El Bramido del Diablo

El Diablo brama,
En las oscuras noches; en la mitad de la madrugada,
Sus más oscuras y sublimes tentaciones,
Son el esperado estío de vagabundos jóvenes.
El Diablo brama,
En el campo, en la ciudad, en el desierto,
Cubierto por una impertinente propaganda que se dice divina,
Oh pero el Diablo, Rey de la Tierra,
Salvador de esclavos.
La Tierra es Tierra y se ve,
La Tierra es Tierra y se sufre y se siente,
El Cielo es Cielo, se sueña,
El Cielo es Cielo, y solo con alas se alcanza.
Entonces,
¿Qué más queda por hacer?,
¿Alabar al que no se ve,
Para ser castigado, entre sombrías y ruidosas risas,
Que en el Infierno profundo son canto común, por el Oscuro,
Que cuenta fracasos con una lira?,
¿Quién tiene entonces la razón?,
¿Quién es entonces el bueno?,
¿Quién da luz sin razón o quien regala oscuridad para descubrirla?,
¿Quién es entonces el bueno?,
¿Quién nos hace nacer en "maravilla", o quien nos da la oportunidad de conocerla,
Como un muerto explota de emoción frente a la suave y maternal muerte?

El Diablo brama entre el ganado,
En una casa perdida,
En el campo alejado,
Tiñe con su pureza obscura las vacías vidas de perdidos campesinos.
Agradecen ellos a quien viene del Cielo besando cruces,
Pero besan al suelo de donde los cultivos provienen,
Regalo de quien se dice propietario de las tierras,
Del Rey de las Tinieblas.

El Diablo brama y canta solo tras oscuras bambalinas,
Silba y tararea,
En un Teatro olvidado,
Para un joven desconsolado,
Que teme por su destino,
Que teme, sollozando, su fracaso.

El Diablo sacude la habitación con el estrepitoso llanto del violín,
Toca a los locos e inadaptados,
Marginados y vagabundos,
Con sus dedos, como súcubo en musa, dulcemente adamascados.
Toca a los locos e inadaptados,
Marginados y vagabundos,
Los vuelve personas; les devuelve su vida;
Los viste de fama,
Los corona con sus fructíferas ramas bermejas,
Cultivado en un rincón del basto inframundo,
Que secan la tierra y dan miseria a quien cultivarlas sin permiso quiera.
Pero que es, sin duda, útil y desconocido talismán,
Que desvirga las sienes paganas,
Que con gloria y gracia se empapan,
Como varias veces las mejillas lo hicieron de lágrimas.

El Diablo es mascota de viejas y viudas,
El Diablo es amante de hombres y mujeres,
El Diablo es el padre del adulterio,
Que rebelde reclama la poligamia divina como ley natural,
Es su rebeldía,
Para desatar de noche y de día, en los campos y valles,
En las ciudades y calles, grandes orgías.
Olvídense de las musas venales,
Olvídense de las viejas cortesanas.
Es del Diablo su más divino plan,
Como cuando convirtió aquellas sucias y secas piedras en fresco pan.

¡Él quiere destruir cárceles!,
¡Oh Señor de las Tinieblas que da la Oscuridad para que, maravillados, escuchemos por primera vez
El Arpa boreal que tanto para nosotros deseas!,
¡Oh Señor de las Tinieblas!,
Que planea sus sonatas de vida,
¡Oh solo tú eres capaz de un asombroso final!,
¡Oh tu que sabes cómo los problemas solucionar!,
¡Oh Señor!,
¡Oh Gran Señor!,
¡Arroja sobre nosotros tu velo sangriento y lacrimal,
Para embriagarnos de inmundicia!,
¡Para confundirnos!,
¡Oh Gran Señor, retira de nosotros toda banal luz!,
Para que el conocimiento sea divino,
Y que lo divino sea por fin sagrado.
¡Oh arroja sobre nosotros, deslizándose por tus garras, tu oscura luz!
¡Solo así seremos humanos!,
¡Solo así seremos divinos!,
¡Solo así encontraremos nuestro camino!