MANCO SORIA, EL CHUPACABRAS

Lo veo, por mi madre, quien pudiera!
Asi como si nada al Manco Soria,
Difunto desde que tengo memoria,
Volver al pago que nunca lo espera.

Su pálida figura no respeta
que el rancho suyo siempre esté cerrado.
Su olor a gato muerto es demasiado,
Que puedo olerlo aun en estas letras.

Don Soria escoge para su regreso
Días impares con noches sin luna.
Tal vez en el infierno haya hambruna:
No queda del ganado ni los huesos…

Mamíferos enteros son sus presas.
Vacas, terneros, toros y becerros,
Sin distinción de edad. Hasta los perros
Son menos cada vez que este regresa.

Cuando la luz del día al fin se apaga,
Ese muerto que está enfermo de gula,
Golpea al animal y lo estrangula,
Luego de mutilarlo se lo traga.

Nadie lo ha visto, sólo sobrellevo
Esta virtud insólita y macabra,
De ver al Manco Soria el Chupacabras.
Tan luego de matar, matar de nuevo.

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La oscuridad, fue siempre mi destino.
Recuerdo que de niño ya solía
Acercarme al establo donde había
Un animal enfermo, mortecino.

¡¡Cómo podré expresar¡¡ ¿Con qué vocablo,
Hoy puedo definir lo que sentía?
Al ver a aquella fiera en su agonía
Desmoronándose. ¡Oh, por mi diablo!!!

El más bello placer y luego eso
Que no puedo nombrar con mi escritura.
Sentir entre mis dientes la ternura
De la carne caliente, de los huesos.

Ya todo dentro mío. No he dejado
Jamás un solo rastro. No hay manera.
Sería un sacrilegio que omitiera
De ese manjar siquiera algún bocado.

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Como quien en su lomo un muerto lleva,
Cargar con este peso, me hace daño.
Ver a Don Soria digerir rebaños
Enteros sin que nadie se conmueva

Me está volviendo loco. Esta es la prueba,
El argumento fiel de mi cordura.
Mi ensangrentada y rota dentadura,
La oscuridad de mi preciada cueva,

Esa voracidad casi insaciable
Por los rituales, por los sacrificios,
No pueden desmentir mi sano juicio.
Aunque muchos me traten de culpable.

Lo admito, siempre sueño con el viejo.
Sueño que soy aquel que descuartiza
Y al despertar mi cuerpo se horroriza
Al observar su rostro en el espejo.