Pide ayuda

Aún recuerdo la noche en que dejé este vicio que llevo arrastrando por años. La noche en que un chico común me salvó con un beso, sacándome por fin del abismo en que me encontraba. Un hechizo, dirían ustedes.
La verdad es que yo también lo pienso, porque después de todo, ¿De qué otra forma habría podido sacarme de ahí?
Ahora que volví a caer dentro de ese agujero sin salida, me pregunto si podrá llegar alguien a salvarme.
Entonces recuerdo que cuando se rompió el hechizo el dolor fue incluso más grande que quedarme aquí donde estoy.
Por eso ya no asomo la cabeza, porque prefiero la angustia de estar atrapada, que la agonía de ser destruida por quien te rescató y curó tus heridas.
Supongo que ustedes dirán: ¿Por qué no se salva sola?
Y yo pienso que no siempre somos capaces de hacerlo, que no solo es cosa de voluntad. A veces nos pesa algo más para dar ese paso hacia afuera.
Pedir ayuda no es debilidad.