Reluciente

Era más fácil justificar mis sentimientos cuando no te veía ninguna defecto, en aquel chico que era siempre perfecto. Cuya opinión valía más que la de cualquiera y cuya aprobación me mantuvo muchas noches en vela.
En cambio ahora, veo con claridad tus puntos débiles. Porque, después de todo, solo eres un chico amargado en un mundo donde nadie está conforme con su vida. Nada fuera de lo normal.
Pero siento que te puse muy arriba, en un pedestal del que no te lograste sostener por más de cinco minutos.
Y sé que no me debes nada. Sé que no tienes la obligación de llenar mis irreales expectativas.
Pero te quedaste corto.
Y actualmente no veo cómo justificar mis sentimientos.
Porque a los diecinueve tú crítica me dolía. Actualmente me desespera, me hace sentir algo parecido al enojo. Rabia, hasta furia. Tu opinión ya no pesa lo mismo para mí.
Pero me enfurece desearte cuando muchas veces me haces tan fácil odiarte.
Porque aún te admiro. Aún eres dorado, reluciente.
La caída desde esa altura no pudo causarte daño.
Eres fuerte, brillante, reluciente.
La caída desde el pedestal no fue capaz de hacerle daño al chico risueño que muchas veces me hace feliz.
Así que lo siento, no pienso dejarte.