La caja de sirenas

poema de Eduardo Roa

Me inunda de sus ojos, sin saber;
sus amaneceres son aves frágiles y fuertes
que se muestran unas veces
y disipan.

Cuando emerge lo va colmando todo de algún modo;
sus vocablos son caricias que arrellanan con cuidado
sumo
esa zona acerba del alma
transformándola en miel íntegra
que acompaña
los celestes días que inician en ella
que son rosas diferentes de colores
posadas sobre otras sin permiso
muy mansamente cuando llega;
como otro corazón adherido que no evitas
que te conduce levemente
tan dulcemente en un inicio;
hasta esa noche interminable
que se trueca en un suplicio
en un dolor que no desiste
en esa propensión a la nostalgia
en este terco intentar de la esperanza.

Se marcha como el viento
salvando el cielo suelta y libre;
ignorando esta terrible sublime
sensación plácida;
la hora siniestra de este vicio del alma
la cruel sentencia de extrañarla.

Y aunque sucedan mil años
y pertenezca a otro mundo,
un día -cual niña que no avista la vida- regresa
a apoderarse sin orden
de todo paso a paso
de nuevo, y sin querer...

Es el destino así quizá
que te entrega a ratos la gloria
y te arranca a jirones en otros el alma...
Y es que es tan fácil amarla
y no olvidar sus ojos afables
que sin amarte al cielo te ensalzan
para crucificarte los extremos del alma.

Comentarios & Opiniones

Fenerique

Bello poema, saludos

Critica: 
Eduardo Roa

cuanto me agrada que te haya gustado

Critica: