Baila con él pero no lo lleves a la cama

Con el máximo sigilo,
el diablo traspasa la puerta.
Entre cuatro paredes
yace el hombre vulnerable,
quien se levanta de repente
para el exquisito baile.

Casi volando,
la pareja comparte
el contenido de las copas
que parece evaporarse.
El humo de cigarrillos
nubla el afiebrado ambiente.

Poseído y agitado,
el humano cae desprevenido
ante los pies del demonio
que otra vez ha mentido.
Las velas escupen llamas
que reviven al malherido.

Soportando resaca y tropiezos,
el hombre alcanza una silla.
El dolor en el pecho tiene prisa
y crece hasta explotar
rodeando de confusión
al bailarín olvidado.

La noche llega temprano,
acompañada de tragos
y nubes venenosas
absorbidas por el engañado.
Todo ruido se apaga
y del temerario silencio surge el vampiro.

Sin música ni fiesta
en la habitación siniestra,
levita la magia obscura de la condena.
El hombre sabe que pierde
vida en cada instante
mientras los muros lo acorralan.

Otra danza,
dolores aplastarán mañana.
pero la culpa aún encendida
estrangula al encerrado.
Se planta el hombre en su suelo
mientras el demonio baila a su lado.
Con la última gota de conciencia,
el terrenal baña al infame.
Se estrella en el piso una manzana.
Sentado en la cama ardiente
y desplegando carcajadas,
el amo del cuarto despide a la serpiente.

Hombre que duerme solo,
sumido en el más profundo sueño.
Se encuentra suelto.
Empieza la lucha por lo amado.
Quien invitó a bailar al diablo,
quedarse a dormir le ha negado.