Aserrín y polvo

Las destrezas de la oscuridad se componen de claroscuros,
las habilidades de la desidia hacen brillar
el melódico rumbo de la destrucción
la pereza se parte y se columpia con la inseguridad y
la senil memoria de una jornada bastarda;
los sueños están empolvados y yacen enormes en un cajón maltrecho,
las arañas y sus telas son ornamentos que nadie aprecia,
los ratos, la bulla caótica,
sus ecos, su partitura borrosa,
es la danza que un ebrio observa
y sin reparos ronca,
dejando ir la culpa en un trago enorme,
inmenso como un hoyo hecho por la pena...

No hay sino fiebre y pus en la confianza rota
los días ya no están hechos de luz y filigrana de plata
están hechos de tropiezos y chispas perdidas,
están hechos de golpes y violencia disfrazada,
son eslabones cansinos,
duras piedritas que alguien arroja sin culpa...

No hay en medio un hombre o una mujer percibiendo lo fructífero,
solo está el hecho de que nadie esté interesado en detalles,
en prodigarse consuelo o un simple bocado de sutil pasión,
solo están sentados afilándose las uñas,
y estas no hacen más que rascar un pasado esplendoroso
esperando que el prurito sea un futuro mejor...
Pero lo que queda
es el embarazo prolongado de un año que nunca fue...

Una corteza almibarada con la savia y la sangre,
con la fe desperdiciada,
la agonía de un vocablo arrastrado,
un bosque fortuito en un paraíso que se dispone a gritar
la vida deshecha,
el engaño y la miseria maquillada...

Un carpintero martilla el tablón de una mesa,
mirando a la nada,
envolviendo sus pensamientos con aromas y resquicios unívocos de voces lejanas;
esperando que esa cruz allá en lo alto,
solo sostenga su humanidad sin evolución,
sin clavos, sin vinagre,
sin sed...

Sin dolor.