Jaque Mate

Siento que he estado toda la vida escondiéndome de la única persona que debería mirar de frente. Así que ahora he sido sorprendida cometiendo el peor error de todos: acostumbrarme a la herida. ¿O ha sido la mejor decisión?

He estado mis veinte años huyendo del duelo, sin permitirme estar triste por lo que iba perdiendo por el camino.
Nunca me había permitido detenerme por un segundo y aceptar en voz alta que necesitaba mi tiempo de luto por cada trozo de mí que iba muriendo. Me creía fuerte porque había conseguido un control emocional impresionante y lo que estaba haciendo era ser cobarde: ser la indiferente e indestructible no está mal, pero también necesitaba gestionar la tristeza. Quizá nada de esto habría dolido tanto si lo hubiera hecho.

Es cierto que gracias a todas las barreras y gracias a obligarme a no sentir nada, pude sobrevivir a cada batalla. Pero eran eso: simples batallas. La vida no te prepara para el comienzo de la verdadera guerra. No. Ahí dan igual cuántos escudos o de qué están hechos: se disipan y como polvo se escapan entre mis dedos frente al verdadero monstruo. Todo lo demás habían sido pruebas nimias, ahora la vida sí está retándome para que demuestre si puedo seguir. Ahora sí. Y sin escudos que valgan. Ya no hay barrera infranqueable. Ya no hay donde esconderme.
Y no puedo ganar esta guerra sin mirarle a los ojos a la única persona que va a ayudarme a ganar: yo misma. Mi verdadera yo. Sin caretas, sin indiferencias forzadas. Si este duelo tiene que durar meses cuando antes duraba cinco minutos, dejaré que mis ojos lloren lo que necesiten llorar el tiempo que lo pidan. Si esta lucha, la verdadera, la tengo que ganar desnuda, con el corazón al descubierto aunque eso me haga vulnerable y débil, voy a hacerlo.

Aquí me tienes, vida. No pienso rendirme. No vas a hacerme dar un paso atrás. Ya no. No voy a mirar hacia otro lado cuando mi verdadera yo me grite desesperada. Aquí nos tienes. La luchadora y la que se arrodilla. La sonriente y la que agoniza. No voy a negar a ninguna. Yo soy todo. La que me obligué a ser y la que asumo que soy.
Jaque mate.