En el "tren de la muerte"

poema de Eduardo Roa

Es preferible permanecer juntado en cama
hasta curarse del frío
que vociferar muy humildemente, y casi gritando
bajo las ventanas del tren cuando se es niño,
hasta vender la "manzanilla caliente"...
también a los enamorados que no son enamorados
que atisban sin ninguna esperanza a algún lado en la
noche
para escrutar en el ávido tiempo que no los unió;
el mismo tiempo informe
que ronronea ahora abajo, en las vías rompiendo el
aire
mientras dispara inanimadas piedras hasta el sueño...
hasta el sueño de quedarse esta noche en casa y sin
hambre
mientras se es niño, para soñar en un día iluminado
en un tiempo de verdadera paz
donde los habitantes desayunen unidos
panes de leche que broten de los árboles;
en un día de febrero cubierto de sol en Santa Cruz
cuando corras tan rápido montado al lomo de los ríos
que alcen vuelo hidalgos
y desciendan transformados
en aguas diáfanas que inunden el valle.
Soñar en un día sin treintaitres muertos ni
manifestantes
sofocados, sin voz y casi sordos,
que viajan desde 1967 ya sin pancartas y a mil años
luz
dejando un surco blanco en el cielo hasta estrellarse
en el cemento
una y otra vez, y sin otra licencia que la de respirar
cuando estas caído
de tropezar con un brazo dejado inconsciente
sobre el humo de docenas de bombas lacrimógenas.

Descansar en un espacio entre las granjas
para tomar el almuerzo de "salteñas" y arroz blanco
abrevado en naranjas frescas
junto a esa primera hija de dos años
la que escapa de tus besos
con sus muecas de disgusto mezcladas de risitas
mientras no despiertas nunca... nunca
para no presenciar jamás la llegada del "tren de la
muerte"
con sesenta y ocho niños a media noche
voceando a tus oídos discontinuamente sin sus padres
mientras van o vienen sobre los vagones
trocando sus fiambres
junto a diecisiete perros abalanzándose
a los mendrugos y huesos que salen volando de las
ventanas.

Comentarios & Opiniones

María Cruz Pérez Moreno -acnamalas-

Eduardo buen escrito, saludos.

Critica: 
Eduardo Roa

Cuánto me alegra que te haya gustado, Estimada María Cruz.

Critica: