Relatos Toscos: Ricardo Anónimo (Parte III)_Final

Ricardo convivía con mi distracción que casi rayaba en la patología, la misma que nos dejó muchas veces rodeados por bomberos, no se imaginan lo difícil que es recordar apagar la hormilla de la cocina y yo me acostumbré a su incapacidad de aceptar ayuda, cualquiera, si alguien me hubiese preguntado un defecto que lo describiese, la obstinación hubiese sido, sin dudar, mi respuesta. Corría la época en la que el secretismo sobre la enfermedad del presidente del país, nos reunía en nuestro circulo más cerrado , para poder opinar sin censura, yo apostaba que todo era una trama electoral, pues la victimización siempre resulta para ganar elecciones , había quienes respaldaba mi hipótesis con ápices de dudas, pero un reducido grupo pedía que se asumiera como cierta la enfermedad y se eliminaran opiniones políticamente incorrectas , en estas fecha todo se maneja con paranoia, todo el trabajo se hacía con recelo y las horas de trabajo se extendían casi a modo de rutina, una situación de emergencia había sido decretada, mi vida en el campus era insufrible , pero mas llevadera que la de Ricardo. A principios de ese año, la duda se despejó, el presidente perdió la batalla frente a un cáncer, esa palabra devastadora que empieza con “C”, como muchos comenzaron a llamarle. A pesar del descenso en la anarquía de nuestro mundo laboral, la rutina de Ricardo se atenuaba muy poco y así fue por largos meses, llegaba a casa cansado al extremo, dormía apenas tres horas y el hombre de aspecto pálido y delgado se degradaba ante mis ojos , algo le preocupaba y yo quería unirme a la comunidad de consternados , no era fácil reencontrar al hombre bien humorado y locuaz , mucho menos establecer conversaciones que me develaran la causa de la incomodidad y el enojo, hacía listas mentales de cuanto asunto pudiera haberle irritado, pero conociéndole , nada que cavilara tenia sentido, sufría de tentaciones de seguirle, de allanar su privacidad pero me detenían mis valores y la posibilidad de perderlo . Ricardo pasaba horas al teléfono celular , a puertas cerradas en el baño , que parecía ahora su nueva zona de confort , la confrontación no rindió frutos , sin embargo yo seguí viendo en pie ese puente cuando nos mirábamos a los ojos y su lealtad era mi convicción, la situación empeoró con sus continuos viajes a la ciudad a donde se retiraba sin que esto tuviese que ver con ordenes de la empresa , estaba en una isla, consultar a cualquiera de sus colegas era impensable, sería un modo directo de levantar sospechas de la crisis y hacerlo de conocimiento público, el tedio nos invadió finalmente la cama donde un Ricardo insomne ya no quería siquiera descansar, supe que el infierno , contrario a lo que suelen decirnos, era frío . Septiembre era un mes festivo en el campo residencial de la empresa, en honor a la virgen María, en su advocación del Valle, se vestía de colores todo cuanto podías ver , pequeñas lanchas hechas de papel maché adornaban las tarimas y los postes eléctricos , había música y eventos durante una semana, los niños expectantes se impacientaban por la llegada del día de su comunión y salían de sus casas todos los habitantes detrás de la procesión de la patrona de los pescadores al ritmo del galerón oriental , el lugar mas triste de la tierra, por sólo siete días, no permitía buscar nada en otro lugar, sin embargo, esa mañana Ricardo lucía ansioso por viajar a la ciudad como si salir de allí fuese los mas apremiante, le permití marcharse sin hacer reproches , una vez cerrada la puerta me entregué al llanto ,como nunca antes, con la certeza de que no habrían finales felices, esa noche nos confrontaríamos tal vez por última vez, esa noche no regresó , jamás había dormido fuera de casa, volvió al día siguiente, adormecido, sosteniéndose del hombro de un amigo muy cercano quien con dificultad lo puso en la cama y advirtió que no debía molestarle, ese mañana ambos faltamos a la oficina, el sueño al que no podía entregarme cavó una zanja debajo de mis ojos y sin poder contener la furia , deambulaba de un lado a otro en la sala de estar, pero no me calmaría por mucho, entré a la habitación y no hallé a Ricardo en el lecho, la ira subía de tono, pensando que nuevamente se encerraba en el baño por horas a dar señales a la amante hipotética , irrumpí abordada por la irreflexión ,con la sensación de haber arrancado la puerta de tajo, encontrando la escena , que hasta tenga memoria, me causará pesar , Ricardo lloraba inconsolable cubriendo su boca ,desnudo y de pie junto al lavabo manchado en sangre y repleto de ella, el llanto subía escalas y no podía precisar su rostro, las intenciones de reclamo se convirtieron en desesperación y confusión , cada pregunta intensificaba la crisis , ese día de septiembre supe que empezaríamos nuestra propia lucha contra esa devastadora palabra que empieza con “C”, se revelaron las justificaciones a las que nunca podría haber llegado sin su confesión , el dolor que le secuestraba el sueño, las visitas furtivas a la ciudad en busca de ayuda médica, las horas en el baño fingiendo hablar victima del estreñimiento y el sangrado que le llevaban al umbral del vahído, la revelación era una declaración de duelo en si misma, pero en ese mismo instante tomé la decisión de luchar , sin plantearme ideas de fracaso , sin permitirme flaquear , mucho menos claudicar. Por cada avance hacía la curación se sumaban dos reveses en los años siguientes , me quedaba la oportunidad de atesorar cada palabra dicha por Ricardo , de sembrar paciencia ,viví una etapa en la que cultivé el placer de escuchar contemplativamente, parecida a las degustación a pequeñísimos sorbos de ese café que adoras y quieres hacerlo eterno conservándolo por unos segundos mas en tu boca , así fue esa etapa junto a él , cada terapia le flagelaba el ánimo, los medicamentos y sus efectos secundarios eran el problema, hasta que ya no los hubo medicamentos, la escasez se diseminó como una peste de dimensiones apocalípticas , las maneras de adquirirlas no te dejaban la dignidad sin lesiones , mucho menos la honradez, un mercado negro se expandía como el cáncer mismo, apelábamos al tráfico de influencias, la justificación propia quedaba reducida a “cuestión de supervivencia” , a la par, nuestros recursos mermaban , casi a la misma velocidad que los conocidos en la sala oncológica. Los hospitales abundaban en historias de llanto, contenidas por paredes sucias y caos, muchos le tildaban de medicina de guerra, y yo que jamás supe de conflictos armados, me sentía un flanco móvil. Para ese entonces permanecer en las regiones era un decreto de muerte segura y migramos a la capital, dejando los empleos en puntos suspensivos y aumentando la posibilidad de morir enfermos o de hambre, las épocas pasadas donde se tomaba lo que quería comprarse del anaquel, se había extinto indefinidamente , adquirir los alimentos básicos exigía un voto de sacrificio, sellado con colas interminables , el sentimiento de culpa me dividía entre alimentar a Ricardo o mantenerme expectante a pie de su cama de hospital , en esa época de paz en merma, acariciarle el rostro era la única terapia reductora de tensiones , esa cara hecha de piel flácida , que se plegaba al mínimo roce. Aunque las redes sociales se convirtieron en luz al final del túnel, los medicamentos llegaban a destiempo y en formas de sustitutos que no podían auditarse, pues eran mejor que nada, en algunos casos, ante lo inevitable sólo tenemos la resignación. Un día de Diciembre , las gaitas zulianas sonaban en el centro de la ciudad, anunciando el comienzo de la navidad, las miradas lánguidas frente a los aparadores y el vació de las tiendas se convertían en un mal presagio, una llamada telefónica interrumpió mis pensamientos lejanos, alertándome sobre la agonía de Ricardo, la metástasis que hubiésemos podido evitar con el tratamiento adecuado y oportuno había arropado por completo sus pulmones ya flagelados, para él respirar un poco era el reto, para mi lo era no sucumbir ante la tristeza, sólo tenía una modesta máscara de oxigeno sobre la cara, que me permitían ver parcialmente sus muecas de dolor y ese intento de tomar bocanadas de aire , médicos y afectos estábamos prevenidos ante la inminencia de la muerte. Ese Ricardo desconocido, que llegó sin muchos esfuerzo a convertirse en lo único conocido y entrañable para mi, moría ese día de Diciembre, este hombre de quien tomé voluntariamente el apellido se marchó sin pronunciar un adiós claro. Ricardo Lima, quien para mi tiene todos los significados, no figura en las estadísticas de muertes por la decadencia injustificada del sistema de salud, irónicamente de un país rico, Ricardo hoy no es siquiera un número, es sólo un anónimo.

Comentarios & Opiniones

Manuel Bast

Excelente prosa magistralmente elaborada en tu magnifico relato estimada Delia. Me ha gustado mucho. Felicitaciones y 6 estrellas de tu amigo MANUEL (https://RinconDePoetasLocosyAfines.Blogspot.com/)

Critica: 
La Dama Azul

Un gusto de lectura vuestros textos, bien llevados. Sugiero continuar su camino por las letras, cuando vuestro espíritu tiene tanto que compartir.
Reciba mis cordiales saludos.

Critica: 
La Dama Azul

"Ese Ricardo desconocido, que llegó sin muchos esfuerzo a convertirse en lo único conocido y entrañable para mi, moría ese día de Diciembre, este hombre de quien tomé voluntariamente el apellido se marchó sin pronunciar un adiós claro"...

Critica: 
Delia Del Tejar

Gracias Manuel, te agradezco todo ese tiempo utilizado para leerme, me despido reiterando mi gratitud!

Critica: 
Delia Del Tejar

Gabriela Ponce, gracias por extraer una parte muy sentida del texto, estoy conmovida por tu opinión , gracias por leerme, un fuerte abrazo!

Critica: