos la locura porque ¿qué otra cosa?

PARTO CON MIS BRAZOS HACIA EL INFINITO DEL NUNCA

I

Impotencia de ser poeta con palabras
enseñarle a imaginar a un ciego
ciegos todos, mutuamente todos
acomodando signos sin.

II

Yo dije que mi cara no tenía importancia, que es sólo un rótulo para que me reconozcan, también por los ojos.

III

no hay nada mejor que otra cosa,
sólo preferimos o es más útil.

IV

como una hiedra,
pongo mi raíz en una vez
y parto con mis brazos hacia el
infinito del nunca.
Algún nunca sé que desde nunca

HE LATIDO EN TODOS LOS ACECHOS

Reí hablá sé franco jugate deponé actitudes fijas y sin espontaneidad y salí de vos cuantas veces sea posible, que si bien es cierto que tanto va el cántaro... que (al final la seca):... rompe; cuando se rompa el cántaro habrás dejado un sendero tan marcado y aprendido que en vez de necesitar de llevarte el agua a tu casa para lavarte a la sombra, solo, sin saber si te queda o no mugre en alguna parte, vas a ir a la fuente y meterte en ella, integrarte, participar de la gente, en la gente, y no a la vuelta de ella y sus veces, en tu hermetismo, como masturbándote.

Ya no queda nada por decir.
pero todo lo que de alguna manera repita ahora
será un barco reconocible,
pero hay un rumbo nuevo.

Quisiera decirte,
entonces pienso que toda mi actitud de palabras es el rictus de un árbol
que solamente hermoso o raro o árbol
y que tal vez grita su clamor de árbol

Ya no hay tiempo de haberlos
sangre muerta, rota
solucionado.

TE NECESITO INMEDIATAMENTE Y PARA SIEMPRE

se me ha ocurrido pensar que nunca insistí mucho en hacerte comprender que te necesitaba. Tal vez yo nunca lo noté tanto como ahora. Te necesito inmediatamente y para siempre, urgentemente y lentamente. Quisiera poder hacer cosas buenas para vos. Me gustaría ser un héroe o un gran Poeta o un tipo muy pintón o etc., pero sin ser esas inclinaciones auténticas, es, más que nada, la impresión que me produce la intención de complacerte.
Yo te quiero mucho. No sé si podría quererte más. Si así fuese me gustaría quererte mucho, muchísimo más.
Por supuesto que para hacerlo y sentirlo me basta con lo que es, que, no te imaginás cuánto.
A veces se quiere tanto que llega a hacer cosquillas o a doler. ¿No te pá?

UN HOMBRE SINIESTRO PASA

¡Tantas veces! Y siempre importa una, aunque hayan sido tantas veces.
La única certeza cada día es un ahora obsesivamente siempre, porque ya perdí la cuenta sobre los calendarios.
Pisándome el tiempo, buscar la paz o huir de la ciudad sin encontrar nada.
El mundo inexorable es siempre un sitio implacable. El mundo siempre es dónde. Hasta allí, en ese último banco del lago donde puedo parecerme a los niños que me pasan por alto, o puedo ser monstruosamente extraño, remoto, diferente.
Hasta allí el acecho inevitable.

AZULMENTE ROJO

Allí estaba, con el adjetivo en los ojos, sus piecitos tan manos, sus piecitos los de ella, porque también podrían ser los de él y él el asesino de tu padre o algo así, pero los de ella, ¿te das cuenta?, los pies en que era Buenos Aires cuando todas las cosas, porque solía apagar los cigarrillos, ¿te acordás?, con la punta y a vos te gustaba porque era como lo hacía el tano del taller pero como ella, ¿te acordás?, cómo no te vas a acordar, como ella, sí, cómo no te vas a acordar si se lo estabas mirando cuando descubriste que tenía sangre como cuando en el colegio se te cayó la gota de tinta en el piso porque te estaba gritando la maestra, sangre como la gota de tinta azulmente roja como cualquier cosa es cualquier otra y ese remanso como aquel pedo que te alzaste en la Navidad en lo de los tíos y todo se enrollaba, la sangre, la tinta, la gota de maestra y el pus apagando el vino y ya después del primer error nada es corregible, cómo no te vas a acordar, sí que te acordás, ¿pero matarla?, eso sí que no, yo no me acuerdo de cuándo la maté, no señor.

EN UNA ESCALERA DEL SUBTE

La voz era turbia, empañada, como si fuera con hache. Los ojos indescifrables. Y las manos roncas.
Entonces supe que la vida puede variar en un segundo.
Y seguí adelante con cualquiera de las otras vidas, comprando el derecho de olvidar preguntas que perdurarán vacías o mentidas, con dos monedas que me absolvían de ser indiferente.

Pensé que la vida nunca es incoherente, que la esperanza no hace caminos, sino que es sólo la posibilidad de que la realidad sea diferente. Pensé que nada era dos veces o igual dos veces.
Todos los días arranca un subte y mil posibilidades quedan atrás, se postergan o cualquier otra cosa, pero ya no, aun cuando siempre todavía y el mañana sea más largo que ayer que siempre tiene número.
Pero igual me afligía la idea. La vida puede ser otra cosa en un segundo. Pero cada segundo es la vida, que no fue tantas otras cosas. Y cada uno ignora que yo no lo maté porque no estuve loco, o que no cualquier cosa, porque no o por cualquier otra razón, o tal vez no lo ignora pero soy parte de una duda que no resolverá jamás. Porque quién cuenta las posibilidades que no fueron probables. Entonces supe que puedo ser un asesino, o que el día 23 tal vez esté en una sala internado de apendicitis, o que la intrascendencia de mis almuerzos sea un rastro monótono, o que podría casarme con la rubia del asiento de atrás o haber nacido caballo o decir dentro de diez años quién se iba a imaginar que fuera a ser Presidente; yo que un día que andaba asombrado de todo, creo que escribí una cosa parecida; yo, yo diaria sorpresa.
Ineludible ahora y aquí.
Yo soy el siempre y a veces no me sorprendo, y otras caigo en la cuenta de la casualidad.

LOS CLAVOS CRUCIFICAN LAS FAMILIAS

Por dos razones. En realidad no sé cuántas, pero dos es un buen número, porque nunca tengo tantas ideas como para que sean más que dos.

La concha de tu hembra va entre las dos piernas haciendo sombra sobre el suelo de Tucumán. Yo no puedo decirte que a más o menos un metro del suelo hace intangibles conchobaras el movimiento de Sagrario. No sé nada. Tal vez esperara de tu obstinada nobleza, boludo de mí por no saber que boludo de vos, que te enconcharas con la rubiecita amiga de tu hermana.

Jueves de matar a Jesucristo. Los clavos crucifican las familias. Yo me voy a ir a la mierda.
Sagrario vuelve de la mierda, apacible y deshabitado paraje, porque todos se quedan a vivir en el camino o los matan los indios. Salvo que los encuentre Cheyenne, salvedad de la salvedad, que por su complejo de excesos dimensionales facilite el almuerzo de los infieles.
Llega el veinticinco desde Tucumán. También su silencio vendrá con tonada.
El domingo es un día triste. Se va se va la barca
y en alta mar gustaba de tocar
la poronga a los marineros
en alta mar en alta mar. Mi novia es suave, suena a olor a pasto como la mañana pero yo me levanto tarde, cuando ya tiene olor a chivo y en vez de sonar a pasto sueno yo con el olor a chivo. Mi novia es linda
Mi novia es alta, mi novia aaaltaAAAaalta. Dura como
el agua y redonda como la vida
mi novia es linda es buena, es alta es
inteligente y es nunca.
se va la barca a la mierda
y mi novia se fue a la guerra
porque el vago de Mambrú se quedó
apolillando.

ETCÉTERA

en un programa de televisión que
ve un hombre que aparece en una
escena de televisión que aparece
en un video, que se proyecta
en una escena de un programa
que un hombre ve en una
escena de un programa que
un hombre ve, etc. un hombre
mira un programa de televisión
donde un hombre mira un
programa de televisión donde
un hombre mira un programa
de televisión donde un...

EL PÁJARO MAGNÍFICO DEL BESO

I

Jaron, escribirte una carta es fácil. Tu nombre es un caballo (tu imagen es un caballo ensillado con un nombre) para ponerme en la garganta desvencijada y arrastrarla como a un carro viejo haciendo ruido a herrumbre de silencio.

II
EL PÁJARO MAGNÍFICO

Querido Jaron. Pienso a veces por qué cambiando el nombre esta carta a cualquiera podría entenderse como para una mujer, o de una mujer. No es regla, pero cuando entra en juego el mecanismo de todos los "heteros" (el único que conozco es el sexual), se es capaz, somos, mucho más capaces de nosotros mismos. Entonces la sinceridad.
Ése es el lugar. Si ser es ser verdad, o soy sincero y lo muestro pocas veces, o soy mentiroso. (No es lo mismo.)
Con vos siento que de todo me saco los obligatorios zapatos, como animándome a parecer como soy y poder conformarme después con ser como parezco.
Entonces es allí donde yo y nadie más (dando por francos a todos) le veo cierta actitud extraña a la carta.
Se me enderezan los túneles. Se ve del otro lado.

III
PÁJARO FUNDAMENTAL

Creo que porque se nos da y lo necesitamos, siempre hay alguien que nos sirva de espejo. Cambiar de espejo es no tener la certeza de medirnos siempre con los mismos números, y es peligroso. Al final de cuentas somos de testigos, y no tener uno constante es perder contacto con nosotros mismos.
Pocas veces te dije que te quiero, lisa y llanamente; en realidad es como se quiere. Sin metáforas ni escondrijos para esconder la cara (la que sea), que nos cuesta enfrentar y dar.

IV
MANIFESTADO

Hoy, yo andaba con mi carro de lujo, y me enteré que hace tiempo habían inventado algo así como el automóvil y el avión y el cohete que, qué ridículos, vuelan y se mueven solos. Los vi. Los vi y ahora los creo. Por eso mi carro está lleno de herrumbre.
Tal vez por eso una carta con tu caballo, una carta con motor como ésta, sea la primera en que te pueda decir que te quiero, con las únicas palabras que corresponden.
...Y pueda desde muy adentro firmar rolfi, con minúscula, como una flor seca a Cristo el veinticuatro con jardines.

V
EN EL ESPEJISMO DE QUE TENGO OÍDOS

Hoy he vuelto a olvidar algo. Una carta de Graciela está en un libro de Vinicius de Moraes. Me hace acordar a un huevo frío que en algún lado... También me olvidé de eso.
Cuando se ha olvidado tanto que ya no queda tiempo, se grita.
Esto es un grito: ¡¡¡No te vayas!!!
Siempre parte algo que no se alcanza. Se grita para pedir: ¡¡¡Espérenme!!! Tal vez el por favor no suena muy claro (tal vez porque se corre).
No tenés barco, Jaron. Pero puede partir el tiempo. La espera entonces ya no me sería vigilia. Entonces faltaría yo también en la medida de un llamado. Pero el llamado parte también, y el muelle es un sitio de soledad. Entonces sí, ya no se tiene otro grito que el del último silencio.
Jaron amigo. Jaron mano. Jaron silencio. Jaron bueno. Jaron Jaron.
Todo está de una manera. Y el silencio que música vacía. Y la sombra que dolor occipital de rastro. Y la nuca que soledad de los que quedan. Y los otros que se mueren, penetrados del odio que no les pertenece. Y todo que algo.
Y vos que Jaron. Vos que todo lo que vos. Como la única manera de que seas. Como la sola forma de que faltar sea ser irreemplazable.
Jaron, que se nos van los días. ¡Y qué lástima! ¡Y qué importa! Si estamos siempre juntos.
Querido Jaron, cualquier día en cualquier parte (todos los días, donde sea).

VI
ÉSTA ES UNA NAVE AL SILENCIO

Si fuera tan macho no tendría
vergüenza de besarte en la boca.

Me avergüenza la vergüenza. Chau, hasta no sé cuándo.

BABIECA

Me da mucha lástima.
Siempre anda con la misma corbata y bien afeitado. Es armonioso, pero me aburre. A veces me parece que lo ayudo a todo desde adentro, como si quisiera adjudicarle la manera perfecta.
Creo que sus adjetivos son mi lástima. Él nunca me ha pedido por favor.
El año pasado yo tenía una novia rubia. Siempre me preguntaba como si fuera más grande que yo: ¿qué tal las cosas, babieca? Esa tal vez manera mía, me es ya nombre.
Todas las noches cuando me acuerdo de él me llamo de esa manera.
En verdad, me daba rabia. Ya no me da.
No lo he vuelto a ver, sino en sueños.
La última vez que lo vi me hizo una cara fea, como si me quisiera matar.
Tal vez de alguna manera, me llamó por dentro. Yo no lo oí.
Yo he leído sólo dos veces el diario. Una vez no me acuerdo para qué. La otra, porque estaba el nombre de él y su foto.
También estaba el mío, y en más grande decía "su hermano", y había una foto mía en que, la verdad, tenía cara de eso que me daba rabia ser y él me decía.
Arriba de los dos, en el diario decía: "Fratricidio".
Dicen que lo maté.
Yo sólo le pegué con un palo, hasta que no gritó más.
Me gustaba que gritara, como cuando jugábamos.

SILENCIO NEGRO

Me descalcé el mundo me cegué los dedos
me desnudé el mundo
cerré cinco ventanas en muro
ciego por ciego
ya sabía silencio
ya sabía negro
por eso silencio negro
por eso todo silencio
y la vigilia en un punto
en silencio de silencio

No estoy habituado al gesto de los colores y me ensordece el estruendo de las formas como un coro fantástico y duro.
Me llaman la atención y el miedo las cosas blancas tan chatas.
Me acechan detrás grillos multicolores, amarillos trozos de silbido han salpicado los contornos.
Algún amigo me describió en una carta todo esto y no consigo dar a cada cosa su nombre.
Cada cosa cambia de lugar y gesticula y describe su música. Se parece al movimiento.
Algo viene hacia mí.
Cierro los ojos asustado.
Y me aterrorizo del negro silencio tras mis ventanas.
Voy a abrir los ojos...
Pero ya no sé.
Voy a abrir los ojos y muevo las manos o digo:
"Ya no sé, ya no sé abrir los ojos".
¡Oh! ¡Ay qué miedo de pensarlo!
¿Habrán muerto los tímpanos de mis ojos? ¿Es que ya los tengo abiertos?
Algo venía hacia mí. Ya estará por llegar.
Y los grillos que me acechaban se han vuelto arena.
¿Qué estará por tocarme?
¡Qué miedo de sorprenderme!
Qué profunda monotonía este silencio negro. ¡Quiero abrir los ojos!
Hace siglos que olvidé los silbidos y los grillos y la música. He perdido las formas y los colores.
Caigo al humo. Me moja una rara presencia.
Ahora comprendo. Recuperaré las cosas:
Estoy despertando. ¡Qué pesadilla!
Pero no puedo abrir los ojos.
La sábana... llena... como migas. Está arrugada. Me arde la espalda...
Algo de eso recuerdo.
¡No puedo, no puedo abrir los ojos!
¡Madre! ¡Mamá! No puedo abrir los ojos.
¡Mamá! ¡Mamá!
¡Mamá!
—¿Pero qué querés? Son las 5. Dormite.
¡Mamá! ¡Prendé la luz que está muy oscuro!
—Si está prendida.
¡Ayudame a abrir los ojos, quiero abrir los ojos!
Pero,
si los tenés abiertos.

CUANDO LOS VEO A LOS DOS JUNTOS

Julio es un flor de tipo.
Practica karate, tiene diecisiete años.
Va muy a menudo a casa.
No es muy buen mozo pero, al parecer, según dicen, tiene su pinta.
Tiene la nariz un poco halcónica y es algo rojo, pero a veces me gusta mirarlo.
Yo no soy invertido, al contrario, me gustaría ser Julio.
Es más chico que yo, pero más alto. Es más flaco, es muchas cosas más que yo.
Además, Julio se me vuelve Julio cuando los veo a los dos juntos.
Los dos están en el colegio. Él en quinto, ella en tercero.
Yo terminé hace mucho. Pero él me va a alcanzar. Me sigue con la velocidad de sus pasos. Yo estoy parado.
A veces cuando viene a casa, si está con ella, se sientan al lado sin mirarse. Ella es de él. Se nota. No sé por qué, pero se nota.
No tienen nada urgente, pero son inexorablemente "ellos".
Ella le es.
Él hace muchas cosas por ella.
Me gustaría ser Julio.
Poder hacer con ella las cosas que yo no sé que hacen y que siempre me pregunto, entre súbdito y celoso.
Yo a ella la quiero. Tal vez por eso me gustaría ser Julio. Quizá lo envidie.
Aunque yo la veo más a menudo. Pero eso sí, de lejos.
Con frialdad, casi familiar.
Él tiene sus mejores cosas.
Yo otras, cotidianas algunas, y otras que son Julio mismo.
Siempre me habla de él.
Siempre me dice: "Aconsejame vos; después de todo, sos mi hermano, ¿no?"

EL JUGUETE DEL DELIRIO

Y volvió a gritar: "¡Han matado el agua, el agua está muerta!"
Y su voz, como una rama seca, desde toda la casa convergió sobre su garganta, cuajó sobre su grito como si hubiese terminado una espera de siglos.
Y levantó entre sus manos el trapo de agua inerte, como un muñeco muerto.
La sangre le hizo un relámpago y los ojos quedaron detenidos como relojes últimos.

Eran las seis. En su mano también eran las seis. Pero (nadie lo sabía) ella era ya para siempre las cuatro y doce minutos.
La tarde se desteñía sobre los azulejos, ronca, a través de la ventana esmerilada.
Lloraba, como lloran las niñas cuando lloran.
Seguían golpeando a la puerta. Desde hacía rato reconocía ese atroz empecinamiento sobre su místico silencio.
Golpeaban como siempre que se encerraba.
Y ella lloraba. Y las voces de afuera abrí, abrí te digo, ¡vamos!
Y el trajín afuera y el tiempo atareado sobre los relojes, los relojes apelables. El tiempo inapelable sobre los relojes cortos.
Gritaron mucho tiempo más y luego vino el carajo lleno de vino como siempre y los puños estallados sobre el encierro y más allá sobre el miedo acorralado más atrás de la muñeca, del agua y de las manos, que quedaron afuera del refugio donde acudía siempre despavorida.
El agua, el agua, han matado el agua.
Y abrí, mocosa... ¡Como siempre!
Carajo, el agua, las voces se amontonaban.
Dos transparencias superpuestas.
¿Quiénes son más ingenuos, los locos o los brutos? ¿Los locos irresponsables o los brutos irresponsables?
Y la hallaron, porque abrieron al fin como siempre, allí, bajo el lavatorio, resumida contra el rincón y el agua, que se la adhería, amigable y anónima de las lágrimas, mezclados.
Toda mojada, mirá, como siempre, y esa muñeca de mierda, alzá.
Y la mirada vacía, los ojos dejados solos, y la fuga o el destierro o el juguete del delirio, remoto país atrás de la sonrisa sin gobierno y la carne mecánica.
¡Y...! ¡Como siempre...! ¡A la...!
Esas tardes viscosas, el olor a cebolla.

EL MAL DE TODOS

A Eugenio O•Neill

Cuán perfecto el incomparable refugio del profesor, escrupulosamente clásico. No ha agregado un solo libro durante años.
¿Qué edad tenía yo cuando vine aquí por primera vez? Seis. Con mi padre. Mi padre...
Olor a yodo en los frescos pasillos, aquel verano caluroso. Me acerqué. Su voz se había alejado tanto. No pude comprenderlo. ¿Qué hijo puede comprender? Siempre es demasiado cerca, demasiado lejos o demasiado tarde.
Cuántos recuerdos en esta hermosa tarde. Esta vieja y agradable ciudad después de tanto tiempo.
No volveré a Europa. Allí no podría escribir ni una sola línea. En cambio aquí... Un pretexto para anudar palabras. Mis novelas...
No creo que tengan sentido cósmico, pero hay una piba que las estima, y yo sé escribir. Y eso ya es bastante.
¿Y Nina...? ¿Qué será de Nina? Era tan agresiva. Pobre profesor.
Nina también me dominó a mí.
Yo la hacía bailar sobre mis rodillas. Pero a veces... ¡El perfume de sus cabellos! Como una droga para el sueño.
El sueño... He ahí el mal de todos. Los sueños. Porque eran siempre aquí mis pensamientos.
En verdad, no tiene ninguna importancia.

MUERTE — AGONÍA

Sentí un golpe aturdiente en un costado.
Un calambre puntiagudo esparció la soda de un ardor metálico.
Una música insónica me empañó la mente.
Con temor de descubrir el dolor, bajé la mano al lugar del golpe. Ya hace mucho que es mío.
El miedo de tocarme me hacía recorrer por mitades el camino que faltaba hasta el costado.
Opté por desabrocharme la camisa y sentí nublados los dedos de cierta sordera.
Cuando me saqué la camisa comprobé que no tenía nada. Era simplemente como un lugar vaciado; sentía un hueco; más que todo, no sentía. Sentía nada.
Acerqué la mano, toqué, pero las pupilas de la piel estaban ciegas.
Me miré la mano y se esparció lentamente sobre ella un visillo de afonía.
Comprobé qué poro a la escafandra de acostumbrado ruido se había disipado.
Recuerdo vagamente nombres o cosas.
Hace rato que floto.
He perdido la cuenta de los siglos.
Se han oscurecido cinco ventanas y estoy prisionero de una esfera, vuelto simplemente conciencia.
Todo se ha vuelto simultáneo en mi hermético encierro, y tengo miedo de recuperar brutalmente las cosas.

IMPACTO

Entonces miró hacia atrás.
Tener los ojos en un lugar de la cabeza significaba siempre tener atrás.
Giró espantado de la existencia, superior al sentido.
Siempre faltarían escondrijos por alumbrar.
Y esa ceguera a manchas. A ratos le ceñía el acecho.
Antes de la muerte, se puede apelar a la locura, para vaciar el miedo. Pero ¿qué torpe pavor permitiría la intemperie de un loco o un sueño, un suicidio a medias, para escapar de un acoso?
En seguida comprendió que era la imagen instantánea de lo súbito, de la sorpresa.
En realidad, había querido girar. Pero ni siquiera percibió el segundo impacto.

SUCIO INOCENTE

Me estaban abriendo el ropero.
Él sostenía la linterna y daba las órdenes. Dos soldados y mi camisa de fajina. Él.
Me escondí mejor. Debía quedarme toda la hora de instrucción escondido.
Ellos no me habían visto.
Llegaron los primeros pelotones de vuelta de la corrida. El mío. Me mezclé.
Ya lo empezaba a suponer. Podrían ordenar una revisación de equipo.
Se me cayeron las cosas sobre la cama de Echane. Levanté una camisa de más.
¡Mi capitán! ¡Papá...! En realidad un mazacote de miedo y careta.
¿Por qué probarme así?
Se llevaría el chasco.
Pero no llegó la revisación de equipo. ¿Por qué me daba tiempo?
A las seis formación. Ropa de fajina.
Echane castigado. Sí, es cierto, la tenía.
Salvo que..., no, no la tengo. Teniente, capitán, ¡papá! Vergüenza, culpa, odio.
La orden era dos minutos después. Formación y revista de equipo. Ahora lo sabe, pero también la gente. El hijo del capitán robó una camisa. Pero no había razón de no confiar o no hablar. Yo podría haberle dicho que el robo al depósito no tenía nada que ver conmigo. Ahora la culpa se la ganó por no confiar. Y yo no soy tan inocente, por desconfiar también.
Echane, pobre Echane. También tiene su parte, mostró la hilacha por tener razón.
Qué culpa más inocente. Pero qué inocente sucio. Insinuar que del mismo modo pudo ser en el depósito.

LA TIERRA NO TIENE PERDÓN DE DIOS

Otra vez en el día grande. Los pájaros tiritan como la risa.
Tengo un perro contento que hace olas como un mar. Lo tengo en una mano.
Y el día por afuera.
Encontré esta birome y me he venido al sol para escribírtelo.
Serrat nos inventó en una canción que dice algo así como queleausteacer señora.
Cuando comprendemos que las cosas siguen siendo después de nosotros, y han sido antes, con esa independencia de que la verdad excede todo testimonio, empezamos humildemente a deponer el egoísmo.
Creo que ya no existe el Brasilero que talló este bracito de la suerte, o no ha existido nunca. Quién podría reconocerlo, colgado de un cuello que va desde una espalda hasta una cabeza torpe como un barco roto (me gustan —ego— los barcos rotos). Pero ¿qué bracito de la suerte va atado por un hilo ambiguamente blanco que alguien (yo) sacó de un paquete de ravioles que no comerá nunca porque están integrados a las cloacas de Buenos Aires, desde no sé cuánto tiempo porque no llevo la cuenta de las cagadas familiares?
¡Sol! ¡Sol! ¡Carajo, más sol!
Bueno, andate a la mierda sol boludo.
Vos no conecés estas baldosas. Yo estoy arriba de estas baldosas porque soy boludo y peso y entonces estoy siempre arriba de algo.
Sí, algo así como un sueño en la piel. (Gracias Serrat.)
¡Cómo me gusta tu piel! Y el mar cuando te bañas porque tiene un hueco igual a tu piel donde vos te movés grotescamente y yo no te he visto nunca pero me parecés una reina.
Ah! mar y vos más, Gache mar para cuando yo nade grotescamente, parecido a mí, hermosamente yo Rolfimente amor, pero saliéndote la luna luna luna como me gusta, tu sangre revolcándose de música.
Y la tierra puta ( no leas puta, grosera de mierda, ¡mirá lo que andás pensando!) se copió de vos y tiene cosas lindas.
Y se le meten las hormigas. Por puta.
¡Fajardo! ¡Padre Fajardo! ¡La tierra no tiene perdón de Dios!
¿No ves? Caminamos arriba de un pecado mortal.

LA SEGURIDAD AMERICANA

Yo vivo solo. Siempre (siempre es el tiempo que importa) he vivido solo.
Había salido esa mañana. Ahora todavía tenía la llave en la mano. El infinito se adivina en un segundo.
Ya el golpe había sido, el dolor, no lo había calculado.
Yo era un asesinato más.
Los lapsos se comprenden al final, nunca sabré cuánto, pero no me importan los números, me desperté y supe que había estado dormido, luego todo lo demás, las llaves, la puerta abierta todavía.
El ruido gutural del ascensor, tuve miedo, otro golpe, la sorpresa me tensaba el acecho y me asustaba la duda.
El golpe no llegaba. Yo gritaba por adentro.
El ascensor había parado hacía un minuto y la puerta había hecho su chapoteo de metal.
Mi corazón era un buche enorme.
Me levanté, el miedo estaba a todas partes, cerré los ojos y tuve más miedo, miedo de dejarme solo.
La impresión, la calma, dudé de si a los ruidos los agregaba mi obsesión o estaban allá, allá en el primer dormitorio. Entonces corrí, me levanté y corrí, y cerré la última puerta y el baño y el pasillo y...
El ruido fue feroz, levantó el palomar de un gong despavorido en mis entrañas.
Había sido la puerta. ¿La puerta y quién? ¿Quién o qué? Volví a cerrar sin mirar atrás y cerré la última que quedaba a mis espaldas y me apoyé fatigado.
Era un cuarto con cinco puertas.
Yo tenía un teléfono allí, y otro en el dormitorio, el interruptor estaba en el dormitorio, yo había cerrado la puerta, la primera.
Rogué que estuviera hacia mi lado, pero no me animé a comprobarlo.
De repente recordé la puerta a mi espalda y me apoyé con una mano para darme vuelta, al girar sentí que se movía el picaporte detrás de mí y me inundé de una música caliente, un brutal orgasmo de presagio y terror. Ya no me pregunté si había sido yo contra el picaporte o el picaporte contra mí, el miedo estaba desatado como un veneno lento e irreversible.
Tranqué todas las puertas, ese sistema americano de llaves, sentí cierto alivio de aquella sugerencia del constructor.
Allí estaba yo entre cinco cerraduras.

TRAÍAS EL DOMINGO ENTRE LAS PIERNAS

Domingo. Azul y frío como todos los domingos. Fútbol como un emblema de domingo, es el día más ancho, más adoquín y más semáforo. Sobre todo cuando voy en el 215 para lo de Graciela y frente al H. Militar hay una rabiosa espera de 10 minutos, mientras se apelotonan los negros del turf en la barriga del micro.
Eso era hace un año. Ya no voy a lo de Gra.
Me embolé.
Pero es domingo hasta mañana.

CACHO DOS

Surf and ski

acuáticos en cualquier playa.
Algún día, creo, dejaré de pensar que soy inteligente y me dedicaré al vulgarismo de ser al fin un río de millones de apenas gotas.
Algún día seré una gota.
Espero no caer sobre un asado o un charco de miada. (Léase con I.)

(Sonámbulo.) Ayer u hoy terminé con los timbos. Hace siglos hoy transcurrí demasiado. Como haber ido y vuelto en un instante. A todo. A la historia, al nunca y seguir como si nada.
(Algún pelotudo tira bombas por allí diciendo sandeces como ideal, nacionalismo, montonero. Pelotudo drogado de resentimiento, ya con el ruido a no sé qué. Tal vez a un silencio inhabitable metido en la sangre.)

Con mucha

vergüenza de haberme caído del patín o la tabla y ser rescatado del fondo del mar con mucho ruido a sal y a vértice.
"Último como un vértice." Así empezaría algo que se tratara del mundo interior.
Pocas veces me descalzo la garganta y camino y me raspo y me pincho sin sandalias, sin palabras, sin recodos, sin anteojos que me salven de la franqueza.
Me saqué los zapatos pero me los pongo aquí otra vez antes de emprender la arena caliente.

Está bien, me pondré los zapatos de irme, y los ojos de nunca y las manos de ramajes despoblados y el silencio azul de los caminantes y la anticipada resignación de los que no vivieron su propia rebelión.
Me pongo los zapatos de irme, de muchas partidas (y sólo dudo de mí como ante un espejo donde descubro rostros ajenos y no allí ecos ni sombra siquiera), y siento que yo soy el que pasa, el que les pasó a los otros, el que siempre se va, el que no existe.
Porque eso es ser sólo sin distancia, ser ausencia sin partida.
Porque parto una vez más y es no haber sido nunca, como caminar sobre el barro sin dejar huellas.
Me pongo los zapatos de irme, de haber quedado tantas veces, como perderme el rastro o dejar un hombre existiéndome yo mismo es cada parte y seguir adelante hacia mí mismo tantas veces, tantos testigos, tantos puertos, y el único ojo único, que no puedo quedarme ni dejar en ninguna parte siéndome la larga soledad de los andenes y los zapatos que nunca me descalzo.

Tengo miedo (creo) de ser intrascendente, por eso me muestro espiritualizado.

AZUL Y FRÍO COMO TODOS LOS DOMINGOS

Domingo. Azul y frío como todos los domingos. Fútbol como un emblema de domingo, es el día más ancho, más adoquín y más semáforo. Sobre todo cuando voy en el 215 para lo de Graciela y frente al H. Militar hay una rabiosa espera de 10 minutos, mientras se apelotonan los negros del turf en la barriga del micro.
Eso era hace un año. Ya no voy a lo de Gra.
Me embolé.
Pero es domingo hasta mañana.

INVENTARIO DE SOLEDAD PARA MI CULPA

No quiero acarrear estos puñales
suministrar alas heladas
ni amputar sueños.
Todos somos el derecho de todos
mientras yo festejo nuevas anclas y brújulas nuevas
tú vas por la casa recogiendo fotografías.
Yo te quería tal vez
tal vez te quiero todavía. tal vez tantas cosas todavía.
Tú estás lejos enhebrada por pasillos y trincheras
por ventanas que la mañana moja
con sábanas infinitas
y yo estibo en mi garganta este árbol de clavos
yo llevo tu muerte
en mis manos que lloran y tiemblan.
porque querían ser golondrinas.
Amiga, vieja compañera
mi amor no puede sucumbirte
pero se me escapa del alma.
Esta impotencia de redes
esta agua que se adelgaza entre los hilos
Cómo puedo morirte sin muerte?
cómo puedo vivirte sin morir?
Hay volcanes que tiran de mis ojos
como toros empecinados
hay timones que llueven sobre mi corazón
Yo te quería
Y hasta a veces me lamía sediento las heridas
y vigilaba anhelante las espuelas
de nuestras batallas.
Recuerdo nuestra cama (la última) como un barco
tal vez como una mesa sola en una casa sola
recuerdo tu espalda tus ojos distantes
tantas veces mi mirada naufragada
mis huidos cuadernos mi fulgor de ceniza
mi ronquera de rincones, recuerdo una por una
cada cosa. La geografía de mi memoria se echa a dormir en las bahías de tu cuerpo. Y yo no quiero dolerte yo no quiero las palabras del olvido esas que amordazan los antiguos poemas las que arrasan el amor con el nombre nuevo del amor.
Yo no quiero pisoteando borrar con pies desaforados aquellos caminos esenciales aquella amada piedra el árbol sospechoso el primer jardín de las distancias
Durante tanto fracasado milagro durante tanto extravío he querido quererte (Tal vez lo conseguía) he querido juntar en un retablo amanecido los pedazos indescifrables de mi alma en ruinas.
y en ese inventario de turbias demoliciones de escombros de suicidios a los que llegué tarde, tantas veces no encontraba mis pies o mi nombre o equivocaba el orden de mis dientes y ponía esa incriminada golondrina en el lugar sonoro de mi corazón. Estas páginas son siempre las sábanas del amor, las de los pies fugaces de mi boca. Y en una ráfaga de agonizadas palomas veo aquel denodado poema la letra vegetal del amor que se hinchaba veo aquella estrella hecha de beso el muelle tanto pan y algo ventana de la espera en que nos dábamos la mano para tantear al hijo que venía (y vena) por tu cuerpo con su inmóvil galope de duraznos, su naranja de terremoto sus manos que se han hecho pequeños barquitos de papel.
Perdona que no ponga si lloro mientras escribo. El canto de la muerte es en silencio.Yo sé que a veces creías que por vertederos finales y cerrojos amainaban esas cartas y esos lejanos meses de lejanía y esas fotografías ocultas que te dolían silenciosas en algún cajón donde se guarecían monstruos y venenos y nombres prohibidos. Yo sé que a veces detrás de mis desnudos antifaces sentías gemir, crujir, jadear o suspirar los tallos que se iban despertando y que contabas con genital paciencia, como las de aquellas plantas que eran casi flores, las hojas nuevas que recuperaban mis pupilas. Yo sé de mis trincheras de mis uñas de mis agónicos recodos, sé de algunas palabras que se escapaban como humedad o promesa De esas intrincadas olas del asalto sin besos de la espuma a veces solitaria, De los arcos iris que no tenían suficiente cielo y de las otras playas extáticas a veces donde entre viejas resacas íbamos reconstruyendo con ansiosos dedos y clavos de saliva el barco de nuestro primer naufragio.
Todo lo sé. Sé que las flores serán las de un desierto.
Sé que te di una paloma herida que cuando trató de volar abrió su tajo en llamas y te mojó de sombras. Te dije que vinieras y te dije que no vinieras, te regalé las llaves pero clavé la puerta. Qué puedo hacer. Cuál es el primer día del fracaso? cuál es el límite de la derrota? hasta cuándo se golpea hasta cuándo se uñas y muñones en este derrumbado túnel sin salir o morir?
No volvimos a preguntarnos por los anzuelos primeros, por aquel zarpazo de nombres que entró o entré como una inundación en la casa de nosotros, derrumbando sillas y mordiendo retratos. O mejor no volví a respondernos.
Fui de nube o peor de humo anduve escabulléndome como un fusil, con la promesa debatiéndose y la traición furtiva.
Tu dolor me duele con páginas vacías con días que no supe que iban siendo despedidas, tu dolor me sube como un candado y me muere me escupe la voz con flores de raza equivocada. Tu dolor soy delito y sacerdote del otoño. Pero hay caminos que estallan las anclas, una marea de caminos una marea alta una noche de faros ululantes y tiniebla a gritos y yo zarpo como naciendo o muriendo
y te arranco de cuajo la memoria. ¿Cómo pedirte perdón, con qué palabras, con qué caricias secarte la casa solitaria con qué besos enjuagarte los besos que no quedo con qué olvido no haber sido con qué recuerdo quedarme? En mí se trama una rosa de desiertos un nudo de ebriedades sin dios ni horizonte. Tantas veces parto tantas veces apenas llego y apenas parto después de tanto apenas vuelto. Tantas veces Lautaro me ata la sombra con sus atroces juguetes y me fusila con su voz de colibríes con su voz pequeña de candentes precipicios Tantas veces Tantas y estas fotos con que me suicido de a poco. Este minucioso veneno, qué puedo hacer, cómo quedarme este espantoso equipaje de cuevas metido siempre hasta los ojos en mis cuadernos de pozos o trincheras Yo quisiera llevarte la mañana, un racimo cotidiano de canciones y esas rosas que hablaban rojamente como un pan de velas encendidas pero te llevo la ronquera de mis manos mi voz que tropieza y un espejismo de días sin bandera. Quise fundar mi memoria deponer mis lejanías, redimir mis huellas rendir mis salados recovecos Decirte un día después de tantos días que ya había vuelto, darme cuenta de tu mesa congregada y apreté los dientes y cerré los puños y contuve el aliento de mi arreciante podredumbre, pero te clavé de desertadas canciones, te crucifiqué de desmentido herrumbre con altares disfrazados con cadalsos que tenían voz de sirena. Tal vez dos muertes no sea bastante. mis pezuñas criminales devastarán cada cúpula sagrada cada almena depuesta cada arco de rosas que se te haya caído en la batalla. Y yo quedaré herido con tu espera con tus rosas de nuevo con tu traicionada primavera y yo quedo herido pero no me muero y mi herida es culpa y mi dolor tendrá sonrientes espejos cuando no quiera verme frente a frente con el cuchillo ensangrentado de luna y el poema ensangrentado de silencio, cara a cara con el crimen

Un día en nosotros fueron todos los ovarios de la tierra
telares de alba nos buscaban la lengua
carcajadas de lava levantaban nuestro aliento
desatados ríos acarreaban la primavera hasta mi cama sin cenizas.
En el pan nos encontrábamos y en la campana.
Y el aburrimiento no andaba socavando ni enmoheciendo. La rutina no lamía las cosas que sostenían el día. ¿Cómo decirte que ahora sí. Dame tu herida como una sonrisa para poner mi puñal como una rosa. Cómo puedo no terminar esta carta con aquella misma estrella. cómo besar la frente de lautaro yo cómplice de la noche polizón de la puerta, cómo martillar su mirada desnuda con mi espalda turbulenta de nuncas?
¿Cómo cambiar tu nombre por el de una hermana cómo darte de beber estos andenes cómo asestarte este puñetazo de lágrimas cómo decirte estas equivocadas brújulas. cómo pedirte que guardes los zapatos viejos de mi historia? No me voy de tus altares a otros templos. mi boca no trasborda nombres mis sueños no se visten de nuevos lenguajes. Me he quedado sin dios eso es todo. Ahora ya sé que no puedo construir a dios con sólo rezos a pesar de que nunca tuve palabras suficientes ni manos apretadas suficientes o que ahora nunca las habría tenido. Pusiste en el teléfono tu voz como una ofrenda como una mansa llamarada de campanas, yo les arranqué el domingo les amputé las alas te escupí la lengua con ronquera. Siempre el mismo labriego de flores venenosas, de cosas con las que no se puede hacer pan.
Ahora necesito quitarme la coraza ser mucho más víctima decirte que lloro, ser menos culpable estar un poco loco tener olor a sonámbulo pasearme por nevadas cornisas abrir la boca para que entre alguna herida a raudales. De par en par el silencio para tener alguna lápida que llame a los que vendrán a perdonarme. Y sin embargo no comprendo el perdón. No sé siquiera si edifico en esta página un espejo. si le escribo esta carta a mis insomnios a mi conciencia si quiero demorar la copa clandestina. La azotea que se derrama sobre las sirenas, los sueños desterrados.
No quisiera ser el turbio sacerdote, la ritual cicatriz la canción que se condensa y lava. No quisiera ser mi absolución. Quiero bayonetas ladrándome jardines ladrándome arrojándome puñados de sequía, conminatorios hermanos sin sillas para mi destierro. un inventario de soledad para mi culpa.
No soy un emigrante; prófugo de la tierra gangrena planetaria. Pero antes de irrumpirte esta carta antes de estallarte la boca, de hacharte los ojos y machacarte hasta la última ceniza quiero dejarte el mapa de mi cueva el itinerario de mi despavorido escondrijo, para que si un día amaina mi crimen en tu carne y puedes enterrar también las cruces de tu cementerio, vengas a mis costras sobrevivientes a encontrar al amigo que también fui nube que tampoco claridad que ni siquiera pañuelo.

He releído esta carta durante la que mi boca no tropezó ni acampó para secarse el sudor. Apenas alguna ventana del avión el tórax americano disminuido bajo la altura como una dentadura de piedra montañas desencadenadas, cráneo, mandíbula geográfica.
No podía detenerme. borbotones de lámparas envenenadas se me desmoronaban por dentro y caían al renglón amigo. Al silencio ordenado e inventariado en blanco.
Hay en los hombres la misma fatigabilidad de la tierra. A veces se cambian las semillas a veces se amamanta el polvo con sus propios hijos como las gatas que se comen la placenta. Y a veces a pesar del sudor, de las tempranas fatigas de las lluvias y las nobles semillas, la primavera sopla en la flauta terrestre pero la canción de espigas no brota. Es entonces cuando el terreno está ronco. Los cardos andan recuperándome el alma.
Con esto no digo que ninguna flor es cierta o que no podríamos poner los mismos cardos en un jarrón, sobre la mesa. Digo que la arena me intenta que la piedra me interrumpe y la aridez logra mis vetas. No quiero los nombres cotidianos del amor para nombrar su muerte. sería demasiado doloroso.
Naro, yo tengo esta enfermedad de tinta y a veces la piel de mi alma se oculta debajo de mis costras se esconde debajo de las ampollas bajo el pus enmascarado de las pústulas. Vos lo sabes. has deletreado mi boca tantas veces. No puedo emprender este lanzazo sin disfrazarlo de paloma.
Voy de carta en carta de nombre en nombre de amigo en amigo de recuerdo en recuerdo palpando a tientas el óxido y el terciopelo
Hablo a los amigos con que hablábamos lloro sobre nuestro cubrecama en mi memoria. Les sonrío a las macetas del balcón a través de la distante ventana. Estoy solo en esta culpa como un cáncer de carbón en una napa de oro. Y no sé mentir ni decir la verdad. No puedo quedarme ni partir. Lloro o sonrío le hablo al espejo, al aire, me miro la memoria al espejo me miro el crimen y el silencio al espejo Me miro la vida y el futuro al espejo, sonrío o lloro es la única imagen que recojo.
Si pudiera haberte regalado muchas más flores flamantes puñados de canciones una camisa de besos para tus hombros donde hacía pie la tarde... Recuerdo cuando a veces volvíamos de la rabia con espuma de cuchillos en la boca salpicando gritos derretidos aún y de repente la espuma era de súbita flor los gritos eran súbitamente tules que volaban y deponíamos esa especie de odio indesterrable escondiéndolo bajo la alfombra, detrás de algún párpado o entre las muelas junto al musgo del tiempo. Recuerdo cuántas veces estuve por escribir de nuevo la palabra amor y mi garganta se agachaba o se quebraba en el aire como un barrilete roto y te decía apenas una mirada esquiva, un recodo en la boca. Nunca habré sabido dónde empezaba esta carta. Tal vez en algún descuidado ademán en un borbotón de murciélagos cuando vigilábamos mariposas o atajábamos guitarras con el pecho. No lo sé, no lo sabré. la vida es un laberinto sin retroceso. La piel de la tierra era toda caminos. Tuvimos pies para éste. El destino era cualquiera y emprendimos esta memoria con lentitud de empecinados dientes. Y aquí estamos ahora
No podés mirarme a los ojos. Te llamo para que lo hagas para que precipites tu última herramienta tu último anzuelo ávido. La vida no nos permite una vuelta de pista preliminar un recorrido estudioso.
¿Cuántos errores nos quedan-amos por nacer o morir? Yo no lo sé.
Ayudémonos a alguna paz cualquiera.
Yo siento que llegamos a la cima de nuestras manos a la cúspide de nuestros almanaques aquí nuestro camino cae bifurcado. Nos queda un único cauce común la única vaina donde esconder esta ceniza, lautaro. Él es el guante que guarda nuestras manos juntas. Qué más puedo decirte? Es cuestión de decidir. Decidir quedarnos o decidir partir. Decidir durar o decidir decidir. Y yo tengo miedo de saber que ya he tomado mi rumbo que ya he echado a andar el viento que mis velas se hinchan y tiran y que el tiempo ya me da la nuca.
Quiero un último tramo de espejismos para arrancarme si es preciso las manos buscando el agua en nuestra arena. Por eso quiero que vengas para que la tal vez última vez no haya pasado inadvertida.
Caminar por un muelle como un ciego sin saberlo, es un poco lo que no habría pasado
no es justo resbalar. Debemos arrojarnos o permanecer de pie. No elijamos la cobardía del tropiezo. Ya tanto ha sido casualidad. Yo no quiero darle llaves al destino. Soy yo el jinete de mi vida. timonel y fogonero. Subámonos a la locomotora aunque sea sangrando rieles pero mereciendo el rastro que dejamos aunque sea de escombros y gangrena.

*

¿Cuándo empieza la certeza?

*

un interminable camino de certeza

*

Estas cosas se hacen siempre mal, porque son malas.

UNA BRÚJULA GIRANDO DESESPERADAMENTE

Querida Kel. Estoy acorralado en una página.
extraviado en un sueño sin salida
sumergido en un ciego envenenado o en un Dios
borracho que aprieta las mandíbulas.
Te mando esta paloma confidencial porque quiero saber que estás sabiendo. No sé dónde ni cuándo, apenas casi; pero sabiendo. Vos habrás sido el único testigo la única anticipación algo de ese viejo rito de ser antes la foto que el momento (de la foto). Como un motín de manos apretadas contra este diluvio de kilómetros. Sólo puedo confabular con vos por eso te derramo estos espejos.

: hace poco, el 16 de Nov. salí de

Casuarinas (quiero leerme decir todo esto). No tenía ganas de salir. Alguna gota cansada se resbalaba por las suelas de mis zapatos. Los relojes arreciaban sobre mi cabeza. En el avión le escribí a Naro. (Te transcribiré la carta.) Empezaba un último tramo de espasmódica nostalgia. Yo me estaba yendo un poco famélico de veredas y aventuras, de trasnochados encuentros con alguien que siempre es más uno mismo que otra cosa. La primera noche salí y troté por ahí sin resultados dignos de Don Juan. En el seminario había algunas miradas accesibles de las que yo huía con tesón cremoso. Pero las salidas... no era la primera vez. Desde aquella telenovela catalana pasaron muchas cosas, divertidas, tristes, ansiosas... finalmente efímeras. Ainara estaba a salvo en un bolsillo de un pantalón que siempre dejaba en el ropero. Desde Leie, entre Naro y yo las cosas se cambiaron de zapatos, de corbata y a veces hasta de antifaz, pero éramos los mismos. A ella le bastaba; o era lo que esperaba o conocía. Yo a veces me aburría, no siempre; a veces me enojaba, no siempre; a veces sentía lástima, algo más que no siempre, y pocas veces una especie de aviso, una señal, algo que volvía o se regeneraba.
No sé de verdad si los aviones, si los recuerdos y los sedimentos de no sé tampoco qué cosas en algún desfondado sueño. No sé nada. El caso es que había una brújula girando desesperadamente. Te escribo para saber que un poco no he mentido. Y la verdad es ésta, que lo he hecho copiosamente. Y la verdad aún más es ésta: Marilói. No importa quién, cuándo, cómo. Yo.
El problema es éste: ¿Hasta cuándo se tantea tratando de reconstruir en la oscuridad? ¿Cuál es el final de la incerteza? ¿Cuándo será cierto que no es cierto? ¿Cuándo se está absuelto del contenido de la verdad, siempre que la verdad, en sí, no sea un crimen?
Kelly, muchas veces te cuento secretos por la noche mirando los techos de todas estas ninguna parte en estos hoteles que son siempre el mismo. Hoy quiero que no seas yo mismo. Quiero decírtelo. A veces la lástima o la compasión la incerteza o la gratitud por un chorro de años me hace tenerles miedo a las retrocedidas palabras. Creo que esto no debería repetirse constantemente. Creo que no la quiero más. Antes dudaba de haberla querido alguna vez. Eso quedará enterrado entre mi sombra desordenada de hace ocho años y la desteñida memoria. Creo que algo la quise. Cómo no. Ella dijo una vez que yo la había usado. Tal vez. Tal vez mucho más que tal vez. Hoy, a veces, me oigo hablar con los amigos y (es triste decirlo) me parezco a cierta polvorienta canción de Palito Ortega. Aquella del sabor a nada.
A veces la vigencia de las emociones que saltan como un arco que se suelta, se vuelve indulgente con nosotros y nos permite vivir de cosas lentas, casi suaves, y un poco solitarias. Recuerdo unos candelabros donde enredo o enredaba los ojos con descuido durante tanta paloma volcándose lejos en otra parte donde no somos. Todas esas historias vacías que la nuestra propia es muerte.
A veces una cierta tranquilidad te indulta tantos abortados gritos, tanta lava de besos que se caen por las sienes de un sueño.
Pero cuando conoces a alguien y se te mueven los zapatos en los pies como queriendo irse, cuando conoces una quinta o décima persona por primera vez y ésa sí es la primera, cuando no te reconocés en los espejos y llenás cuadernos con burbujas y te animás a ciertas desvergüenzas y te descalzas el temor de las palabras prohibidas y decís beso y amor y te animás de repente a las monstruosas verdades, entonces te parece que la mayor de las culpas es el suicidio y que no vale esperar a los sesenta para ya no tener treinta y que sea de verdad demasiado tarde.
Éste es el problema. Estos días no caben en una sola carta. Hay demasiadas cosas, colgajos de enmohecidas canciones, harapos de lámparas que arrastro apagando rumbos a cada paso funerario. Y esos otros de jugar a ser ardilla, de correr por el aire con la boca y transitar con páginas la noche buscando la palabra exacta, el homenaje, el pedestal, la rosa.
Ya sé que todo andaba mejor y de repente cayeron almanaques al galope.
La única vida definitiva es el pasado. ¿Pero de qué sirve quedarse sospechando cicatrices en los pies, llagas aquietadas y ciertos roncos consuelos sin saltar, sin decidirse a haber nacido, sin perder de un solo trago el último tren del suicidio que todos traemos puesto?
Kelly, sólo quería empezar a decirlo, porque me parece que voy a poner una bomba de espinas y no quiero salpicar muy lejos. Por favor no mastiques techos amargos, esos de los insomnios. No te preocupes. ¿Qué carajo digo? Y Lautaro me mira desde las fotos con sus ojos de sonido fosforescente. ¿Pero qué puedo hacer? Empiezan las justificaciones: Yo desparramaría una gratitud opaca o más bien odiaría a gritos, si a una cierta edad, de repente hubiera sido siempre la culpa de las anclas involuntarias de papá o mamá. Pero no sé de haberlo sido. Qué sé yo. Los chicos pueden entender, o tal vez hay cosas más difíciles de entender aún.
Lo que más me demora es la fragilidad, quizá, de Ainara; no me gusta romper, pero una operación a tiempo duele menos que una vida de ataques al hígado. ¡Ojalá que ojalá! Que todo sea bien, que sea cierto alguna vez que no hay mal que por bien no venga. Ainara no sabe de Marilói. Ése es mi hachazo subrepticio que quisiera no dar. Porque tal vez es un escudo. Yo no lo creo, pero no tengo derecho a no dudarlo. No quisiera mezclar una cosa con otra; quiero saltar con los dos pies en el aire, no uno en el muelle y otro en el barco. Cerrar una puerta y si después veo la otra todavía, dormir una noche a la intemperie y soñar que entro a la mañana. No quiero acarrear culpas para nadie. Entrar en el jardín con los pies contaminados. Todo el mundo tiene derecho a no ser causas tenebrosas. Yo la quiero a Marilói. ¿Cómo puedo recordarme mañana? Pobre Naro, yo no sé siquiera si me quiere o simplemente no quiere cambiarse de zapatos. Tener nuevos callos, qué sé yo. Yo le he dicho un poco de mis hollines, de mis turbios renglones de apagada memoria, de mi pus en marcha, pero no hay palabras suficientemente pañuelos, estas cosas se hacen siempre mal, porque son malas. Te mando también una carta que le escribí a Ainara para que puedas sopesar los rincones oscuros de mi aliento. Esa carta la leeré con ella bajo el quincho o qué sé yo dónde, en cualquier caso debe conocerla. Ya no hay inocencia suficiente para mentiras piadosas. A pesar que me reservo una.
Le he pedido a Naro que vaya a Casuarinas, al principio reculó al teléfono cuando me oyó tan distante. Ahora ya ha decidido ir. Si en casa, sin necesidad de atender a otra cosa que al sol y a la gente, entre todas las cosas mágicas, la navidad y la mayor medida de esta especie de delito, mi decisión no retrocede, será una consolidación definitiva. Tal vez se me coagule una mariposa en la boca; de todos modos el primer tal vez no nos pertenecía. Vaya a saber quién tuvo la culpa de la primera inocencia.
Hablaremos copiosamente en Casuarinas. Ahora te dejo con un beso enorme, con un abrazo como el del día que te casaste con una flor esculpida con los dientes.

Te quiero.

Rolfi

LA CARTA DEL OLVIDO

Amiga mía. No sé ni siquiera cómo decirte querida Graciela.
Ya no te goteo de las manos a la hora de la poesía que tu soledad acomoda.
Y sigues tejiendo pariendo o sangrando
pero ya tu voz no me busca
como un barco
—yo me quedo con el humo y la sirena—
que pone más allá la lejanía
que se va y me hace espalda
que pone más acá la soledad de haber quedado o de haber sido partido
olvidado
o ya no más o peor, ya nunca.
Ahora pierdo tu costado
tu tácita presencia
tu sitio regular.
Ya tus palabras no me hacen casa.
Tu barco parte y me regala un muelle.
¡Qué triste amiga no andarte la poesía!
Qué triste el desembarco o el destierro
la culpa o el olvido porque sí.
He sido vaciado de tus cosas.
Tus ritos me derogan, y en la clausura
tu silencio
la manera final y la más anónima de tus palabras
me asola como la tristeza de no ser
de haber sido y ya no ser.
Ya no doblegamos el imperativo de los astros
los astros nos preceden y ya no nos esperan
para no equivocarse.
Ya somos obligados y libres en nosotros como en una jaula redonda.
Nuestro albedrío no excede nuestras manos
nuestro sueño.

Abrimos la reja de los pájaros, como para irnos
y nos quedamos.
Somos peceras y somos los peces de adentro.
Y nuestra libertad redonda o cuadrada
o qué más da si mensurable
está crucificada cuatro veces por cadenas.
Amiga, hicimos una ruta
y éramos testigos.
Ahora nos volvemos y la tierra se quema.
¿Cómo señalar el regreso?
Es cierto
el que encuentra una razón para volver
ya no parte por lo mismo que se fue
y, sin embargo, ¿quién tiene la razón de desandarnos
de evacuarnos el recuerdo
de nombrarnos con olvido como lavando el veneno
o cerrando con tierra por las manos
puñado por puñado el pozo y el abismo?
Ya no será el desierto alrededor.
Ya no hay alrededor.
La arena pierde el cerrojo el vientre o la garganta.
La arena toda.
Ya no somos el agua la fantasía el espejismo
el pozo o el aljibe.
¡Qué raro haber sido! Es como conocerse en otro.
Y aquí hemos sido porque recién se ha sido cuando se fue.
Y yo amigo de verdad amigo
de verdad aunque no tuve la rosa
la fruta, como tuviste la rosa y la fruta y la bandera
te hice mi casa de poesía sin poeta
con la flor por adentro de la tierra
y el hormiguero que te hacía mi garganta
—como el agua en la arena del silencio—
aún te llama
aún te canta o te levanta
con ronquidos, con voz de palo sucia o ensuciada
aunque ya no me espere tu voz que me dejó a la espalda
aunque me haya atrasado a tu costado y tu tristeza.
Hoy te busqué
me busqué por los jardines de tu canto
revisé las tumbas y las cruces como el último muerto que se busca en la tierra ya sin tiempo
en los soldados de la guerra final sin derrotados
y no hallé mi nombre, no hallé mi tumba ni mi muerto.
Como si no me hubiese llamado o no hubiera sido nunca.
Un día hallarás mi carta del olvido
esperando que tú también te vuelvas sobre los jardines.
Tú tienes una flor y una campana con tu nombre
pero no hay tumba ni partida bajo tierra.
Allí me asumirán los siglos
esperando que me halles en la espera
hasta que leas esto o hasta que no vuelvas.

CORRO POR LA INCERTIDUMBRE

¿Sabes que a veces se me esfuma
tu perfil? corro por la incertidumbre
desesperadamente como queriendo
atrapar un perfume en el aire y cuando
lo logro, como un buzo que emerge
por el polo salgo de los misterios de mi
memoria con mi tesoro en la boca.

DEMASIADAMENTE HERIBLE

Hace poquito, apenas diez minutos
estaba en el escritorio escribiendo un poema
y tenía la voz algo nublada, casi
como callos de callar en el aliento. Y no
podía dibujar, la música se me caía del
pincel, el aire estaba lastimado (se han
muerto demasiadas palomas en el mundo).
Entonces cazando con mi arco sin flechas
ante un público fantasma, me sentí
vulnerable demasiadamente herible por
afuera y me metí en tus ojos que
estaban dentro de los míos y dejé
que mi voz rodara como un tronco usado
sin miedo del espacio ni de la
ausencia de las golondrinas.
Te llevo como un escudo por dentro
emperatriz de mis dientes.

CACHO TRES

Con mucha

vergüenza de haberme caído del patín o la tabla y ser rescatado del fondo del mar con mucho ruido a sal y a vértice.
(No musical.)

AUNQUE PIENSES UN BESO MÁS EN ÉL QUE EN MÍ

Gracias por serme macanudo, y por te voy a extrañar
Rolfi, y por no poder dormirme, esta noche, cuando no
pueda (y no me importe)
por pensar en
vos.

Aunque pienses un beso
más en Juan José que en mí. Y por eso esta carta
no voy a dártela.

A UNA CHICA EN EL COLECTIVO

¡Qué lástima no tener ninguna razón para pararte y
decirte que me llamo Rolfi y que éste es mi número de
teléfono, y que tal vez espere mucho tiempo!

Podría tener el derecho de tus horas, el derecho de tu
hastío, podría ser tu derecho... Pero sólo me llamo Rolfi.
Y apenas esto y perdón, y tal vez el nunca que nos
incluye, o el alguna vez que me perdona un poco.
Aquí dejamos ya de ser la gente. Aquí el siempre o el
siempre nunca es mutuamente. Pero nosotros aquí, aquí
por fin venidos de algún día que siempre es antes.

DOSIS DE AMOR

Quisiera que fuéramos los dos
tomados de las manos
tomados de la saliva
atados del aliento
enredados por la mirada
sin haber sabido contar nunca
sólo guardando el número 1000
para decir estrellas
para numerar palomas
para saber que ése es el número
uno de los besos
la mínima dosis de amor entre los dos.

UN CACHO MUY BACÁN DE TINTA

Un carguero es un barco cualquiera donde el capitán me deja viajar a cambio de lo que tenga, que es lo que haga. Descubrí un recoveco en la birome donde había un cacho muy bacán de tinta, que dormía la siesta. Ya lo desperté. También con ese pedazo de tinta me callo, para que pase tu silencio como un pájaro gigante de música vacía. También con él te estoy triste.
Novia. Novia mía. Porque yo. Porque yo. Por favor. Siempre. Novia. Yo.

TE EXTRAÑO CADA VEZ MEJOR, PORQUE CADA VEZ MENOS

Estoy en un acto. Me equivoqué de auditorio y me expedí en otro. En Bulevar Marítimo y Garay. En la Universidad del Doctor Merlo. Sí, allí mismo. Y Sade y Afra subieron al escenario. Y yo estaba. Y entonces estuvimos y pronuncié mi conferencia.
Y era una disertación ajena. Pero aunque no parezca, también en los discursos ajenos la gente pronuncia. Como en los casamientos ajenos. Porque aunque tampoco parezca, también en los casamientos ajenos la gente se casa.
Y ya me estoy curando. Y te extraño cada vez mejor, porque cada vez menos.
Voy a buscarte.

PORQUE A VOS TODO DESDE SIEMPRE

Estoy en la casa más lujosa que haya visto nunca. Es la noche de un día. Todas las noches son de un día. Pero ésta es de un día-vos. De buscarte. De irte a buscar. Y no ir a buscarte. Porque irte no es ir. Es irte yo. Llevarte a vos
limpiando la mierda en un barco carguero.
Limpiar la mierda. Limpiarte Casuarinas de los ojos.
Casuarinas. Ay, pero mejor Argentina.
Que voy.

ESTOY TAN CONTENTO DE ESTA TRISTEZA

Naro aire,

Tal vez en una feria de cosas alegres hay racimos de globos, manadas de colores que capitanean la sonrisa de los niños. Tal vez en alguna parte hay payasos graciosos. Yo no puedo aceptarlo. Cuando veo una langosta de irisadas alas como una esmeralda voladora mi alma se ilumina con las costas de un mañana de promesas. Estoy empezando a comprender a algunos borrachos.
Estoy tan contento de esta tristeza que sería capaz de bailar por fuera del espejo y estar vestido de luto en la imagen dentro de él.
Pero no puedo decírtelo. Debo empezar la verdad por su sombra: por la mentira. A fuerza de tratar de parecer, de buscar actitudes estoy extraviándome en mis bronquios y ya no sé cuál es la salida. Quisiera poder compartir esta alegría con vos, ya te lo he dicho, creo; pero voy y vuelvo en un vaivén interminable como un péndulo sin decidir cuál es el dolor menos doloroso.
Imagino que cuando se desocupa una casa todo el mundo se pone triste por los días que ya no serán allí, en vez de sentirse feliz por los que fueron. Estoy casi seguro de que esto será más o menos lo que nos pasará. Yo te deberé años eternos en vez de pagarnos mutuamente un saldo de los siete que habremos compartido.

CUÁNTAS DESPEDIDAS

En la gran ciudad cada persona que se puede
encontrar y no se encuentra es una despedida
Cuántas despedidas pasan por mi lado.

DEL CIRUJA

Así es mi amigo
hay que andar muchas veces una calle
para ser amigo de la vereda
Recién lo digo
después de haber dejado sombra tiempo
taco y seda
sobre el mosaico que no siempre
tuvo umbral para mi abrigo

TAN TU MARIDO

A este argumento le queda bien
que te hayas casado.

Hay contradicciones que no entiendo. Empezar a obrar de acuerdo con ciertas pautas porque una de ellas nos previene un tiempo de acción determinado. Y luego toparse con que hubo pautas falsas o equivocadas que nos ocasionan diferentemente. Esto siempre incluye un equívoco en la primera apreciación del tiempo. Y cambiar la tónica del obrar. Por ejemplo acatar una circunstancia tan real, trivial, absoluta como relativa y transitoria como definitiva, como lo fue el casamiento de Conchita. Un mazacote de gente irreproducible. Tu marido, tan tu marido. Tan mi arrepentimiento, mi error, mi estupidez, mi bondad, mi maldad, como tal vez la verdad devenida por esa fuerza genital de lo ordenado (obligatorio inexorablemente al fin). Entonces una situación fallida, insustancial, descolorida, chocante, forzada, preguntas fatuas y respuestas evasivas y estúpidas. Situación estúpida. ¿Pero corresponde (me pregunto) formalizar una flamante imagen acompasada con la farsa, que nos desmienta, nos mienta en verdad? Es necesario, por respeto a cosas que sólo nos llevan de verdaderas la vigencia de tener un tiempo anterior, que nos preanula, aunque lo genuino, lo basal, lo seminal sea hallarnos (porque buscarnos no nos es verdad, sino habernos forzado), hallarnos en un rostro de dos o tres veces en un tiempo sin historia, sin testigos, sin hábitos, sin cotidianeidad, sub o suprahumano. Y después naufragar en lo trazado, lo inevitablemente nosotros, como es ser siempre lo suficientemente cobardes o valientes como para resistir.

ALBERT E = MC AL CUADRADO

Si mi imaginación fuese más extensa que la necesaria para esta idea, en vez de ser algo tan pobre como la vida...
Pero... ¿qué estoy diciendo?
¿Sólo porque las estrellas son siempre las mismas hago un problema de lo que no miro?
La realidad de las cosas, la tiene mi conciencia.
Todo es relativo. Y por lo tanto también es relativo que todo es relativo. Por lo tanto no es absolutamente cierto que todo es relativo.
He ahí una afirmación que se cocina en su propia salsa y sale ilesa:
Todo es relativo.

EN ESTE MOMENTO, AY, HAY

En este momento, ay, hay una chica, ay, por la vereda de los impares, y ay, yo te escribo, te escribo que te escribo, que pasa una chica, ay, y que si me fallas te perdono, te perdono desde siempre, porque a vos todo desde siempre, ay, que pasaste y me quedó doliendo, pero por favor no me falles.

ÚLTIMO COMO UN VÉRTICE

Hací (así) empezaría algo que se tratara del mundo interior. [...]

UN LARGO SUICIDIO MINUCIOSO

Nunca te he contado que cuando yo no había elegido todavía mis pájaros, vivía en una casa con rostro verde. Allí fui feliz. Vivía en el amor sin conocer su nombre
y en mis sueños aún no había puertos.
Pero un día entró un pájaro ciego, con mirada de azufre. Creo que yo tenía la sonrisa como la tuya, como un castillo de marfil. El pájaro voló esparciendo miedo, salpicando sombras. Luego nunca pude olvidar la palabra pecado. Alguien arrancó las rejas de la casa, profanaron las flores, usurparon raíces a la primavera
echaron escombros al río que ciñe aún el terreno
y la cintura del verano no tuvo nunca más guitarras.
No he vuelto a ver la colmena estelar la noche de Casuarinas con mil luciérnagas ancladas.
Esas hojas que arrancamos juntos
para palpar el olor del eucalipto, la savia
en voz alta de la hiedra, me recuerdan el olor de mi memoria virgen sin ronquera aún, como los pies de un niño. Y desde que
empecé a dejar de rezar, a perder de vista
el miedo y mucho más la esperanza, desde
que mi vida se volvió un largo suicidio
minucioso, no había vuelto a anticiparme
al nombre del amor. A sorprenderme enamorado. A
encontrármelo dentro sin haberlo hecho pasar.
Qué me pasa con vos Marilói?

DIARIO DEL INFIERNO

Recuperé la voz. Ya no tengo olor a ceniceros astronómicos, ya no sueno a coagulación de luz lunar, a detención, a ola demorada, a rota espuela lunar en un mar emancipado. Pero sobre todo, lo más sonar, lo más aliento, lo más torre, lo más andanada de campanas, bayonetas de flores, lo más miel al acecho, es que puedo olvidarme y venir a tu nombre, venir a esta ceremonia del amor a poner en pie mi sangre, a desenvainar relámpagos, a desterrar tinieblas, a derrotar diamantes, a tomarme una copa de delirios y acarrear tus amapolas, los naranjales insondables de tu pelo, hasta los atracaderos finales de mi boca.
Hoy leí en el diario del infierno que la onza de amor no se cotiza, que el gramo de guerra está en alza y que hay bancarrota de jardines en los hemisferios de la noche. Por eso decidí emplearme en una relojería, para clavarle una cifra equivocada al reloj genital del desgaste e infartar el tiempo, romper las manijas de su puto y hediondo corazón.
What the hell! Si todavía lo necesito como a un remero, galeote intransferible, para que me lleve hasta el encuentro, para que me desembarque en tu beso y me naufrague en el mediodía de la eternidad. Luego lo mato como a un buey, por la espalda, desde el pasado, para quedarme eternamente dentro tuyo, separados y juntos, aurícula y ventrículo, como un reloj de arena. Ése será mi único suicidio de hoy en adelante. Me mato mi pasado. Clavo mi zapato en una nube para que llueva despavorido sobre la vagina boquiabierta de los volcanes, que son mis amigos, mis perros custodios. Ellos se lo van a comer y lo escupirán por el otro lado de la tierra fecalmente acero de hacer cerraduras y ametralladoras.

QUE EL FUEGO SE QUEME

¡Incendio! Está la calle atestada de peligro.
Hombres disfrazados de hormiga hormiguean como burbujas incalculablemente.
Arrastran venas raudas, largas flautas donde se apura el agua como un urgente animal.
Nadie mira a nadie. Nadie recuerda nada.
El fuego embiste como un toro derretido.
Olas, lenguas, banderas, túnicas y bramido.
Las hormigas le clavan su aguijón chisporroteante. Las heridas del fuego son húmedas y vaporosas.
Yo estoy en esta esquina y no me pregunto por los señores asustados, por los amantes que se derriten en los calcinados colchones, por los cuadernos como éste que se van por la ceniza, por el carbón de los miedos y los besos con rumbo de humareda.
Ni siquiera pienso que podríamos haber estado allí, jugando a siempre, tú y yo, en un mañana cualquiera.
No.
No hay incendios para nosotros. No habrá mangueras escupiendo; gritos de socorro, reventadas ventanas. Habremos tal vez una inundación de mariposas, un caos de flautas incandescentes, un diluvio de palomas luminosas.
No me importa que se quemen estas casas. No hay tiempo más allá de nuestros ojos. No hay muerte ni dolor ni urgencia.
Toda la tierra nos asiste como un planeta que concentra su circulación, su pulsación de palomas subterráneas en la primera raíz de su naturaleza. Están dejando que el fuego se queme.
Ya le han sacado los ojos. Le han clavado una inminencia de agua. Ese mar vertical ya se desploma.
Cerca mío hay dos señores en pijama que no se parecen en nada a nosotros.
No saben que han sido condenados a cuaderno perpetuo.
Me voy antes que me salpiquen con rincones.

VELAS PARA AGRANDAR LA OSCURIDAD

He apagado todas las lejanías
he decidido que estás aquí conmigo
detrás de alguna puerta,
lavándote la cara
amasando un trago de ventanas en un
papel, o bebiendo un chorro de mariposas
en alguno de tus libros amarillos.
He decidido que la soledad no nos cabe
Somos demasiado para los enjutos territorios
de la nada.
Y si alguien no lo cree puede leer
en los legajos de la primavera sobre nuestro
encuentro desde los parietales de la tierra
de nuestra insobornable brújula de equinoccios
Sí! Estás comprando el pan para nuestro desayuno
Un par de velas para agrandar la oscuridad
ese esmalte multicolor para pintarnos camelias
en los brazos y hacer el amor como las enredaderas.

No encuentro la nota que me escribiste
mientras dormía
Te habrás olvidado de dejarla.
No importa, sé que la has escrito y que
decías que volvías en seguida, que no
querías despertarme.
Ahora me voy a meter al baño
voy a demorar un poco para darte
tiempo de volver e irte otra vez.
Me gusta tu forma de estar
tu presencia vacía, llena de sospechas
tu ausencia habitada,
tus constantes salidas.
Ah! espero que no olvides traerme
el bloc de cartas y los sobres.
No puedo estar sin escribirte cada día.

PANTUFLESCO, APACIBLE DOMINGO

Era domingo. El tiempo sin veces.
Un camino abierto, donde no se puede.
Pasaba las manos de los ojos al silencio como revisando viejos miedos, dulces trofeos de todos los niños que fui feroz.
Cuánto me habré esperado ese domingo, o cualquier otro, o un martes, si se hubiese empezado a contar dos días después.
Cuánto me habré esperado tantas veces, yo, todos los espantos que fui, toda la gente que me fui poniendo, la vida, fabricándome los días como una araña (y una tela, tal vez siempre hacia, pero sin bordes).
Mi cara de domingo. Mi silencio de domingo.
Todas las cosas que me ponía, revisándome la presencia.
Mi soledad, al fin, de todos los días.

EL DEFORMADO

Estuve llamándome desde adentro, sin gritar, aún no sabía el silencio, no tenía voz, dije desde adentro, ¿dije?, ¿desde adentro? Llamé. Recuerdo que con las manos no, aún no tenía las manos. Tampoco recuerdo. No tenía las cosas de las imágenes que ahora son sólo sensación. Llamé mucho tiempo, tal vez sigo llamando o soy una mentira y entonces empecé en mí mismo como un anillo, porque soy infinito.
Un día, no sé cuándo, empecé a pensar que no llevaba la cuenta del tiempo que hacía que pensaba. Creo que es lógico, o creo que creo. Porque si no pensaba, no podía esperar el día de empezar a hacerlo. Pensé y me supe, o me inventé para entonces sí empezar a pensar. ¿Cómo pensar antes de ser?
Todavía no puedo acomodarme en orden. Es que fue de golpe y yo soy eterno y eso excede del tiempo o cabe en un instante. La eternidad no transcurre porque necesitaría tiempo, por eso yo que soy infinito no tengo antes ni después y soy un quilombo sin orden ni concierto pues el orden es número y el tiempo es sucesión.
Empecé a pensarme, como me digo. (Ésta es una manera de ser mi propio testigo.) Morir dormido sin haber nacido y que nadie sea al fin testimonio de que yo no he sido, ni siquiera de que estoy escribiendo esto.
Y un día tratando de inventar lo que me faltaba para ser ante los otros, empecé a hacer fuerza para parecerme a algo que no se pareciera a nada: yo. En realidad era fuerza para diferenciarme. Y pensé que se podía llamar "El deformado".

Y MI SOLEDAD EXISTE

Soñé que me forraba un abrazo
y me desperté enmangando las fauces
de mi soledad

SOLO COMO EL PRIMER MUERTO

...¿O acaso cree ser la única que tiene derecho a su voz, a sus manos?
Estoy solo. ¿No lo entiende?
¡Solo! ¡Solo!... Solo.
Y estoy más solo que lo que puede entenderme.
Más solo que solo.
Porque alguna vez no estuve solo.
Porque no puedo estar solo del todo. Porque tengo voz, y manos. Y no crea que eso es asqueroso... Es... ¡Qué sé yo!... Es triste.
Vea, m..., me da ganas de llorar. ¡Y he llorado!
Yo sé que hay muchos solos.
Y que nos damos las manos de los ojos en las estrellas.
Pero después... ¿Qué estrellas?...
Uno se hace un levante y pierde confianza con el cielo.
Y sale mucho más triste al frío, con el aire hurgándole el alma, y con más ganas de llorar.
Porque no tiene con qué.
Ya a esta altura del partido debo tener el alma herrumbrada.
Tengo callos en los ojos.
Y el corazón abollado de tanto aletear sin razón.
¿Sabe?... Vivir sin fe es sólo aptitud para morir.
Siento que el alma se me evapora, que sube como si fuera de humo hasta el corazón del cielo.
Y después me llovizna por la espalda decepcionada.
¿No cree que el alma está en el vientre? ¿Después de todo?...
Una mano le pide a la otra... Mire, ya las tengo secas.
Y tengo ganas de gritar.
De meter las muelas de arriba en las de abajo. Y al revés al mismo tiempo.
Y tengo miedo de morirme...
O de despertarme y ver que soñé algo tristísimo y que estoy más solo que el primer muerto.
Estoy atrozmente solo. Dejado. Quedado... Como el último vivo.
Un ciego de nacimiento, si es que llora, no sabe por qué.
Yo sí. Yo sé que no veré más.
Yo iré olvidando poco a poco, que es el peor de los recuerdos: saber que se ha olvidado.
Es la manera más vengativa de las cicatrices.

TODA LA NOCHE BESADOS

La primera vez la había visto sin pensar en la casualidad de que las cosas fueran como eran y no de manera diferente, que tal vez también me haría pensar en la casualidad.
Pero ella no era ella, porque por qué no una que leía con los dedos olvidados en una obsesión entre el pelo, o la que se había bajado por adelante o la que a veces en un bache me rozaba sin dar tiempo a la noción que apenas ensayaba una sensación sin luego.
Porque uno es uno entre muchos, y me sorprende la posibilidad de hoy, ida y vuelta hasta aquel día, como un temor de que no hubiera sido.
Nunca se separa cada uno de todos.
Advertido es uno y los otros, por eso ella, que no tenía por qué serlo, era ella. Por qué hoy, porque hoy tal vez es ella desde antes, pero recién hoy, porque ya puede haber recuerdo, ya tenemos antes hoy, ese extraño futuro recogido donde aprendo que las segundas veces son una casualidad mayor, o la primera casualidad, porque por qué no en realidad la primera vez.
Porque los colectivos llevan gente y la gente debe ser gente, y todos los que son, en alguna parte, pueden tomar ese colectivo, y habrían podido ser y fueron, o no fueron, y todo debe ser dónde y también cuándo, y con quién. Por eso es razonable que sea, que haya sido, y que las veces se recojan también en la segunda, cuando la primera se vuelve primera y algo pierde el anónimo olvido cotidiano, preparado para todo lo que no queda o, tal vez, por tan poco, ni siquiera pasa, y me vuelve testigo, me es un poco la tarde, mi certeza de ella.
De repente algo tiene razones, cobra dudas y preguntas, se cae en la cuenta de los quizá que pierden el infinito en una vez, para haber sido definitivamente inexorable.
Por eso todo lo que es tiene los "como" en el ahora estrenado.
Y el colectivo incesante reuniendo el nunca con el siempre. El cada día con el primer día (siempre hay un primer día) y ese hastío vertical acosado del diario naufragio de siempre anonimato, cuando no asusta ni sorprende que todas las veces que son primeras también pueden ser últimas. Y no pregunto por los que ni siquiera revisé (amontonadamente todo o siempre), no pregunto quién, no sabré luego que vi o pude haberla visto ese día. O quién morirá mañana o no tendrá otras veces, o no recuerdo hoy si antes.
Y el fragor del lunes nos alcanzaba a todos, pero a los dos, porque ya los dos, ya ella.
Y el pelo se le subía hasta la cabeza como un tigre azul.
Y mi certeza en un segundo y mi anonimato interrumpido y siempre por atrás y por delante. Esa mirada de ser también los otros. De ser el púlpito que somos hacia más allá de nosotros. Esa mirada de colectivo, de lunes, de nunca y de tal vez.
Hoy la conozco. Viajé hasta su imagen por las veces. Hoy no comprendo cómo pudo un día no parecerse a nadie. Hoy que recuerdo que tantas veces se parece a ella. (Que cada mirada primera hasta lograr la segunda que necesita ya un recuerdo o un olvido preparado), que cada mirada vacilada en el reflejo de los vidrios, que su mirada entrecortada entre tráficos de lunes y ciudad, entre cabezas y brazos hacia el pasamanos. Hoy que recuerdo que de las historias se guardó una sola cosa de los días y tengo su cara fácil que no puede ser incierta, su cara que no había sido.
Hoy recuerdo que nos fuimos por las veces sin preguntar mañana y amontonando ayer parados sobre un punto.

Había recordado ese ronco 60 sobre Las Heras, todas las cosas que venían empujadas de ayer y que recién tenían hoy. Había recordado que siempre es porque sí o porque algo; un libro en la mano y una carpeta acostumbrada (cuántas cosas que son costumbres pueden ser nuevas y sorprendentes con sólo cambiar una persona).
Había recordado que nos habíamos ido hasta el día sin contarnos, que los días empiezan hace mucho encontrándose el proceso, la algebraica antecesión, la sucesión causal de lo que sólo se dice historia (siempre el quizá hacia adelante).
Y no bastan los mañanas recorridos ni las cosas justas o las premisas que no han sido todo lo que ha sido.
Hoy recuerdo el miedo primitivo (el día que me persiguió hasta el día). Aprender los primeros olvidos.

Estuvimos toda la noche besados contra el insomnio inminente. Toda la carne abandonada al rastro del sueño. Después volvimos como los murciélagos.
Recobramos los ojos, la mentira y el miedo y nos tanteamos el silencio hasta encontrar el día de los días.

Aquella casa vieja donde íbamos a lavarnos el domingo.
Tu vez herrumbrada después de tanta travesía.

LAS FLORES DE ELLA

He recordado a veces cosas que han perdido el orden y los números. He recordado siempre. Hasta que el recuerdo es más largo que el tiempo de las cosas.
Porque viajados, rutinarios, encontramos el nosotros, dejamos de ser cada uno.
Y yo me expliqué tus libros, y supe qué cosas son a veces, porque tuve, me acerqué a tu siempre.
Tú me sirves de costado. Marchas conmigo y yo te cuento estas cosas eligiendo las palabras como las frutas.
Había siempre un espejo donde aprendernos. Sentados hacia nosotros, estuvimos comiéndonos los gatos que giraban en nuestros arrabales.
La tarde era hermosa, tan hermosa que podían ser hermosos los cementerios.
La gente del domingo que hace lunes sobre los ómnibus, me servía sin costumbre para la costumbre.
Hoy le llevaba flores. Una vez las flores, recuerdo... Ella no había dicho nada.
Cuando di la vuelta, el panteón que siempre me servía de orientación, dejó de seguirme.

...MIENTRAS ES MIENTRAS

Después de todo, no estaba tan mal, siempre para no dar por perdido el tiempo de una espera que se prolonga.
Siempre luego de una espera y una renuncia que no se acata, se transige porque ya no es antes, porque cuando es tarde, antes siempre podrá ser, y siempre ha sido tarde porque siempre hay antes.
Ahora sí que estoy lucido. Ahora ya es tarde. Tantas veces fue temprano y dije ya no es hora. Cuántas veces no pensé que después antes siempre ha sido más temprano.
Estábamos los siete. Siete porque sí. Ningún ajedrez se nos volcaba encima. No teníamos el orden para nuestra solución. Nos antecedía la razón invariable del porque sí.
Ya no, ahora que seguimos estando los siete las razones nos empujan. Los seis nos sincronizan.

DOMINGO DE REZAR SOLO

Domingo de hoy de rezar solo
Domingo de Domingo de creer de a ratos
que se alzará tu llamado.
de comprobarte tú, de quererte tú,
de eternizarte en el tú
de llorarte, de rogar: Dios mío ya
no es alguien del mundo, es ella. Ayer quise
su principio y su llegada,
Dios mío, que vuelva.
Gracias por hacerme ser para que me
agradezcas
gracias por agradecerme
y por poder darte las gracias.

EL ROSAL

Comedor, una mesa. Derecha, puerta de entrada; junto a ésta una ventana. Se ve un patio y un rosal. A foro puerta de dormitorio. Entra el hombre, recorre con la mirada la habitación, se seca la transpiración con el pañuelo. Llega la mujer del dormitorio, está en combinación y descalza.

MUJER: ¿Para cuándo es?
H: Dentro de una hora ocupamos la fábrica.

(La MUJER toma una revista, trata de leer... y trata de leer, luego se apantalla.)

M: Hace un calor terrible, no podía dormir. Tengo las manos pegajosas.

(El HOMBRE va a la ventana.)

H: Ya amanece.

(La MUJER le da un vaso de agua.)

M: Toma.
H: Han movilizado a la policía.
M (junto a la ventana): Los veo.
¿Quieres comer?
H: ¿Hay algo?
M: No. Pero podría preparar un poco de café.
H: Están armados con ametralladoras.
M: Ha florecido el rosal.
H: No sé qué podremos hacer con las armas que tenemos.
M: Te burlabas cuando lo planté.
H: Salías consiguió una pistola.
M: El hollín le sirvió de abono (se acerca con la rosa).
H: Tengo miedo.

(Ella le besa la nuca, se sienta a sus pies, tararea una canción, se levanta, va al dormitorio, vuelve, trae una campera, le ayuda a ponérsela, lo besa.)

M: Hasta luego.

(El HOMBRE sale, la M. se sirve el café, se sienta, comienza a revolver lentamente, oye unos tiros, llorosa sigue revolviendo el café.)

ESTOY ESCRIBIENDO TU NOMBRE

En esta noche aquí en esta ciudad
hoy, cualquier día un cualquier nunca
en esta ninguna parte rescatada
yo: este nadie de cosas y almanaques
de resecadas rosas y poemas volados
aquí en esta ciudad yo ahora
estoy escribiendo tu nombre
con dedos de niebla
roto contra el aire encallado
en la noche triste y sola de esta ciudad
donde hay tantos que tal vez recogen
su memoria, su alma, su tristeza
para llevársela luego a algún poema oscuro
en una ciudad cualquiera, solos.

EL CUCHILLO

Cuál habrá sido el grito de los héroes, de esos que me dan miedo de tener miedo de morir y gritar gritaaaar.
Inundarlo todo como la luz total. Pero mi mar es apenas latidos. Y naufrago.
Un ciego se cierra por afuera de las cosas, todo se lo traga como el silencio.
—Nada. Pienso.
¿Qué dijiste?
¿El cuchillo?
En la coc(s)ina, creo. (Sentí que lo decía con ese.)
Hoy siento los colores con falta de ortografía.
¿Anillo, sacabrillo, sencillo?
¡Ay...! ¡Qué grito me apareció como un animal!
Cuchillo. Eso era.
Me estoy por morir. El tiempo ya no tiene medida, lo entiendo. Me quedo para siempre en este instante.
Esto es la eternidad, un punto infinito.
No entiendo por qué me mato.
Morirme sin argumento. Si esto fuese un cuento... Terminaría mal.
Claro: al final todas las muertes, todas las realidades tienen un argumento por fuera y una incomprensión y una sinrazón absurda por adentro.
Nadie entiende su propia muerte.
Ninguna razón tiene tanta verdad como uno mismo.
Un espejo sin fondo, un abismo cualquiera y esta muerte que se me ocurrió. Y podría haber sido cierta, por qué no por qué no. Si esto fuera el cuento sobre esa muerte que hubiese sido verdadera. Sería perfecto y este argumento como una canción de una melodía recta sería irreprochable.
Ah, me olvidaba. El cuchillo...
¿Dolerá?

Este cuento al final no sirve para un carajo. Ni siquiera para imaginarse que a uno lo matan porque sí.
Sin embargo lo escribo, como si importara. (Me refiero a la reflexión de que el cuento no sirve.)

LA CONSTANCIA DE SU VIGILIA INDIFERENTE

Un banco que no importa me soporta.
Tengo alguien al costado.
Una señora insistentemente al frente me mira como si se supiera en mí.
Y yo me hundo y pienso y cuando vuelvo está ella con la constancia de su vigilia indiferente puesta allí, como una idea mía.

INTROVERTIDOS COMO UNA TORTUGA

Era un pasillo pintado de blanco, con la perspectiva paulatina resolviéndole la monótona lejanía.
Rítmicamente se sucedían puertas grises, heraldos de un misterio que guardaban.
Cada cerrojo resolvía dudas y deducía preguntas sin clausura.
La gente del ahora, en el puntual momento se sabía y se ignoraba.
22 ó 30, ó 25, dos polleras negras, un montón de tal vez no investigados y verdaderos colores en la ropa que no indaga el ojo distraído que mejor supone.
Todo allí, una hora cualquiera. Yo y los otros, y en cada ojo de alguno de los otros, un él que se ensimisma, mirándome como a uno de los otros. Todos somos los otros; y el cada uno un recodo que no averigua la ganzúa del ojo obstinado.
Yo me escondo detrás de la mirada, como soy desnudo bajo el calzoncillo.

NOCTURNO PEDESTAL

No te quiero más le he dicho
y una andanada de dedos aullantes
me han empujado contra la pared
oscura de los mínimos delitos
Pero si hubiera decidido hacer
de mi vida otro instrumento de culto
pavoroso, ir a la guerra tal vez,
hacerme sacerdote empasillado en
conventos insondables, dedicarme a la
sonrisa, sacarle fotografías a la muerte
profesionalizarme en un espejismo
cualquiera, entonces tal vez
escogerían mi nombre entre palabras lustrosas
y desde el héroe al santo desde el mártir
al mentiroso acomodarían mi pedestal de nácar.
Pero el amor es mi bandera mi altar
mi alquimia mi pincel. Por eso soy un
delincuente.

MUERTO DE LOCURA

Una mañana de lluvia tenía los ojos con hache, linyera en el zaguán del tiempo; redondo de frío y de hambre extendió los ojos como manos, despidiendo un barco alucinado.
Lo encontraron muerto de locura, pero él ya viaja en el barco.

RITO ELEMENTAL

Al entrar, me acometió ese sonoro
hueco de silencio que retumba
en las iglesias. Un fragor de catacumba
se levantaba remoto como un último coro.
Las velas estallaban múltiples en el oro;
reconocí el miedo infantil que me zumba
a veces como el presagio que me sube de la tumba,
de las viejas armas o de los tesoros.
Entonces me debatía como los suicidas.
Los espejos del eco me repetían en las naves;
tuve en mis manos el número exacto de mi vida.
Me acerqué a un santo —cualquier santo—,
y pensé: "Señor, he venido a que me laves".
Se me alargó el suicidio por la sangre, y
me llené de espanto.

LA DEMORA DE MI MUERTE

Basta ya de edificar columnas
me voy a lanzar en avalancha. Mi querida
Loi
Esta aula es un útero negro y un poco el paladar sangriento del infierno.
Aquí se puede morir azotado de burbujas. Pero no hay ningún modo de nacer en este sitio.
Como te imaginarás aquí no viven palomas
esos pequeños planetas de harina que yo venero para dibujar tu cuerpo. Por supuesto no hay tampoco extraviadas golondrinas retazos de emigrados veranos, ateridas de soledad en este jardín de turbios aplausos.
Me he zambullido en esta página como un fugitivo
entre la maleza quiero enterrarme bajo el aire un poco como Casuarinas bajo su cielo marrón-ocupado.
No quiero estos nadies con historia que giran entre la concurrencia. No sé los nombres de ninguno. Odio este sitio lentamente. Cada cosa está sucia de distancia. Éste es el sitio de mi primer abandono. Ésta es nuestra primera lejanía. Por eso execro cada célula de espacio cada átomo de soledad.
A veces me parece triste que no sepas qué zapatos tengo puestos, qué camisa, qué recuerdo qué
exacta postergación qué número soy de la demora de mi muerte. Yo me estoy poniendo color de araña. ¿No es triste de verdad? De todos modos estoy desnudo bajo la ropa igual que estamos juntos dentro mío.
Hay algo más que he comprendido
es algo que se podría dibujar con anatomía de balanza. Imaginate si creyera en Dios
Y le pidiera que todo salga bien. Imaginate que Ainara hiciera algo proporcional.
A que no te podés imaginar el desastre administrativo de las oficinas Celestes?
Es mejor que no creamos. Dios nos agradecerá sus vacaciones.

EL ENCUENTRO

...Cortó una lámina de fuego. Lo dejó sobre la mesa.
Palpitaba como una rana de música de sangre hueca.
Cuando se enfrió un poco, se sirvió un vaso de música, y empezó a comer.
Yo lo miraba. Me ofreció. Sentí miedo. (Se abren y cierran puertas como desenredando espejos más allá de una mirada inconsciente.)
Accedí. Me extendió un trozo del trapo de fuego casi frío. Seguía latiendo como un caracol.
(Cuántas consignas no se comprenden. Cuántos lenguajes nos pasan por la presencia intestimonial.)
Sentí que podían haber pasado siglos. Mis símbolos numerales no tenían ritmo fuera del tiempo.
En la nada, no se lleva la cuenta, como en un desierto vacío sin costados.
Me llevé un pedazo (con miedo) a la boca. Me sorprendió no quemarme. El fuego es un animal, me dijo.
Pensé que había sido un necio en llevarme el trozo a la boca, si luego me causó sorpresa el no haberme quemado.
La razón, dijo, es un cuadrado. Dibujó con los dedos un cuadrado.
"Tiene puntas, y eso es un sitio determinado, y se puede saber dónde se está y medir.
"Pero con el mismo trazo, con la misma longitud, un círculo me da la libertad de no tener principio ni fin ni sitio ni cuenta."
Dibujó con los dedos una circunferencia.
"Esto, yo no lo entiendo, no lo pienso, no lo soy."
Después de un rato de silencio (él no sentía silencios), pensé que había imaginado o asimilado su esencia irracional.
Entonces pensé que lo que él hacía con el fuego no era comer, y que nunca (él no tiene cuandos) me había dicho el fuego es un animal.
Entonces creí hallar algo, anoté una palabra (".............."), vacío, una que fuera todas las de todos los lenguajes y todos los silencios.
Seguí caminando.

CIEN MIL AÑOS DE SUEÑO

Haber cambiado es que alguien al pasar donde estamos no nos reconozca. No has cambiado.

Como podrían pasar 100.000 años de sueño, de quietud o de fantasía y el hombre siempre reconocería su espíritu.

En cada lejanía somos un ciego hasta el tal vez. Diariamente se abre y se cierra el ciego irrepetible de alguna manera diferente. A veces vuelvo del alma sobre el día y corrijo la imagen de la gente. Sólo alguna vez el sueño no pierde el rostro, sólo alguna vez el silencio sabe qué palabras.

¿Quién puede medir el tiempo si no hay nada diferente entre el primero y último instante?
Tantos tiempos hay en un mismo tiempo, tiempo de tantas cosas.
Y sólo una cosa nos dice hace mucho y tan poco.

¿Cómo haberte olvidado, si conocerte fue aprender que mi alma existía por afuera también (sin necesidad de serme)?

¿Cómo olvidarte si toda tú nunca?; no eres nada nuevo sino yo mismo que me vengo por las cosas. ¿Cómo si eres la única certeza de que todo lo que veo y siento no es mi delirio, cómo si era mi fantasía más real? ¿O tal vez aprendí en un segundo la eternidad de haber sido siempre, tal vez me descubrí el alma por ti, como entendí que no era ciego en la primera luz?

UNA NIEBLA PARA MÍ SOLO

Así era siempre que se iban. Todo quedaba detenido como un fantástico hueco repentino. Todo era yo en adelante casi como siempre, sólo que entonces ya ellos no. Ya no su sitio inexorable, su diario ciclo de fragor, el lívido pedregullo en la garganta que me irritaba. Ya podía yo. Y me extendía en la infinitud de la casa sola, como un mueble más, el único testigo de todo, el único que computaba los tal vez que a veces me ponían loco.

Dejaban una estela como ese rastro de chicharras que hace un poco la tristeza de los borrachos que no pueden ser parte de una fiesta; su ruido pagano se estiraba como sus aquí que iban con ellos.

Luego como siempre el silencio salía de su madriguera, nunca el silencio asume tan velozmente los ámbitos (tal vez siempre necesité tiempo para creerme loco) como los ruidos.
Después de una puerta se acomodan los latidos de los lugares vaciados con el mismo ritmo decreciente del temblor del agua que se aquieta. Todo se diluye luego. A veces se tiene conciencia exacta de cuándo son las veces de las cosas y cuándo son las imágenes, pero otras uno se destiñe en el delirio: si acertar a señalar el límite entre la realidad y la imaginación.

Así era siempre que se iban, el silencio se hinchaba de pared a pared, una niebla para mí solo como si yo lo segregase. Yo era un reloj de silencio porque el tiempo sólo existe en los relojes y este silencio me necesitaba para existir más por un testigo. Y los tenía a todos, silencio de cada uno, porque se habían ido como siempre.

El sobresalto viene cuando uno no espera el hecho que lo sobresalta. Cuando yo estoy solo gobierno todo y si quiero ahuyentar el silencio yo mismo grito. Por eso me sobresaltó esa presencia de otros en otros gritos afuera que yo no decidía. Me perforaban el albedrío de ser yo solo todo lo que había quedado. Es cierto, hay cosas que me despistan, por ejemplo el teléfono, porque el teléfono si no hubiera sonado podría haber sonado o no. Si yo no hubiera atendido podría haber seguido sonando o haber dejado de sonar. Ese desorden de arena histérica e irregular, metódico grillo de metal.

Nadie contestaba. Qué vacío es el lugar donde deben ser las voces, que no están. Una pregunta infinita, la lógica la limitaría a las posibilidades de un cuaderno telefónico o amistades no anotadas. Pero bastan sólo dos para lograr una duda infinita, y nadie contestaba. Cerré los ojos, el golpe se demoraba, los abrí, sin miedo porque siempre que juego a las apariciones no aparecen.

Necesitaba el teléfono. Era como irme por las ramas. Descolgué, como asomándome a un abismo rojo, ese zumbido redondo y caliente, ¿quién lo sentiría frío o alargado? Pensé entonces que cualquier voz podría reemplazarlo, ésa fue la primera vez, todo el mundo es en una mano un lugar común para todas las cosas, como un único ahora para todas las veces. Es una historia rectilínea, numérica si se tiene ritmo, y si no simplemente sucesiva.

CACHO CUATRO

Me desperté y equivocado u olvidado
supe tocar el piano.
Temo despertar cada vez en una realidad
espantosa.

ENTONCES COMPRENDÍ

Yo estaba lleno de nuncas y ahora lo comprendía.
En verdad hasta que algo ocurre no se tiene certeza de si pasará o no, por eso creo que la única verdad evidente es lo que pasa, porque lo que no ha pasado tal vez pase, y si por tal vez quiero saberlo cierto tal vez espere siglos a que ocurra lo que me muera esperando.
Lo que me asombraba de la casualidad era que fuesen las que eran y no otras. Tal vez eso era la casualidad.

Es decir, es difícil saber cuándo las cosas que nos pasan por el lado son el fin o algo de una historia que empezó antes en alguna parte y un día sin nosotros. También es difícil saber cuándo alguno de esos hechos son el principio de una historia que empieza con nosotros o con alguien allí donde estamos.

Uno nunca pregunta o piensa en cómo son en realidad las cosas que nos parecen, porque nos basta el nosotros que tienen esas cosas.

Pensé que lo que pasa tiene siempre un aquí y un ahora, entonces comprendí que a lo mejor ahora pero en otro aquí, o que en ese mismo lugar y en otro momento, o que en mi sitio y en mi momento pero con otro lenguaje de evidencia. Entonces pensé que era la certeza. Que siempre faltaba para la certeza.

ANTES DE QUE EL CIELO SE APAGARA

Nada es partido si no tiene rumbo, porque ir implica un dónde. Por eso un canto a nadie es como un silencio.
Un pozo se guardó las estrellas antes que el cielo se apagara.
Nada canto tus nunca.

CAER A BORBOTONES

Querido Fosforito,

No sé si te escribo ésta para
mandártela o para saber qué es lo que digo
para dejarme salir. Volcarme.
Tal vez leerla te deje congelado
en una estatua de sal. Te sorprenderás y no.
Pero no quiero dolerte. Recuerdo aún aquellas
horas tristes de Casuarinas algún día entre septiembre y octubre en que se nos puso raída la mirada. Por aquel
banco que daba hacia la terraza hacia la mañana
hacia quién sabe cuándo, por aquella paternidad
volcánica ese abrazo desollado quiero cumplir una
promesa. Me diste un número postal. Ése ya no lo
tengo. Guaymallén será lo mismo.
Es verdad que yo puedo acomodar estos renglones
como quiera. Pero intentaré no engañarme
caer a borbotones como el orden de la nieve se desordena por los ríos.

ORDEN DE PALOMAS

Entre acordes esparcidos por
el aire, vuelan, giran locamente
algunas palomas suburbanas
Me parece tan justo que estén
navegando en el cielo de esta
mañana que no imagino
dónde viven por la noche.
De la iglesia abierta emanan
ráfagas de música
el aceite melodioso del órgano.
los árboles enjuagan en la música
sus crispadas cabelleras.
yo camino plaza abajo.
Quién sabe si alguien se pregunta
qué hago pasando por aquí,
quién soy, de qué huyo,
en qué colchón de quién sabe
qué historia voy a revolcarme.
No, hay demasiadas alas en
el mediodía. Yo y cada cual
somos parte de la casualidad
O de un aglomerado manojo
de indescifrables voluntades.
¿Quién indaga un profetizado
orden de las palomas,
el justo cántico que se derrama
los dedos del organista
el culpable arrodillado
el pisoteado cigarrillo del asesino
nocturno?
No nadie se pregunta por mí.
A quién le importa saber adónde voy.
Y, después de todo,
¿adónde voy?
Tal vez ni siquiera estoy pasando por aquí
Ni siquiera aquí. Ni.

UN GRAN POETA

Podés ser un gran poeta y también podés ser un boludo que cuenta sílabas.

SER INTELECTUAL

La gente que no es cariñosa es lo menos intelectual que hay. La gente que no se prodiga cariño lo hace por poco intelectual, por corta de alma y de inteligencia.

LA POESÍA

Qué silencio si no existiera la poesía, por Dios, qué silencio.

NARIZ SIRIA

Voy a no dormirme. Tal vez quiero, tal vez no puedo... tal vez qué sé yo.
Tengo una birome y pienso que trato de escribir. El cuaderno es blanco desde siempre, desde algún día, y tengo nada más que decir esto, o nada.
El frío, tal vez, me toca y me llama.
Quizá no estoy allá.
Alguien ha dejado abierta una puerta y no sé cuál de las tres de mis hermanas respira tan fuerte.
Los muebles se desperezan en la sala.
Tengo una idea genial: ¿Quién puede recoger las sombras, si sin luz no se ve y al prender la luz, simultáneamente desaparecen?
(Releo.)
Me parece que mi idea es una cagada.
De todos modos tengo la pomada para los granos y no quiero dormirme.
Qué macana, no puedo fumar. Claro, yo no fumo, pero igual.
Tal vez con un poco de suerte mañana no se me noten tanto.
¿Cómo será?
Me dijo que alta y con una nariz "siria". Yo le pregunté que cómo eran las narices sirias. "Como la mía."
Dijo que era alta, yo soy bastante petiso, y si encima no se me curan algunos granos. Tengo miedo de un dolor redondito al costado de la nariz. Ojalá que no sea otro, ésos son de los grandes.
Bueno, después de todo hoy la Kelly me dijo que estaba bastante pintón.
Además, no soy un acomplejado de ésos...
"Leie", ojalá que no sea un feto.
A las nueve me dijo, ¿no?
Mirá que hacerse la rata.
Qué joda. ¿Tendré guita?
Claro, damos una vuelta al lago. Debe ser linda, la voz me gusta.
Hoy me pasé, estuve un doctor.
No sé de dónde me salen las cosas pero le mando cada frase...
Debe pensar que soy repiola y un bocho; la verdad, tengo un poco de miedo.
Estos granos, sobre todo el del pómulo, me siento ridículo, como si estuviera desnudo, con bolas en la cara.
¡Qué cagada! Esta pomada. ¿Será buena?
Después de todo tal vez no valga la pena ir, seguro que es un feto, además es sonsa, por teléfono no dice nada.
Ma sí, a falta de pan buenas son tortas.
La María, por ejemplo. A la María la largué, me tenía podrido.
¿Cómo será? ¿Qué pensará de mí?
¿Y si no me parezco a mí?
Sí, me dijo a las nueve.
Esta pomada de mierda. Quiero rascarme y no puedo.
¿Y si la viera a la tarde?
Como no llegue a sonar el despertador.
¿Y si me quedo dormido? Buena la haría.
Granos putos. No creo que sea tan alta; tal vez con tacos...
Dicen que está bien.
Tendrá muchos machos.
Sobre todo el del pómulo, me siento ridículo.
¿A qué hora pondré el despertador?
Sí, no dije nada, tal vez no me despierten.
Lo más seguro es el reloj.
¿Y si no suena?... No.
Mañana será otro día.
Carajo, cómo pica.
Bah, no voy nada, después de todo debe ser un feto, sí, una flaca fetosa.
No vale la pena.
Además esta pomada no me deja dormir.

CHIQUITA DE BOCA

Hoy es domingo 22 de octubre, y estaba recordando mis Domingos con mayúsculas, los de mi niñez, los anteriores a los siete años, los de mi casilla verde (bien pintadita) con lajas amarillas. Con un sol amarillo y un cielo azul, y los mismos colores en la vieja radio, que mi padre tenía sobre el dintel de la cocina, mientras se afeitaba, pausadamente, escuchando los goles de Boca en la radio; entonces, todo era triunfo, todo era amarillo y azul: Norma, Amalia, Herminia, Abel...

Caín no, Caín tenía el pelo negro y los ojos oscuros, como yo, y jugaba en el fondo del terreno con sus primas más grandes. Las ataba alrededor del tronco y ellas gritaban como si estuvieran prisioneras, sobre todo Sara que ya estaba por casarse y Ercilia que también tenía novio; yo dejaba mi juego de té de porcelana y mi muñeca articulada que me llamaba: "Ma-má, ma-má", y me quedaba mirando bajo la sombra de la higuera sin entender. (¿Los grandes pueden entender? ¿Los grandes también juegan?)

Entonces aparecía Abel, tan alto, tan bueno, tan macho: nunca vi una cara de hombre tan linda. Yo lo adoraba, y él a mí también. Cuando me alzaba a upa, me parecía que estaba volando, volaba en realidad, estiraba mis piernas largas hacia atrás junto con la cabeza y quedaba como un arco, mi pecho sobre su pecho; entonces pasaba una brisa entre la higuera y mi pelo y yo le decía: "Abel, tenés el cielo en los ojos, y en el pelo el sol", y en ese momento se sentían los mismos colores en la boca de mi padre.

Chiquita

YO TE QUERÍA COMO LAS MAÑANAS ENORMES

Yo te quería azul y dorada como las
mañanas enormes
con tus manos transparentes como los místicos
silencios en el templo

yo te quería cotidiana y tibia
llena de las
mariposas silvestres que giraban en tus
ojos

yo te quería así
como eras fácilmente
sin la severa gesticulación de los que ya no
son niños

yo te quería indestructible y frágil
como una espada de cristal en la
fuente de un jardín al alba

eras amarilla y azul como yo te quería
tu voz polvorienta parecía agua fibrosa y
seca
y estabas llena de caminos sin
senda porque nunca fuiste caminada

yo te quería honda como los túneles pero pura
como las catedrales
de cristal
como la dimensión en que
los peces entre la mañana y la arena
son abejas sobre los caracoles

pero tenías un hueco a la espalda
como el acceso indescifrable del silencio a la muerte
y en ti la mañana
redonda al otro lado
de los túneles
rompía el eterno infinito
descifrado y no encontrado

desde ti me llegaba la piedad de la leña
y las llamas eran tiernas pero las sombras
veladas
y el fuego era un jardín
como tus manos
y la sombra del fuego procesiones de fantasmas

yo no sé si te amaba pero te era fácilmente
podía rezar con tus dogmas porque creía
en ti como creo en la mañana

y ahora tengo miedo de la noche infinita
y quiero retroceder el túnel que no
avisa el sol del otro lado

ahora sí te amo porque ya no eres mía
y ahora tengo el miedo que no tuve
mientras eras dorada porque podías
ahora ser recuerdo hace mucho

MAMITA DE AZUL

¿Son más los días de lluvia que los de sol?
Yo diría que no.
Y para un sol con flores y cosas lindas, la lluvia pasa.
Yo lloví una vez sobre tu tierra seca sobre tu silencio árido, sobre todas tus cosas consagradas hacía mucho como un huerto y que la primavera no pasaba a recoger yo lloví y pudiste la primavera. Yo no era indispensable ni bueno, ni mejor ni sueño.

Todo tu ritual diario se detiene hora por hora sobre el sueño de lograr un sueño.

Yo te regalo ahora desde aquí mi soledad sin tristeza, mi silencio sin primavera y sin lluvia; mi huerto sin labriego que vive igual, porque donde la tierra no amamanta flores las hormigas que también tienen un lugar, hacen su iglesia. Yo no necesito lluvia para mis hormigas, pero un día se me mojaron las manos, toda mi tierra rodó crecida por dentro de campanas y me creció una flor azul donde las manos se juntan por adentro.

El mundo, para todos es una tenaz manera de ser con todas nuestras cosas, y por eso para que no tuvieras hormigueros todas mis hormigas tejieron una flor sin palabras que guardaba tu nombre como un viejo fervor.
Yo te acerqué la flor como una última manera de mi lluvia sola y el mundo te recuperó de nuevo con la espalda vuelta a la tristeza y el corazón alto esgrimido para continuar la espera que empezó tu sueño.

Gracias por haberte sido bueno, por temblarme la mano, ronca cuando te escribo, por tener alguna noche, raíces que siempre han sido piedras. Gracias por decirme gracias y por no haber sido más allá de una noche otra cosa que un sueño confuso.

A la hora del mundo todo lo que te alcance la tarde espera su hora.
Ya pasó mi hora, la hora de ser una noche, de tener una flor clavada en una piedra.
Yo también recupero mi mundo, mis calles verticales, mis trincheras mi egoísmo cotidiano mi olvido, mi mentira y mi tristeza renegada que alguna noche cuando no recuerdo que ya te he olvidado te regala su último oficio para nombrarte.
Y por eso gracias también, por regalarme esta tristeza corta esta manera de poder ser lejanía.

Yo nunca tuve raíces, y la lluvia se volvió a las nubes porque yo no uso primaveras.
Hoy por fin mi corazón (¿corazón?) se asoma al sol.
Tu mejor manera, el mundo que yo nunca he sido te recoge y yo guardo sin que nadie sepa una noche separada de tus días para que tengas un recuerdo olvidado que te nombre más allá de tu vida.

Ésta fue la primera carta que te escribí. Mamita de azul
Ahora, casi treinta años o más después, una distancia para siempre después no sé qué decir de que todavía no sé qué decir de haberte no sé qué decir mañana

A + B

Una pareja de amantes.
Una familia sin hijos.
Una amante.
Otra.
Una fuga.
La mujer se descubre embarazada.
Él vuelve. Ella no está.
La amante lo quiere.
La mujer a ido al hospital.
Él no lo sabe.
Ella aborta, porque no quiere un hijo sin padre, ya que no tiene mucho dinero.
Al volver, se encuentra con él, comprenden el error mutuo, pero se convencen de que tanto equívoco y dolor ha servido para unirlos.
Deciden casarse.
Pero la ex amante reaparece, embarazada de él.
Y entonces, arguyendo la necesidad de meditar, le aconseja a él lo mismo.
Al volver por la noche, él se encuentra una carta de ella, donde lo abandona.
Aparece la amante embarazada.
(En otra escena, sola, con un chico en brazos.) Lo deja en una cama. Atiende el portero eléctrico. Luego abre la puerta y se besa con un segundo hombre, que es su marido y el padre de la criatura.
Que luego de su aventura, la ha perdonado.

Cuando él se va con la segunda amante, ella reanuda sus relaciones con un viejo amante que la esperó.
Aborta para ocultar.

La vuelta de él y la aparición de la segunda amante embarazada es el mismo día.
La primera vuelve con el anterior novio y el segundo se queda entonces de araca.

QUÉ ME IMPORTAN LOS GATOS

—Se está muriendo un gato en alguna parte.
—Sí, pero también gente.
—La gente se muere porque la gente se mata.
—¿Los gatos? ¿Qué me importan los gatos?

*

Una hormiga lleva la misma cantidad de muerte que un rinoceronte.
¿La cantidad de muerte es la necesidad posterior?

LENTAMENTE HERIDO

Mientras la cabellera mojada de la canción
resbala por la piel de mis bronquios
como un látigo enamorado
Miro los barcos debajo de esta altura
como cisnes o adormecidos camalotes
El cuerpo turbulento de américa
golpea mi ventana, ruge su desnudez
de hileras y casas
la ancha vagina de su puerto.
Allí fue, allí pasó mi escondida historia
mi desenvainado destino mi rastro que me buscaba
los pies por esas calles que eran las que a veces
mi memoria vacía no conseguía inventar.
El llanto es un sonido nupcial que hay en mis ojos como una casa hinchada de silencio. No puedo llorar, muerdo mis sueños como viejas uñas. No nos tocarán campanas. No nos correspondía otro milagro que el dolor luminoso de sentirse vivo a cada muerte que nacimos con las raíces ensangrentadas Voy esparciendo cadáveres, cementerios de sonrisas mi rastro es el inventario denodado de un profético veneno. He llegado hasta ti con pies de muerte con paso de fogata con mirada de turbio martillazo he llegado como un capitán de suicidios postergados a tasar la exacta medida de mis dientes a saber el número total de mis delitos. Ése es mi homenaje para ti. He llegado de sangre con corazón sangriento ileso de mí pero lentamente herido, llegué con pie de llamarada. Pero de repente habías sido, y estabas ante mi tiempo como una isla hospitalaria como el profetizado altar. Y en ti era una cara toda mi mochila de rostros, toda mi exhausta cantimplora de nadies. Todos mis olvidos te recordaban. Te parecías a las cosas más simples, al pan y al agua a las sábanas y a los amaneceres con llamadas y a las calandrias indescifrables entre misteriosas ramas a algunas cosas sucias como uñas entregadas y a todas las cosas limpias. En ti no había otro delito que la vida otro pecado que no haber sido todavía eterna. Te vi y es verdad que me encontraba. Una manada de ventanas me golpeó la espalda, de mis ojos volaban como hojas secas todas las fotografías y todas las cartas. Yo ya venía de ninguna parte. Cómo poder recomenzar este camino hay demasiadas flores no puedo detenerme ni mirar atrás, todos los pasos a mi espalda siguen conmigo

SUBE EN MI BUSCA PUES MI CAÍDA LA ELEVA

La página existe como un abismo imperativo
y sube en mi busca pues mi caída la eleva
y soy un alud por ella y quiero caer.
y sé que dejaré la huella de la huella de tu imagen en mí
y tengo para hacerlo un mar esférico
mi rumbo insabido puede ser cualquiera
mas sé que uno acaba o existe entre la costa y yo
y a veces supongo que son más de uno

CUANDO LA MUERTE QUÉ MÁS DA

tus ojos son peceras
donde las alimañas son
dulces como el veneno de
las frutas cuando la muerte
qué más da.

LA DUDA INFINITA ES ESTÁTICA ALREDEDOR DE MÍ HECHO PUNTO

Es decir, es difícil saber cuándo las cosas que nos pasan por el lado son el fin o algo de una historia que empezó antes en alguna parte y un día sin nosotros. También es difícil saber cuándo alguno de esos hechos son el principio de una historia que empieza con nosotros o con alguien allí donde estamos.

Uno nunca pregunta o piensa en cómo son en realidad las cosas que nos parecen, porque nos basta el nosotros que tienen esas cosas.

La duda de dónde infinita es estática alrededor de mí hecho punto.
Entonces ya no me importó decir algo que no fuese nuevo.

Ya no era vital romper sistemas o inventar nada para poder caber un nombre que también yo inaugurara. Abolir costumbres. Y la costumbre de abolirlo todo. Si es cierto que todos los usos pierden verdad cuando el anillo encuentra su principio. Pero desusarlo todo por temor a bajarme del tiempo, como si repetir fuese quedar.

Lo que me asombraba de la casualidad era que fuesen las que eran y no otras. Tal vez eso era la casualidad.

Si es que empiezan, las cosas tienen que empezar por alguna parte.

¿Principio? Cualquier cosa que sea la primera vez.
Un hacia infinito es una esfera (alrededor)[al cuadrado] del centro como un punto contemplativo.

Encontrarme al fin conmigo, yo siempre habría sido aquí y ahora y siempre hubiera sido yo.

Donde hayamos sido porque ser es siempre alguna parte y cuando
A cada momento las cosas son una de las infinitas posibilidades que ya no son probables.
Recogiendo nosotros en todas partes, he sido solo todas las tardes.

Como un ciego que se abre por la noche, no lo sabe.

Todos los dibujos posibles en los grados del blanco al negro, sobre una hoja determinada, están comprendidos en ella absolutamente pintada de negro, de manera que restándole todas las posibilidades de un borrador sobre ella volvamos al blanco inicial.

NO SÉ QUÉ DECIR DE HABERTE NO SÉ QUÉ DECIR

No sé qué decir de haberte no sé qué decir mañana no significa decir en futuro, sino decir cosa mañana.

*

Hubo confidencias que no debieron ser respuestas.

ME CRECÍ EL SILENCIO

Yo acaté mi recodo, me crecí el silencio
Haché todas las cruces de mi cementerio
(ahora no sé dónde rezar)
callé a cada campana
a cada grito maniatado que me fui tu olvido

NIEVAN CENIZAS DE MÚSICA SOBRE EL ALMA

Si hay algo que decir de mí que sea esto
Y además que te busqué por las palabras
tanteando como a Dios entre los símbolos vacíos
como esperando algo entre mis restos
hasta que la palabra o la imagen que se abra
en el vano espejismo de haber lo que no es mío:

Ahora que nosotros
Ahora que nosotros nos estamos
Ahora que nosotros nos estamos emprendiendo
como el verano por las manos de los árboles
Ahora que nosotros por las manos
nos nosotros hasta el íntimo relámpago.
ahora amiga, estrella, que nos vamos
que nos vamos mucho más
que nos vamos mucho más, de
quedar como quedamos de testigos
Ahora amiga que lo digo
que lo digo por quedar
Ahora que quedamos mucho más
como queda mejor lo
que ha partido
Ahora amor abeja
ahora que Asumimos.

ahora que asumimos el polen de estrellas en
la sangre
Ahora,
Ahora que tú,
Ahora que tú, colmena y casa
Ahora que tu colmena destapa los rostros
de mis astros
Ahora que retomo algún primer camino
Ahora y siempre que me existas en el hijo
que se diga de mí lo que yo digo
que se diga amor colmena labrador y amigo
Ahora que tú que tus cerrojos
Ahora que la tierra
Porque siempre es el tiempo que nos venimos
desde ahora que nosotros.

(Ahora que en un rostro doble somos
dos lo mismo.
Mucho más atrás de nosotros.

LOS DEFECTOS MÁS HERMOSOS DEL MUNDO

tú que tienes los defectos más hermosos
del mundo:
mi tristeza más dulce
mi soledad más buena

SUBTERRÁNEOS DEL SILENCIO

Escribía palabras sencillas de tus cosas fáciles
hoy, tal vez porque ya no tengo cosas
escribo palabras oscuras.

*

Somos palabras y así nos acepto
pero ahora mezclémonos las manos
subterráneas del silencio

*

Con el canto de mis manos te iba haciendo estelas
en el silencio de tu piel como la tarde

MI ADORADA AZUL

Desde aquí mi adorada azul, tengo la noche al hombro y una luna de sangre a media asta.
He perdido la voz como la dulzura de las manos en las piedras, y mis telares vacíos se levantan de invierno hacia el horizonte de los labriegos partidos.
Desde aquí, soy. Busco y donde el mundo pierde las palabras y las manos, levanto tu imagen que es mi soledad.

Las trincheras profieren las batallas. Las esquinas deponen su pavor de fuga, y huyen las ciudades, también los silencios y los cementerios, huyen de cal o de terror frontal, hacia el espanto, hacia el silencio vivo donde se pierden las palomas mensajeras.
Los muertos no tienen la culpa de su sangre. Las hormigas se agremian en los vientres dulces, feroces, finales, para siempre.

Bullen relámpagos desiertos en las catacumbas quietas de las sangres y yo no estoy quieto de sangre aún, no acabo, y sigo con el rencor de las solas medianoches atascando el dolor de mis cerrojos como un sabor a la mitad del cuello, de vino, de náuseas y de beso.
Aquí, desde aquí, crucifico mi abismo vertical sobre la tierra, remoto grito sin raíces que viene de la profecía que se duda o se pregunta cada día.

Mejor será dar paso a los ratones. Taller ansioso del olvido, donde el sueño pierde el rastro contra el vino, de la tarde que pierde testimonio.

Hoy peregrino de mi suicidio de silencio recorro mi ermita sin estrellas con la noche al hombro y el hambre de las manos aturdido sobre el pan de los espejos.

Venía desde otra historia, el día es siempre aquí, la hora es siempre ahora. Y porque tengo todavía todavía, todavía vive mi despojo de garganta como un obstinado suicidio en golondrina, porque el mar es más extenso que las alas.

ANTOLOGÍA DE JARON

Amigo, un día nosotros
hacia el silencio que se alarga a cada carta
volveremos como al silencio sin principio
hasta la primera palabra.
Hoy olvido por los dos las flores
la tierra es un barco desnudo
el pan nos viene sin campanas
amor amigo amor
vaso que agua en sed. Nos basta
amigo, amigo amor
ésa es tu locura de la estirpe humana
ése es el pecado si el acero el número
pero qué importa! ¡Canta!
bébete las venas
borracho de mi sangre vana
que yo existo de verdad si tú me pasas
y tú que tú como si fueras
antes y después de los espejos
existes aunque yo no sea.

VUELVO AL HOMBRE

Vuelvo al hombre y golpeo
de inexplicables dogmas he venido el puño
y no pregunto a la espera
por el ruido de los cerrojos hambrientos
he vuelto al hombre y golpeo
...y espero.

SIGNIFICACIÓN DEL UNIVERSO

Toda piel humana o de perro es la carta geográfica del mundo.

Jorge Lemoine y Bosshardt
POETA DE ARGENTINA
En defensa del cuento contra la suplantación de la prosa narrativa.

JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT

Comentarios & Opiniones

Jorge Lemoine y Bosshardt

Jorge Lemoine y Bosshardt, maestro de maestros. En Poesía y Cuento.

Critica: 
Jorge Lemoine y Bosshardt

Corregido no está. Alguna vez la leí y nada más. Digo, a mi obra.

Critica: 
Jorge Lemoine y Bosshardt

Es extraordinaria la capacidad de este foro divino.

Critica: 
mayita

Maestro lo felicito y lo extraño por mis escritos, sus juiciosos comentarios me motivan. Reciba mi respeto y admiración. Un abrazo fraterno Mayita.

Critica: