Gólgota de mis noches de insomnio

Gólgota de mis noches de insomnio

En esas infatigables noches de insomnio, en las que mi excomulgado corazón en vano busca el divino consuelo; tú te deslizas entre el cortinaje de mis ventanas abiertas, donde la luna llena en mis pupilas regala su límpido reflejo.
Y como brisa diáspora casual, en tempestuoso torbellino de ideas y pensamientos, me raptas hacia tu calvario de placer y muerte; este camposanto donde cada noche en ti me inmolo como una proscripta.
¡Oh, Príncipe del marmóreo imperio!
Músico de violines siniestros, que en desgarradora y distorcionada melodía me seduces, y al compás de mi dolor tu mano cadavérica en el arco va ejecutando la improvisada nota, sobre cuerdas podridas que sollozan, se desmoronan con cada movimiento.
Antínoo marchito de cabellos macilentos, mandíbula desencajada, columna vertebral rota, ojos vacíos…
Y aún así, entre tumbas confidentes e incienso, de nuestro pecado mortal me embriago mientras las cuentas del rosario se desprenden y caen con sonoro tintineo encima del ara consagrada sobre la que a ti, irreverente de los difuntos, me entrego. A lo lejos se escucha el tañir de las campanas de la parroquia, y los cirios agotada su llama se derriten a nuestro alrededor dejando sus exequias en forma de volutas de humo y esperma.
Fría losa de mármol que en ofrenda recibes mi cuerpo, desnudo y abandonado sobre este sepulcro abierto, dime: ¿acaso volverán esas tranquilas noches de sueño? ¿O es que, condenada he sido a vagar por siempre en las tinieblas con los ojos abiertos, como una virgen, amante de un muerto ?
Vigilia eterna…locura en el lecho de la desgracia floreciendo.
Lentamente te deslizas ocupando el vacío bajo mis sábanas heladas, con sus pliegues y arrugas como tallados en límpida porcelana; caricia de la bruma que recorre mis pechos desnudos, crucifijo de acero y concupiscencia en el undoso pabellón de muerte, olores póstumos, lujuria y deseo…
Músico espectral, comienza ya el triste concierto:
En tu hueca mirada me contemplo, como a través de un espejo quebrado cuyas afiladas esquirlas van hiriendo mi cordura.
Yo rememoro esas noches entre danzas lúgubres y risas de ultratumba, mas la alborada y el sol rejuvenecido me encuentran insomne, pálida, agonizante…
En el bosque callado me visitas, lo recuerdo, y entre árboles moribundos y hojas otoñales marchitas que caen perezosas, ejecutamos en mi mente la triste y eterna coreografía.
Vuelve esta noche: heraldo de mi Gólgota secreto.
Tomados de la mano danzaremos, mis dedos entre sus falanjes
Tu mano cadavérica en mi talle, las grietas oscuras de tus cuencas vacías, mi consuelo, y ese críptico rechinar de huesos y hierros que te antecede, mi contento.
Tú, esqueleto ataviado en raído negro traje, sobre tus vértebras el límpido cráneo y la corona de espinas, brillando a la luz de la luna, un sacramento, danzando en las siluetas del misterio, tu cadáver y mi cuerpo.
¡Ah, silencioso confidente de mis penas!
Estoy agotada de esta farsa, de este continuo baile temerario y sin fuero
Llévame lejos, a la noche eterna:
Quiero escapar para siempre de la locura y el miedo.
Ars Goethia, ars Paulina.
Lemegeton