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Por las veredas grises y pétreas, fluyen
cada día ríos de verbos incompletos.
Bajos los gajos anaranjados en el cielo,
jamás, o muy rara vez doblan sus cuellos,
para mirar cómo las nubes no son las mismas.

Son ríos de silencios que se amontonan
en piñas incomprensibles. Uno junto a otro,
van sellados a alguna parte, y salen de ella
igual de ininmutables.
-No se miran-

Hace tiempo que no creo en sorpresas
ni en milagros, ni en giros, ni en precipicios,
ni en acáboses, ni en aves fénix.
Lo que vuela sobre los verbos son
calendarios, agendas monstruosas y omnipresentes.

En una Patria lejana los niños se dan
la mano y los colegiales juegan a conocer.
Caen las hojas en otoño igual que aquí, pero
aquí mueren sin funerales.
-No las miran-
Me prometiste libertad, me hablaste
de sonidos incomprensibles y noches
interminables.
Me caes mal. Me caen mal tus esbirros.

Son, sóis, borreguillos de cuarta,
presumiendo de sus lanas antes de la
esquirla. Balan al mismo tiempo
un discurso insignificante.
¡Dios me proteja!

Mis canas son cicatrices, de heridas
que se hacen esperando que los verbos me
hablen y se completen, que los silencios
salgan disparados, que los cantos disientan y
formen un coro estridente y desentonado.

Cuando mi cabeza sea ya una cumbre
escalada, sabré que he perdido.

Comentarios & Opiniones

María Cruz Pérez Moreno -acnamalas-

Emociona y conmueve tu escrito, un placer la lectura. Gracias por compartir. Saludos Ignacio Ver Brito.

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