La Comunión

Te has conservado como has salido del santo vientre,
Y has ido de túnicas harapientas y cruces al templo sagrado,
Con miedo retumban en tu mente las húmedas baldosas bajo la sombra de los claustros,
Con confusión se reflejan en la sala los vidrios, empujando su mórbida luz, que impulsa
un famélico destello de un sol emergente y blanco,
Que hiere las figuras de los ídolos y santos llorosos,
Que se clava en la bandera y en la cruz de la cúpula que se nubla de tristeza y amargura,
Caminas escuchando los graves cantos por el árido y frio pasillo del coro perdido,
Los claustros se adornan con gárgolas y cruces que las espantan,
Mostrando su superioridad,
Estas en un lugar sagrado,
Siéntate y reza ensimismado,
Con entusiasmo en la trémula banca en la que dolientes redención han suplicado.
Observa,
El musgo que enerva la tranquilidad desde la húmeda pila,
El agua no se vierte, no se mueve, queda en su lugar,
Su fúnebre bálsamo se desliza como muerto que surca en descomposición los laberintos grises de la morgue,
Inspira a los hombres cercanos,
Exponiéndolos paganos a incertidumbres catastróficas,
A las que se harán adictos,
Sera la cruz y el vino de la cruda vid fragancia de dolor y pena,
Que perfume las gargantas y caliente los tristes estómagos de los sentenciados.
Que no son muy distintos a los de un Poeta,
Que a sus pensamientos se ha entregado y a sus palabras lealtad les ha jurado.