.beso

poema de Javier Pineda

La vida es aquella cinta transportadora que nunca se detiene y sólo yo tengo la responsabilidad de subir en ella.
En ocasiones y sin quererlo me bajé y perdí oportunidades que no vuelven, pero es fácil dar el paso de volver a subir.
Subir como un concepto de mejora y no hacía arriba, como cambio, como reflexión de un concepto de transformación.

Me ha quedado claro que la felicidad esta dentro de mi. Los elementos externos pueden condicionar pero no elegir. Acompañar pero no decidir. Amar por el sólo hecho de existir.
Y así es como tengo pensado seguir, siendo consciente de lo que siento cuando me quedo solo y en silencio.

Amar a los que me aman con tolerancia y escucha.
Todos tenemos carencias y necesidades, todos nos merecemos ser escuchados cada uno con sus creencias, todos queremos ser amados.
No hay mejor verdad que la impuesta por nosotros, no hay mejor realidad que el que mira por mis ojos.
La palmera coge significado completo gracias a sus fuertes raíces.
Como en la vida a veces sacudida por sus matices.

Al igual pasa con el amor.

Al parecer el aliento húmedo se hacía notar en la noche fría.
Al contrario que cuando se besaban debajo del destello del sol.
El roce de los labios escribían poemas, recitados mas tarde por la luna. Las respiraciones al unísono formaban parte de un todo.

No se podían describir con palabras el uno al otro, todo eran halagos.
Verdadera atracción desenfrenada, cuerpos candescentes enrollándose, un hueco para respirar, un apretón de espalda, otro beso furtivo que nunca acaba.
Que fue de las historias desinteresadas, los besos de madrugada con la escusa de una mirada, con los ojos cerrados aún. Se besan.

Que maravilloso conjunto de acciones de precipitantes intenciones. Que bonito es el amor.
Y como una cascada el se derretía, pensaba que estaba en el cielo, en el cielo de su boca se sentía grande e imparable.

Ella medio diosa, única como el fruto prohibido tenía sabor a frutos exóticos, sazonada con pasión por algún desenfrenado Guru del amor puro.
Comparable al azúcar de caña.
El seguía sus pasos por culpa de una mente inteligente y apasionada a la aventura, cualquiera se resiste.
Por eso no se cansa y persiste, ama y acompaña en el viaje de la verdad a aquella dama con sed de lealtad.

Al parecer la historia era de cuento el único miedo era la distancia. Ellos apasionados e imparables se echaban de menos con tolerancia.
Y al pasar los días y los meses más se amaban, como polos que se atraen desde distancias largas, como almas gemelas que se hablan, que concuerdan en siglo, en opinión y juicio, aquellos locos enamorados se quieren todavía.

Javier Pineda,