El reino de la oscuridad (Leviatán)

Sé que no soy el primero, ni seré el último
dueño de la verdad
deseo creer en el estigma que cargas
por eso haz de educarme en la ignorancia eficaz
para suprimir esas curiosidades
que dan forma al empírico cuestionamiento
en la conformidad disociada que se perpetua
como los malos hábitos del padre hacia el hijo

¡Solo sé que no sé nada
en esta pirámide de ejecución!,
mártir del cuerpo que sufre de agorafobia
somos ingrávidos seres en el cautiverio progenitor
lentamente consumados
mientras surgen las incómodas verdades
ocultas en la palabra de la contradicción,
te aprovechas de ello, fiel servidor
solo para obedecer a una fe ciega
que manipula desde el miedo inquisidor

Desde las sombras
obra toda ecuánime decisión
de ver las tormentas arrastradas por una inmersa marea
donde duerme el lascivo Leviatán
arrojando su esperma desde arriba
mientras crece en el inconsciente
una colectiva soledad intolerable
al ceder tu propia voluntad,
¡síndrome de Estocolmo!
no es sorpresa ver en lo que te has convertido
y saber que era lo que más odiabas antes de saberlo,
maestro de las marionetas
solo enséñame como se debe ver la obviedad que fatiga

¿Cui bono?, ¿cui bono?,
en el silencio más amargo de los inocentes subyugados
en la hora más sensata, en el día más definitivo
autofagia es el opio del pueblo
impeles el cenit de la ignorancia
en la magnífica culpa de la cara más ambigua
que yace en la divina razón victimizada
acuartelada en el rincón reptante
reservado para aquellos culpables
deseosos de ser conservados en el seno
de una acomodada cuna expósita

Dime, esclavo de papel
dime voz del verbo
si no me equivoco esta vez
¿seré recompensado como la última vez?,
no muerdas la mano que te da de comer
aunque deba discernir por medio de tu voluntad
no sabré más de ti,
¿cuándo me dirás lo que no quiero escuchar?
¿cuándo será el día en que sepa que te ríes de mí?
creo que es mejor no saber
donde la cómplice risa mora
tras el reino de la oscuridad,
¿cui bono?, ¿cui bono?,
sobreestimulos del alma
no vuelvas a preguntar ¡oh rígida felicidad!