Ecos de la Superficie

"No te aferres tanto a la vida,
al fin y al cabo no saldrás vivo de ella".

Encantado de la libertad del aire
en el bosque, a dos o tres
metros del vacío exacto,
penetro en la extensión del horizonte,
en el depósito de los cuerpos muertos,
enarenado, apagado, túmido, blando.
Pasos vertiginosos sobre el cesped,
las paladas mecánicas para asustar y
que no se detienen, posiblemente
creando condiciones para el nacimiento
de la hierba fresca.
Juraría que es mediodía,
todo en este lugar es chispeante,
desconfiado, todavía intacto al
amanecer, resonancia en la noche
con el mismo volumen,
ecos de la superficie.
El temido hoyo, donde juega mí cuerpo,
el juego es el duelo,
el juego en el bosque,
porque la muerte vino.
La vida solo es agonía,
no es más que un soplo,
mi cuerpo ya no es mi cuerpo
¿Dónde estará?
Navega por un mar sombrío,
consiguió un indulto de la vida,
(menos mal)
antes de perder la costumbre de vivir.
Soledad de soledades,
tómame de entre
los dos mundos,
oscura noche de nubes y relámpagos.
No preguntes por quien,
por mi doblan las campanas,
se lo triste de mi recuerdo,
pero es mejor quemarse de una
que arder lentamente.
Espárceme en la tierra,
has que el olvido
tape mis cenizas,
caricia helada en la penumbra,
danzarás sobre la losa
bajo la luz de la luna
y reirás de mí a la medianoche.