Jardín literal en el purgatorio

Se cayeron los puntos,
las letras viven en libertinaje,
el papel quedó gris,
lleno de pequeñas manchas sin orden,
el caos se expandió por toda la idea y la gráfica experiencia;
no hay novedades de las cuales aferrarse,
no hay milagros disponibles,
solo un color sangrando la serenidad,
un despropósito en el relato disperso,
una escasa vegetación como esperanza garabateada,
un poco de polvo brillante
en la superficie corrugada del remordimiento.

Los días se pudren en la intemperie de una extraña época,
las maledicentes evocaciones echan a perder tal producto,
y la gracia de la historia hace mella en la visión,
en el ruido frívolo del bullicio,
en el tosco desenvolvimiento de las escenas,
y lo normal se convierte en una poco convencional voz del porvenir;
ya no compramos melodramas a un recuerdo desvanecido,
solo somos embrutecidos espectadores de un cuento que se extingue,
que se apaga como una llama a la que se le quita el oxígeno de a pocos.

Las caras malformadas del texto malgastado,
se convierten en puntos,
en signos,
en orden,
un orden artificial,
pero uno que sirve,
al menos por ahora;
las letras que quedaron,
forman un nuevo relato,
un mensaje remanente de un universo sonriente,
una nueva forma de existir y contar el tiempo que nos alberga,
que nos deja, que nos lleva a un destino antojadizo,
algo deforme, un futuro sarcástico y algo sádico,
un final sin fuegos artificiales,
una meta en la mitad de lo infinito.