Una lluvia de espejos rotos irá incendiando el Universo

Una lluvia de espejos rotos irá incendiando el universo,
mientras los ancestros reten más allá de las sombras del apocalipsis,
la génesis de un entendimiento desconocido.
Más condenados se escaparán con mis huesos hacia el lugar del sacrificio.
¿En qué rincón exorcizaré este demonio que me acompaña: canta,
llora, teme y calla?
¿Quizás en tus manos abiertas, ofreciendo firmes las cenizas de Sodoma y Gomorra
antes de la destrucción definitiva?

Me debatiré entre estas cadenas incandescentes
no menos justas que la nostalgia del futuro
que se desangra sobre mis hombros
y la sicalipsis de tu cuerpo pecaminoso.
El rosarium de devoción ceñido a mis caderas
se desgranará en versos luego de la eutanasia de la mente.
¡Quedar en éxtasis…querer calmar esta sed bebiendo la sangre
pagana de los dioses, si se derrama por la comisura de tus labios entreabiertos…!

Hacerla correr gota a gota sobre mis pechos desnudos
y con mi sexo en el crucifijo, tentar a Cristo siete veces siete…
Pero siento tu voz acariciando mis sentidos
como mar de plata fluyendo dentro de las riveras de mi razón.
Sin prisa iré cayendo en la retórica de tus redes,
pues son las palabras más hermosas del mundo.
Estos grilletes hoy se agitan con dolor
y descansarán mañana a tus pies hechos cenizas
y la vara de Aarón florecerá en tus manos…

En la punta de una lanza seremos dos profetas sin cabeza
a orillas del abismo de nuestra lujuria en otoño,
cuando caigan las hojas en abanico y se inflamen a mediodía
las ardientes arenas de Egipto.
Como anguilas tus dedos se deslizarán por mi piel
y tu lengua ávida de sacrilegio, en la carne
profanará el último de mis altares bárbaros.
Tengo algo sólo para ti y mi mundo interior: Anathema,
conjugada contigo, será un canto entre los cantares bajo esta lluvia de espejos rotos.