Me he dado cuenta de que
la sonrisa de tus labios
se ha perdido
con el brillo de tus ojos.

Me he dado cuenta
que tus manos
ya no son ardientes como cuando
me acariciaban con fervor.

Tu cabello recogido
aún conserva el aroma
del primer día,
pero tus labios
ya no desprenden
la miel que me enloquecía.

Algo en ti ha cambiado,
algo en mí
seguramente…
cerraste tus ojos
para no ver
llorar al hombre que te amó...

No hay palabras
en tu silencio
ni calor
en tu frialdad.

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