AMOR MIO

He deambulado, errática, todos los caminos, buscándote como sombra sin dueño.

Procreado en tu nombre fue mi verbo y la mirada de abismo de que me acusan fue formado en la lava del corazón en la que me sumergí.

Por ti fui al encuentro con la vida: seguí los pasos de los hombres y los estrechos senderos de Dios. Descendí a los oscuros infiernos donde fenecen las almas y forjé la mía en su fuego. Sucumbí al dolor, la duda, el desengaño y de todo ello he renacido, impelida por la necesidad de ti.

Buscándote he acariciado largamente los extremos: así he sido excelsa y miserable en su tiempo, conocí hasta arrancar a tajos las mentiras plantadas en mi sexo. Aprendí a caminar desnuda, arrogante: he consumido de la vida su veneno y he crecido en sus placeres.

Y, aún así, jamás te encontré.

Ahora escribo, deshecha de los versos, en mi propio cementerio, con la esperanza todavía inhiesta y la amargura ganando terreno.

Pienso que, acaso, hoy no es día inteligente y por eso estoy escribiendo: levanto los ojos y los pierdo lontananza: en la interminable batalla contra el sino, aún guardo en las entrañas, clavado como una estaca, el sueño: existes. Caminas, como yo, por ahí, llevando a cuestas la misma sed antigua, la misma ansia, el angustiado desespero. Acaso estás por estos lares libando palabras: quizás encuentres las mías y por vez primera, escuches el canto de final que guarda mi voz en el desierto...