Dos gigantes se arrodillan

Pareces tan inofensivo que me entran ganas de reír cuando estamos rodeados de gente.
Esa pose controlada, tímida, correcta, educada y respetuosa te dan una imagen de chico bueno, y lo eres, claro que lo eres... Pero tienes ese sabor agridulce, al igual que yo. Tú eres menta y chocolate, ese sabor característico, esa contradicción y esa mezcla de tonos claros y oscuros, una antítesis personificada, ambos extremos juntándose para crearte. Fuego que quema, hielo que calma.
Me coges de la cara con ternura y me besas la nariz y la frente como a una niña pequeña, me llamas "bonita" y de repente, ocurre. Tus manos bajan para acoplarse a todo mi cuerpo, te agarras a mis curvas como si fuéramos a toda velocidad y tuviera que ayudarte a no perder el equilibrio. Tus ojos azules se oscurecen de deseo y el iris se convierte en ónix, un zafiro de ángel vengador que me promete que esto solo acaba de empezar. Bajas a mis labios y me los rompes con los tuyos, haciéndote paso, reclamándome, obligándome a aceptar la intrusión de sensaciones que ofreces sin darte cuenta.
Te coloco la mano en la nuca y cuando acaba el beso siento que soy la mujer más poderosa del mundo por tener la capacidad de calmar el terremoto que tienes dentro y nadie sabe ver. Esa ira reprimida, ese monstruo que quiere gritar y alzarse como el amo del mundo, esa ambición oscura que de no ser por tu alma pura me daría miedo. Sin embargo, es admiración, amor y respeto lo que siento. Pasión desmedida, una locura que ya he dejado de querer controlar. Quiero sentirte. Mi mente y mi lado racional no tienen cabida en este desastre, no los quiero, no quiero buscarle sentido ni quiero una explicación lógica: no la tiene.
Era tan exigente, has llegado en un punto de mi vida en el que ni puedo ni quiero conformarme con un amor tradicional y sin precipicios. Quiero caerme, o que me empujes, que tengas el poder de destrozarme y de reconstruirme a la vez. Esa confianza ciega, darte las herramientas sabiendo que no las usarás. Adoro cómo se nos acoplan el cuerpo y el alma, cómo luchamos como dos gigantes orgullosos que
en apenas un segundo
se rinden y se arrodillan ante el otro.