El Dia

poema de Antonio Liz

Aquel tren de la vida, donde la locomotora prosigue, sin importar el destino. El tiempo sigue su ritmo, y el pasado es el ingrediente principal del olvido. Aquella simbólica rutina, tu salvación, pero venenosa porque te esclaviza. Mientras la niñez florece, la madurez coge firmeza, hasta llegar al plano final de la vejera.

Mientras amas, temes, mientras adoras, entras en terror, y cuando te recuperas de tus emociones, caes en lo más vacío, oscuro y perdido. Con todo abismo, inviertes más sacrificio, rogando migajas de cariño, que pretenden despertar aquella chispa de heroismo. Es fácil fingir una sonrisa, pero el peso de cargarla, se requiere una quijada postiza.

Aquellos que acuden a tu llamado, insisten, en poco tiempo, en que le devuelvas algo. Conviven consigo, no contigo. Mientras el dinero perfecciona tu vida, tus heridas se desangran, ya que la fortuna no puede comprar una cura.

La verdad nos saca del diluvio, la mentira no pasa por el más fino embudo. Pesada es su carga, aquella que aprieta tu garganta. El trabajo no es nostalgia, el sudor no engaña, las manos de seda se salvan, pero la humildad, será por siempre el resultado de la fama.