Crónica de lo que sabes y te niegas a entender.

Si puedo conseguir el protagonismo de mi propia vida,
pretendo cerrar mis sentidos, olvidar las imágenes
y no tener sentimientos, borrar lo humano
y dejarme caer cual puñado de tierra cae a la misma,
olvidar mi insania y vivir cual arbusto en medio de un
inmenso bosque, no pretender moverme,
solo sentir el escuchar, el mirar ciego, el tacto insensible,
del aire, de un sonido capaz de silenciar vidas,
en una quietud que envía letras diariamente
que se trasforman en un discurso miserable,
en la más amplia pobreza, esa de la que no vuelves,
de esa que hiela el alma.

Si puedo dedicar dos líneas más a expresar
lo que la razón aplica, pretendo no redactar sonidos,
movimientos u otras mentiras, escaparé efímero cual estrella,
viviré sentenciado y probablemente ejecutado en un rincón
ajeno a la verdad, tal vez renacer como un sueño y no insistir
en cambiar el mundo humano, mi mundo errado,
tu mundo añorado, ser como una brisa de mar que llegue
a los huesos, a la más profunda intimidad que no se muestra,
extinguir lentamente el latido del corazón, la respiración
de ese suspiro que todos los días buscaba gritar un nombre.

Si a pesar de todo y queda una palabra, debería ser un, adiós,
ya que en ella se conjuga inerte el dolor, la pasión y la vida,
será como enterrar en cuerpo y espíritu de lo que se vivió,
lo que se ganó y lo que se perdió, en algún momento
a lo mejor y la lluvia de invierno cubra de agua el lecho
y se queden escondidas las sonrisas, mientras vez pasar
mejor la vida de cuando soñabas, será imperfecto
y hasta tenue, no querrás luz, pero podrás vivir,
solo debes miras tras la tierra y ver el lado más
humano de las manos que llegaron de algún lugar.