Una ciudad bajo otra

poema de Ivet

Una ciudad bajo otra

Descifro los nombres hasta escuchar el indicado.
Presiono tu brazo,
los grados aumentan, sudas, te desabotonas el abrigo,
te importuno, me atraviesas con la mirada,
se me caen las cosas, tropiezo, me despeino,
los trenes se ahogan en la wifi.
Y miro el itinerario con su halo de luz.
Prefiero estar próxima al mapa:
lo repaso de Norte a Sur, hasta el cansancio,
y te despierto.
Lanzas frases ofensivas y órdenes que ignoro.
Las lámparas cambian en cada escenario,
pisos y paredes forrados de mármol, vitrales, candelabros,
letras de bronce en ambos lados,
y el sonido de los hierros
que parece delatar los secretos de los túneles que se estrechan.
Luego te sigo por extensas escaleras que no se detienen.
Pasamos frente a la anciana del rincón que oculta el rostro para orar,
o vemos al hombre que vuelve su pierna un lienzo de yagas,
o la vendedora de seguros o aquellos que andan cazando empleos,
y esa guitarra, que entra al vagón con el fantasma de Lennon,
allí, donde las líneas convergen, en el anillo.
Sé que aun te resulta incoherente
permanecer distanciado de tus semejantes.
Cierras los ojos para conseguir el sincronismo
con tu ciudad, de la que fui presa,
a la que le conoces hasta las huellas,
allí, detenido en el andén,
justo donde se abrirán las puertas para dormir
y enfurecer del pánico.