Una noche en el bar

Al despedirme, un jueves, por la noche.
Lo vi en sus ojos, en un bar, con su pie tembloroso.
Su discurso, cambiado.
Su frialdad, derretida.

Besó una flor antes de dármela.
Rozó mi mejilla, su piel congelada.
Dios, en serio le gustaba.
Fuimos algo y yo sin estar enterada.

Me vi en sus ojos, admirada.
Yo en serio le gustaba.
El asombro, la sorpresa.
Mi sonrisa disimulada.

Me dijo que yo era cálida, buena y deseada.
Y yo asombrada, sorprendida.
Siempre dejada, nunca querida.
Y él solo me pedía:
Ven a mi casa, al menos tres minutos.
Como si eso cambiara algo, como si pudiera seguir siendo tocada, si por mí no sentía nada.
Pero sobre todo, ¿Cómo podía seguir si yo no sentía nada?