Alterum vero
He descifrado los misterios del universo más de una vez,
y siempre termino por olvidarlos.
Por eso he decidido asentarlos, tomar nota y levantar acta.
Pero, ¡oh Señor! te pido que no me lo tomes en cuenta.
He desandado tus caminos
que me han enseñado a lo largo de media vida,
y ya no soporto tanta mentira.
Y he descubierto un camino que no está trazado,
que ni siquiera es un camino:
es una revelación detrás del velo.
Y me doy cuenta de los seres que existen
para crear más seres para la tierra;
de los seres que existen para crear las ilusiones para los seres de la tierra;
de los seres que existen para vivir de las ilusiones de la tierra;
de los seres que existen para estar perdidos,
y dañar y dañarse;
y regocijarse en el mal,
y en su mal.
Y de los seres que existen para no querer morir, y mueren,
porque es la muerte la que vive la fugacidad de la vida.
Y de los seres que han existido para regar con sus lágrimas salobres
la sequedad proverbial de la tierra,
y alimentar la sal de los mares.
Y de los seres que existen para ahondar
en las profundas iniquidades
que yacen en el trasfondo de las almas.
Y de los seres que existen, casi angélicos,
que parecen intocados por la maldad.
Y de los seres que no conocen tus múltiples nombres
y, aun así, te conocen;
y tu habitas, fragmentado, en ellos.
Y de aquellos que viven constantemente sobre la balanza de su Dios.
Y de los que buscan la paz como una excusa,
para no encontrarla nunca.
Y de los que existen para hacer brillar la luz de la tierra
y la belleza de las cosas;
y para estremecer con su bondad imposible
los cimientos metálicos de los corazones.
Y de los que existen para poner la carne y el vestido
sobre los huesos pavorosos de la realidad.
Y yo me cuento entre aquellos de corazón abatido,
que solo ríen por fuera.
Y entre aquellos que nunca tienen paz,
porque beben su vino en copas amargas.
Porque pueden ver los cuatro pilares de la tierra,
y escuchar su íntimo suspiro.
Porque pueden ver el hilo de dolor que forma a todos los seres,
y su tejido nunca acaba,
y su telar nunca para.
Y entre aquellos que pueden sentir el crujido
de los viejos huesos del mundo,
y el final de la tierra,
y el inicio de las profundidades del mar,
y pueden escuchar la infinita canción del universo,
donde la sangre y su fruto de dolor son una nota fugaz.
Donde la vida
no perece nunca.
Comentarios & Opiniones
Magnifica geografía espiritual la que nos describe con muy cuidado verso... Me recuerda a Swedenborg. Una lucidez científica para clasificar ángeles y espíritus. Me gusta mucho.
Muy bueno. Saludos
Teclo, coincidencia: hace tres horas leía a Borges, que se apoyaba en Swedenborg para componer una de sus maravillosas narraciones de Historia Universal de la Infamia. Este poema es muy especial para mí. Gracias por valorarlo.
AdViHeBOM muchas gracias por tu comentario. Saludos
no logre darle las gracias por su reflexión emocional a lo que fue mi poesia "vacios son mis ojos", gratitud
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