El último instinto

Inherente fluctuar,
puedo caer libre
para intentar retenerte, oh amada mía
en dúctiles pulsiones correlativas,
toma mi inseguridad y desintégrala de mil maneras
generando una gregaria sujeción
que instiga esta voluble sugestión
sobre un estímulo de pulsiones alcalinas
disueltas en impulsos percutidos en ambivalencia

El beso perfecto sobre una tentación,
es un recibo para confrontar lo vaticinado
en el umbral de la afanosa resistencia divergente
que frena la decadencia más latente
para conseguir la libertad más próxima
en un cúmulo de eléctricas ondas permisibles
donde puedo caer libre
sin ser presa del arrogante temor intuitivo
que come del sudor de la carne

Desapercibido en todo espacio conocido
es el juicio y el prejuicio que deambula abolido
mientras comparten una obsoleta hermana en común,
destinada a refugiarse
sobre tu rostro silencioso de eterno semblante
en estado de inercia impasible,
es tu germen célibe de incesante agonía
el que nos persuade hacia el último instinto
donde el placer duradero nos recibe sin culpabilidad alguna