El hombre y la amapola

El ojo vigilante
como un falso guardián
enumera los pecados simoniacos
que caprichosamente delatan
al agónico mártir diáfano
que navega entre un mar de lirios y estrellas,
recogiendo los pedazos cristalizados
de un corazón desertor,
dueño de este suplicio alegórico
parasitariamente amoldado
en la trágica alma desnuda

La sigilosa brisa perfumada
danza orbitando delicada
levantando pétalos biselados alrededor,
bajo un eclipse bermellón
se mecen las sombras inalcanzables
que se agitan como guardianes volátiles del Hades,
raptando a una Perséfone cautiva y abstraída
a la espera de una esquiva nupcia subterránea,
mientras contempla resignada
la epifanía de solubles campos bermejos;
se dispersan efluvios de desconocidas esencias
que decoran con hálitos parsimoniosos
suaves hectáreas elíseas
hasta llegar al ónfalo del enigmático mundo letárgico

En el éxtasis de la ignición
una luz reconocible destella
recorriendo el cuerpo ignífugo
como fulgor en allende colisión,
guiando el instinto prístino
en ausencia de todo rastro humano;
cual odalisca ultraterrena
un místico camino orlado
llama hacia un destino a tientas,
mientras titilan los luceros fatuos
para yacer en la atmósfera hipnótica
que recubre dorados paisajes iluminados

Nuestro amor intemporal
apartado de todo margen conocido
nos revela tiernos ósculos
que nos sumergen a sueños clandestinos,
anhelo del alma,
he de esperar por ti
y por tu cara silenciosa,
amando una verdadera entrega desafiante
que está por sobre nosotros
surcando con libres melodías de aguamiel;
¡haz exhalar la tentación que quiero
para desintegrar el tiempo lóbrego,
dueño de sombras de ultra violencia
que saturan con orladas semblantes!

El hombre y la amapola
han intercambiado sus puestos,
sólo por un instante de placer perpetuo;
es el clímax masturbatorio
de la eterna lozanía,
en una primavera descubierta
por suaves óculos que desvelan al unísono
los flujos de la conciencia,
han diluido los paralajes inefables
mientras el cuerpo altivo
se eleva por sobre traslúcidas visiones
en un luminoso destello de ensueño,
ella me dice: «vámonos de aquí»,
entonces...me he ido para no regresar
si no es por una intrínseca amapola
que duerme engalanada en el panteón subliminal
bajo sueños narcóticos dilucidados