El Caballero Negro

Cuenta la historia de una sombra
que sobre un reino apareció.
Sin aviso, silenciosa
todo en el reino marchitó.
La maldición mató cosechas,
todo secó y ennegreció,
y al ver su tierra desierta
el Rey de su trono bajó:
"El trono es de quien devuelva
a esta tierra su esplendor".
Silencio en la corte inmensa
y un caballero se alzó.

Y pensó el Caballero Negro
al ver la tierra alrededor
"por pena el suelo está seco"
y el suelo regó con licor.
Y del cielo oscuro y sombrío
torrencial el agua cayó.
Vida no trajo consigo
porque agua salada llovió.
La lluvia paró y sin embargo
de la tierra nada brotó.
Después del intento amargo
la tierra quedó aún peor.

E intentó el Caballero Negro
prender una gran hoguera
con gran y brillante fuego
que ahuyente la sombra entera.
La hoguera y su fulgor gigante
iluminaron la tierra,
pero contaminó el aire
y trajo una noche eterna.
Una vez consumido el fuego
en el cielo no hubo estrellas,
el humo cubrió los pueblos,
el hollín cubrió las hierbas.

El Caballero buscó un mago
que lo asistiera en su empresa.
Encontró un viejo ermitaño,
hombre de gran entereza,
que le ofreció semillas blancas,
semillas de gran pureza,
y de ellas crecieron plantas
que de esperanza se riegan.
Crecieron pero eran fantasmas,
crecieron grises, sin fuerza.
Nadie les tuvo confianza,
todos pagaron la cuenta.

Se quitó la negra armadura
el Caballero cansado,
observó la tierra oscura
y luego observó sus manos.
Con ellas tomó su corazón
y dejó su sangre caer,
con ella la tierra regó
y vio el mundo florecer.
Con el espíritu tranquilo
el caballero expiró.
La corona espera en vilo
a que retorne su campeón.