POR LOS VIEJOS TIEMPOS

La dejé enojada en casa para hacer una visita.
Una apaciguante charla y de vuelta hacia el estrés,
cuando por azar funesto se cruzó ante mí la herida
invisible, ya sin sangre, seca, que curé una vez.

Con los dientes blancos por el cloro de los días
que no nos vimos, haciendo un puente, me sonrió,
un puente de oscuros labios formando un arco hacia arriba,
que dividía dos aguas de amontonado color.

Salió de aquella puerta perseguida por las balas
de las miradas con saliva, hormonas y piropos,
y al ubicarme en tiempo y espacio, se abrió su cara
como un mapa de países en vía de desarrollo.

Cayeron dos brazos intensamente sobre mis hombros.
Cayó la noche junto con ellos, como si nada,
con el desdén con que la noche trata a los tontos
que quieren robar su luna por pasar la madrugada.

Se manchó mi mejilla levemente de belleza
y la suya de miseria, duda, miedo y decepción,
pero más que manchas, marcas, así, con más sutileza,
pues su rostro ardía, ensombreciendo un poco la razón.

¿Preguntas? ¿Ya qué importa? Muchos barcos se han hundido,
y aviones aterrizado forzosamente en picada,
como caminantes se han cansado y ríos han crecido,
y pájaros ilusos se han marchado en desbandada,
y nubes grises han caído sobre agua salada,
y arenas a mi lado han hecho bancos del olvido.

Me preguntó sobre ella, la que me esperaba en casa,
si de veras logré poner el ultimo ladrillo,
yo hablaba como cabeza que pone gorro a las canas,
como un árbol que habla de música con sus grillos.

Caminábamos sin culpa, y hasta sentí una cierta
envidia en el florista que ofreció su mercancía.
Yo sólo recordaba y ella lucía contenta,
hermosa de hoja, tallo, raíz, pétalo y espina.

Nos detuvimos por un momento, y yo me quedé
observando el intranquilo mar que me hizo una vez roca.
Ni los restos de los remos habían matado un pez,
ni el sol arrancado la húmeda frescura de su boca.

Un beso entonces me pidió allí, “por los viejos tiempos”,
con una risita de leve maldad, traviesa y ronca.
A pesar de la miel, las moscas desaparecieron.
La corchea de la tarde se hizo en la noche redonda.

Tanto que la amé algún día, y la odié luego, el pasado
se tomó un trago en mi barra y se iba sin pagar,
Estaba frente a mí, mas no estaría a mi lado,
y ya nada vale cuando sólo es conexión e imán.

O la ilusión, infértil ya, o el repetido odio
regresaron a mí como volví a casa después.
Nadie esculpió lamentos, ni pintaron envoltorios
el desánimo y la amnesia posterior que no se fue.

Se quedó en blanco como sus dientes emparejados,
sin su beso “por los viejos tiempos”; yo, sin rencor.

Volví al hogar y quedamos ya sin enojo abrazados
mi esposa y yo, con los cuerpos correctamente amarrados.
No por ser bello el jardín, había que arrancar la flor.

Comentarios & Opiniones

Luna

Hermoso poema, deja la mente pensando, reflexionando. Un gusto leerte poeta. Abrazos y buena suerte.

Critica: 
Frank Carlos Nájera

Gracias. Sí, puede tener segundas lecturas...

Critica: 
Mac1965

Excelente trabajo. Un gusto leerte. Saludos cordiales

Critica: 
Frank Carlos Nájera

Gracias :-)

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