CXXX

poema de Iset

Querida Glenda,
Ahora que ya es seguro que no te voy
a volver a ver puedo decirte sin temor
lo que siento por ti.
Este sentimiento no ocurrió la primera vez
que te vi, fueron necesarias demasiadas
miradas para comprender lo que habías
descubierto en mí.
Tu rostro se transformó como esa pintura
de la que tienes que escribir un ensayo
y de tanto mirarla acabas inventando
teorías para explicar por qué te gusta.
Ojalá pudiera decir que la próxima vez
que nos veamos confirmaré la hipótesis
que plantean el cambiante color de tus
ojos.
Ya no queda fuerza en mis manos
para contener el tiempo en que
te miraba pasar mientras
deslizabas las yemas de tus dedos
sobre tu mejilla para confirmar
que todavía fluye la juventud
sobre tu piel.
Tan perdido estaba tratando de
explicar a los ajenos de felicidad
cómo se hace para sonreír con tanta
soltura como tú, que olvidé que el destino
nos espera a la vuelta de la esquina.
Te amo.

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