Te distingo de mí

Hombre que te has revelado
enseñando lo que has aprendido,
aunque parezca un fiel desentendido,
soy aprendiz del camino que has pisado.

Busco un lugar tranquilo,
materialmente solitario,
veo paredes de libros ignorados.

De rodillas sobre espinas
que construí en el pasado,
soporto el dolor que me has legado
con tu fuerza divina.

Rey de reyes maltratado,
el dolor que siento me derriba
pero imaginar lo que has sufrido
me levanta y anima,
porque torturas he recibido
de quienes olvidan tus palabras,
también he merecido males
por terribles desatinos.

No tengo la fuerza
con la que fuiste bendecido,
pero debilidades terrenales,
siendo débil he vencido.

El cuarto vacío se llena de luz,
te pido permiso para hablar,
tu Padre estará ocupado
con tantas voces
que no desean callar.

Insignificante me pienso
al mismo tiempo que dudo,
si existo es porque puedo
cargarte como lanza y como escudo.

Santos de cada día,
siento el amor en el aire
y en mi decadente templo de carne.

No me persiguen como a ti,
pues sólo me persigo yo
para alcanzar tarde o temprano
todo lo bueno que dejaste en mí.

Obras misteriosas que he de entender,
verdad hay sólo una,
por eso en las versiones
aún no di el paso que me haga caer.

Santo de hoy,
persona de ayer,
te distingo de mí
porque supiste qué hacer.