Un paso atrás

Siempre he estado un paso atrás del resto.
Como cuando usaba una cartera de cenicienta con brillos mientras todos se preocupaban de la última moda en el colegio.
Como cuando todos hablaban de la canción del momento y yo solo escuchaba música de Disney. No conocía otra y tampoco me importaba hacerlo. Tal como no me importaba que a los once años todas se preocuparan de los chiquillos y yo solo me preocupaba de jugar con muñecas.
El único momento que sentí que no iba a destiempo fue durante la universidad, pero la verdad es que si bien hacía cosas de mi edad, mi corazón seguía siendo el de una quinceañera. Nadie supo que di mi primer beso en una noche idealizada mientras todos iban de cama en cama. Nadie supo que corrí cual niña que guarda un secreto después de pasar la noche tratando de dormir con el que intentaba besarme.
Lo curioso es que como me veía madura, me trataban como tal. Me buscaban con intenciones adultas que no llegaba a comprender, por lo que acepté cosas de las que posteriormente me llegué a arrepentir.
Entonces no es de sorprenderse que ahora, mientras todos están pensando en casarse, tener hijos y ahorrar para una casa, yo quiera volver a esa vieja disco de antaño. Aquella en donde tirarse al piso sucio con una botella en mano, jamás sería mal visto. Donde las penas eran tan superficiales que se solucionaban con tres sorbos de vodka y las malas decisiones se justificaban con la edad.
Porque por un momento creí que iba al tiempo de los demás, pero otra vez me quedé un paso atrás. Lista parar bailar, para tomar el camino incorrecto y no pensar en que mañana ya comienza otra semana.

Maldita sea, solo déjenme bailar.